El reciente frenazo de la
economía china ha afectado el desarrollo en todos los países del globo. América
Latina no se ha comportado de manera diferente y ha acusado un golpe recesivo
que no solo está relacionado con el nuevo ritmo de crecimiento estratégico del socio asiático. La pérdida
de valor del mercado de materias primas, y del petróleo en particular, ha
castigado a los países líderes de la región, lo que genera un efecto que se
traslada perversamente a los más pequeños. Sin embargo meterlos a todos en el
mismo saco no luce sensato. Solo dos
ejemplos: sacar al gigante brasilero del profundo descalabro económico que experimenta
tomará años de heroicos esfuerzos, mientras que México, quien ha desarrollado
sus fortalezas en torno a su vieja alianza con Estados Unidos y Canadá, sufrirá
los embates de la reciente desaceleración mundial liderada por China de manera
diferente.
El modelo escogido por el
agresivo dragón de Asia de mantener sus tasas de crecimiento en niveles
razonables de alrededor de 7%, en un comienzo va a vaciar de contenido los
planes estratégicos de aquellas economías que se tornaron “chino dependientes” en
la última década. Estas se verán afectadas por los nuevos ritmos de expansión a
que aspiran los estrategas del gobierno de Xi, pero a la larga, podrán gozar de
los beneficios de la estabilidad de parte de la primera economía mundial a que
ello conlleva. Estar asociados íntimamente con la milenaria China dentro de los
vaivenes globales no puede ser sino beneficioso en el mediano plazo.
La condición es que el género
de relación bilateral que se desarrolle a futuro sea uno de extrema
racionalidad económica que lleve más a la industrialización de los países de la
región que a una interacción puramente comercial en la que China tiene y tendrá
todas las de ganar. El mejor ejemplo
es Venezuela, país que ha puesto en funcionamiento una imbricación con
China tan dinámica como perversa ya que
ha puesto al servicio de ella su condición de país petrolero, en época de altos
precios para el oro negro. Cuando el viento ha soplado en otra dirección,
Venezuela se encuentra atrapada en medio de deudas colosales con su socio
chino, pagaderas, además, con suministro de
petróleo barato.
No hay nada de calcar del modelo de relacionamiento
que ha imperado entre la región y China en los últimos tiempos, aunque los
números que arrojan las investigaciones de
los órganos multilaterales muestren alucinantes cifras en expansión. En
efecto, nunca el comercio
intra-regional Asia-AL y el
Caribe creció mas rápidamente que en la década pasada, lo que no significa que
la calidad de tal comercio haya sido la mejor para este lado del Pacifico. Con
cerca de 1400 millones de bocas que mantener China siempre será un buen cliente
para las materias primas del vasto espacio centro y sudamericano. Pero hacia
donde hay que apuntar es a la agregación de valor de tales productos básicos, a
la formación de cadenas productivas mas tecnificadas y sofisticadas
tecnológicamente, a formas menos erosivas de financiamiento para el comercio y,
mas que nada, al crecimiento de las inversiones conjuntas para el desarrollo de
un sector industrial pujante en nuestras latitudes. Todo ello equivale a decir
asociarse para el progreso y no asociarse para el intercambio. Si. Llegó la
hora de que nuestra región aprenda también a sostener la sartén por el
mango.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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