Los inestables
resultados de las elecciones españolas del domingo pueden mirarse del siguiente
modo: los electores de ese país, cansados de desatinos, mediocridad y
corrupción, pero renuentes a comprar así como así nuevas lámparas de Aladino,
quieren algo que no encuentran. Churchill decía que “un líder es el que lleva su
grupo a un lugar que no es obvio y que es mejor”. No hay ningún Churchill ni
ningún F. D. Roosevelt en la política española de hoy.
Rajoy y su PP sacaron
unos cuantos votos más que los otros partidos porque la situación de España no
es buena, pero era peor y algo es algo. Impera la razón de lo mínimo. Aunque a
Mariano y su combo nadie les confiaría las joyas de la abuela, no hay todavía
quién los sustituya. El PSOE quedó de segundo y al mismo tiempo sacó la peor
votación de su ya larga historia. Bonito triunfo. Pese a que los socialistas
hablan de cambio, cualquiera con dos dedos de frente entiende que el de Sánchez
sería un regreso al pasado. Ciudadanos no logró volverse una alternativa al
viejo bipartidismo por falta de audacia y porque no fue capaz de desmarcarse de
las calificaciones simplistas que les endilgaron. “Sois de derecha”, les
dijeron, y les pareció normal alzarse de hombros, como si los símbolos y los
calificativos no significaran nada. Nadie quiere cambiar un bipartidismo
mediocre, aunque experimentado, por unos chicos que tienen tanto de pulcros
como de timoratos. Podemos al menos entendió que una forma de desbloquear la
política es pactar alianzas imaginativas y hacer tal cual propuesta audaz, en
particular, la de prometer un referendo sobre la posible secesión de Cataluña
(y después, presuntamente, la del País Vasco), como se hizo en Escocia y en el
Canadá francófono. Ante la erosión constante que significa un nacionalismo
irredento que día tras día acapara más terreno y privilegios, decidir si hay
independencia o no es la única forma de desbloquear una situación degradada y
degradante. Perdido el referendo, como bien podrían perderlo los catalanistas,
la efervescencia de ese Alka-seltzer se disiparía. Y si lo llegaren a ganar,
pues mejor empezar las reparaciones y los litigios antes que después. ¿Los
catalanes quieren tener a Artur Mas de libertador? Allá ellos.
Yo tampoco sé si
Rajoy logrará una precaria coalición para gobernar, si el PSOE logrará armar un
Frankenstein con Podemos y varias minorías más o si vendrán nuevas elecciones
generales en dos meses. No es lo importante. Lo importante es que la gente
quiere algo así como un centro derecha que salve la mayor parte del Estado de
bienestar, ponga a crecer de nuevo la economía y genere empleo, o una izquierda
que haga más o menos lo mismo en distinto orden. Los electores, cosa rara,
exigen la cuadratura del círculo, y la exigen de unos políticos desprestigiados
y mañosos, a los que aspiran a sucederlos otros bisoños y, en el caso de
Podemos, igualmente mañosos. Poco apetitoso panorama. Europa, un trasatlántico
venerable que ha envejecido y necesita mantenimiento, navega lo que un
modernista hubiera llamado mares procelosos. España no escapa a este trance;
antes bien, es uno de los componentes frágiles.
En fin, hay cuatro
pistoleros en los cuatro extremos de un cruce de calles en un pueblo del lejano
Oeste. ¿Cuál parpadeará primero? Encienda el televisor y lo sabrá.
Posdata: esta columna
reaparecerá el miércoles 13 de enero. Felices pascuas a todos.
Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes
Colombia
No hay comentarios:
Publicar un comentario