¿Son
equivalentes estos términos? O, dicho de otra manera, en las venideras elecciones del 6D la decisión
será sobre políticos o sobre la política? La distinción parece obvia. Sin
embargo, la experiencia histórica muestra que no siempre las direcciones
políticas han tenido la capacidad de diferenciar entre estos dos términos. En
la cultura política venezolana existe la creencia que cambiando al sujeto
político se producirá una transformación de la propuesta política. Salvo
contadas ocasiones (la elección de la constituyente en 1945) el sentido
electoral ha girado en torno a las personas y no sobre programas alternativos a
los que ejecutan los que administran el poder.
La
consigna de la oposición es el cambio. Votar el 6D para inducir un proceso de
cambio político en el país. Este lema es interesante y apropiado desde el punto
de vista de la mercadotecnia electoral. Se espera que condense la urgencia del
cambio que se anida en una mayoría de venezolanos. Aquí, vale la pena hacer
algunas observaciones. Salir de los políticos chavistas es una urgencia y
necesidad sentida en la población. Como táctica electoral es legítima. Pero,
¿es suficiente? Esa idea del cambio expresada en estos términos ¿se ajusta o
interpreta la crisis terminal que padece el sistema social, político y
económico del país?
Me
van a perdonar los lectores por cierta dosis de escepticismo que emana de estas
líneas. Debo reconocer que ha estimulado esta reflexión la situación argentina.
En este país se han sucedido todas las
crisis económicas imaginables (devaluación, inflación, corrupción “corralito”,
etc.). Sin embargo, a pesar de estas graves situaciones de carácter crónico no
ha habido cambios sustantivos en la política. Han cambiado los sujetos
políticos, más no las proposiciones políticas. No en balde el peronismo (en sus
distintas versiones) juega aún un papel vital en la vida política de ese país.
El punto que deseamos enfatizar es que no es fácil modificar drásticamente las matrices culturales dentro de la cuales se desenvuelven las propuestas políticas. En Venezuela la mayoría de las agrupaciones opositoras, (AD, Voluntad Popular, MAS, COPEI, Causa R, Nueva Alternativa, entre otras) por ejemplo, se declaran socialistas. Todas conciben al estado como el eje a partir del cual es posible el accionar sobre la sociedad.
El
Chavismo, por ejemplo, llevó a extremos el programa de nacionalizaciones y las
políticas distribucionistas que caracterizaron a la democracia a partir del
aumento de la renta petrolera en los años setenta. En otras palabras, queda
pendiente la interrogante: ¿Qué cambió la política o los políticos?
En
la Venezuela actual, esta actividad pudiera ser calificada, siguiendo al
filósofo político inglés Michael Oakeshott (1901-1990), como un momento álgido
de la “política de la fe” y no del “escepticismo”. Por la primera versión
debemos entender esta actividad como un instrumento al servicio de la salvación
de la comunidad: el gobierno lo abarca todo y se espera de los gobernados no
sólo obediencia, sino, inclusive, entusiasmo. La del escepticismo, por el
contrario, se ancla en “un común
esfuerzo para comprender los diversos puntos de vista y buscar un mundo
vivendi”
Nicolás Maduro, por ejemplo, señaló este jueves que “en el escenario ‘hipotético negado’ de que la oposición llegara a ganar las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre ‘no entregaría la revolución’ y pasaría a gobernar con el ‘pueblo’ y en ‘unión cívico-militar”. Ejemplo paradigmático del obrar desde la “política de la fe”.
Debo
finalizar. En el futuro, una humilde observación, la oposición debe
concentrarse más en la política y menos en los políticos. Su encuadre
cognitivo, por así decirlo, debería estar orientado hacia un escepticismo por
las soluciones mágicas y debería propiciar dudas sobre quienes orientan su
práctica en la búsqueda de soluciones morales de carácter totalizador en la vida
pública.
Nelson
Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo
- Venezuela
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