La política es el
arte de conquistar poder al menor costo y con la menor confrontación posible.
Los que pasan a la historia, para bien o para mal, son los que consiguen la
grieta que fractura los bloques de poder. Es el sustituto de la guerra, o la
guerra por medios pacíficos. Los dirigentes democráticos son entonces
negociadores por definición, y los conflictivistas tienen más de matones
putativos que de políticos, aunque muchos son como Archibaldo de la Cruz, el
personaje de Buñuel, que presumía ser un asesino brutal aunque nunca mató a
nadie y en la escena final de la película fue incapaz de maltratar un
saltamontes. Como se sabe después de diez mil años, la mejor batalla es la que
se gana sin darla. En eso consiste la política, precisamente, en vencer sin
violencia y, como en las artes marciales, derrotar al adversario con su propia
fuerza, aunque a veces la violencia se imponga.
La prepolítica es ese
daimon que retornó del inframundo y se posesionó de muchos cuerpos. Suele usar
constantemente lenguaje bélico, amenazas -a gente encantadora, incapaz de matar
un grillo, le hizo descuidar hasta el glamour. Jaquetón, desafiante,
desplantador, el poseído clama exorcismo. Por ventura la prepolítica se
descuaderna por sus propios enredos y la mayoría impuso la estrategia pacífica,
democrática, electoral y constitucional, que hace efectos milagrosos dentro y
fuera del país y ha provocado mal de San Vito en el Gobierno. En frase que se
atribuye a Bismark, Maquiavelo y Aristóteles, la política es el arte de lo
posible, pero pudiera verse más bien como el arte de lo imposible. Hugo Chávez
aspiró la presidencia como un insurrecto aplastado y con apenas 5% de apoyo
popular. Cuando en 1992 aquél desconocido gobernador del equivalente de
Cojedes, un tal Bill Clinton, decidió aspirar a la presidencia, los
observadores se burlaron hasta el cansancio.
CABEZA DE PIEDRA
Bush padre contaba
85% de aprobación y la Presidencia, y el Gobernador era un don nadie con fama
de libidinoso. La estrategia democrática se impone en absoluta desventaja
contra los pronósticos e hizo saber urbi et orbi que en el país existe una
alternativa confiable. Los griegos hablaban de dos diosas gemelas que se
llamaban igual. Una clamaba guerra, conflicto, odio y venganza (Eris la
Discordia), y la otra pedía convertir esas energías en competencia, para
mejorar destrezas y saberes y ganar en las empresas de la vida (Eris la
Concordia). El contagio de la mentalidad revolucionaria lleva a pensar que si
el Presidente pierde la mayoría debe "irse" e iniciar la revolución
contraria y a coser y cantar. Y una amplia derrota ojalá sirviera para que los
cabezas de coco entendieran que la enorme mayoría repudia ese fallecido
esquema, debe iniciarse una rectificación y no insistir en la autodestrucción.
El Poder Legislativo
con doble mayoría calificada, casi una "constituyente", cumplirá con
sus funciones constitucionales, controlará la gestión del Ejecutivo y realizará
los cambios necesarios. Nada extraordinario en los países decentes, lo habitual.
La prioridad uno será debatir la rectificación de la economía y no
confrontaciones extrañas a los muchos, una agenda urgente de cambio social
progresivo. Quienes por años escupieron el rostro de la Unidad por traidora y
colaboracionista, por legitimar con su participación electoral, hoy en
siniestra posesión de un diablito sinvergüenza se ofrecen para darle dulces
consejos. Ojalá el Gobierno pase su purgatorio sin profundizar los errores que
todos, empezando por su propia gente, rechazan, y que los apresurados entiendan
que la idea del revocarlo es un autoalivio verbal, la salida mágica, la volada
típica del folklore nacional, Rosalinda.
DERROTA O AUTODESTRUCCIÓN
Pero en síntesis
cualquier zarpazo contra la voluntad mayoritaria le saldrá más caro a quienes
lo intenten que a quienes lo padezcan. Por eso notorias personas al servicio de
la revolución parecen apuntar, por el momento, a la búsqueda de una evolución
no traumática. Ernesto Samper dice que "Venezuela no logra encarar la
economía que es su crisis de fondo". José Vicente Rangel, que la derrota
fue por "... la corrupción... políticas desacertadas y contradictorias...
rechazo a consensuar... y arrogancia". Lula da Silva, que "Maduro ha
pagado... Aunque aún tiene tiempo, no debe repetir lo que ha hecho hasta ahora".
Según Rodríguez Torres "debe cerrarse el capítulo de odio entre
venezolanos... no se construye un país utilizando solo a una parte... la
diatriba política entre la derecha y la izquierda pierde cada vez más
sentido".
Juan Barreto:
"no puedes justificarlo todo detrás de Chávez. Hay que hacer una
revolución dentro de la revolución". Vielma Mora: "tenemos 100 puntos
en lo social y 0 en el área económica". Ameliach: "la culpa de la
derrota jamás será del pueblo, es de nosotros". Giordani y Navarro:
"este proyecto se cayó solito". Incluso los chavistas heterodoxos
piensan parecido. Evans: "no le diga al pueblo que la guerra económica
ganó... le está diciendo bruto al pueblo... ". Didalco Bolívar: "dos
millones y medio de votos nos dijeron que tenemos que rectificar". Los
dirigentes que trascienden, corrigen y reinician para recuperar lo perdido. No
se trata de escoger entre la derrota y la victoria, sino entre la derrota y la
destrucción.
Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
Caracas - Venezuela
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