Hasta
donde sé, la malcriadez no es buena compañía que se diga, no es uno de los
“pecados capitales”, pero debería serlo. Es posible que esa línea imaginaria
que la separa de la soberbia o el orgullo, no sirva de mucho, toda vez que se
parecen mucho y causan las mismas consecuencias. Sabemos que de nada valen las
intenciones si no se acompañan de las acciones.
“Te amo mucho”, “para la persona que yo más quiero”, “feliz día mi
amor”, son palabras vacías si no van de la mano de las acciones. Sé también que
no es fácil manejar ese ego que algunas personas poseen, pero no por eso deben
considerarse con “licencia para lastimar” a quien los consiente
permanentemente. Quizás ese exceso de mimo influya para que se desborde esa
malcriadez. Eso puede revisarse. Sabemos que los niños únicos generalmente son
los más malcriados porque sus padres se esmeran mucho en complacerlos. Igual
ocurre con los adultos. En estos tiempos donde encontrar a alguien que nos
respete y nos consienta, lo considero una bendición y una vez logrado ese
hallazgo, debemos cuidarlo mucho.
Algunas veces me llega a la memoria una historia que escuché hace tiempo
acerca de un individuo que caminaba por el desierto, la sed ya lo mataba hasta
que encontró un oasis donde había un pequeño pozo de agua, tomó lo suficiente,
llenó su cantimplora y prosiguió su marcha, pero antes se orinó en el
pozo. No pudo llegar a su destino porque
se perdió y tuvo que regresar por el mismo camino, ya sin agua para beber. Y casi moribundo, por necesidad tuvo que
beber del mismo pozo donde antes se había orinado. Por alguna razón relaciono
esta historia con aquellas personas que creyendo los “cantos de sirena” de otro
pretendiente nuevo, maltratan al que actualmente tienen. Pero la esperanza
nunca se pierde y siempre esperamos que esa persona aprenda la lección. “Cuando te canses de andar con amores
efímeros, regresa porque te estaré esperando”.
Antonio
López Villegas
altatribuna@yahoo.com.mx
@lopezvillegas7
Caracas -
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario