La
jornada vivida en el país en las elecciones fue toda una lección de doctrina
política sobre le fuente, conservación y ejercicio del poder
La
jornada vivida en el país en las elecciones parlamentarias fue toda una lección
de doctrina política sobre la fuente, conservación y ejercicio del poder, que
dejó perplejo a más de uno de los que consideraban impensable que el CNE se
vería constreñido a reconocer el triunfo electoral de la oposición. Conocer la
naturaleza del poder político, más allá de la escenificación que de éste hacen,
quienes lo ejercen, para mantener atados a él a sus gobernados, es esencial
para el cabal ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos.
Pero
también, si la política, como se ha dicho, es el medio para acceder al poder y
mantenerse ejerciéndolo, el conocimiento de su fuente y naturaleza es
indispensable tanto para quienes lo detentan como para quienes aspiran a detentarlo.
La
cuestión fundamental de la política: el poder, tiene su base en la obediencia.
Esa es, en esencia, la fuente del poder político. No sería posible ostentarlo
si no se contara con la obediencia de
los ciudadanos, tanto de los gobernados como de todo los integrantes del
andamiaje de la administración y de otras instituciones públicas que
constituyen la estructura que le sirve de sustento: burocracia, fuerzas
militares, policías, cárceles, etc. Ya en el siglo XVI, un joven francés,
estudiante de abogacía de la Universidad de Orleáns, Étienne de La Boétie (1530
-1563), que produjo uno de los textos fundamentales de reflexión sobre la
libertad, consideró como tema central de éstas, el problema de dilucidar las razones de la obediencia voluntaria de
los muchos a aquel que detenta el poder.
En el
siglo en que se construyeron los cimientos del llamado "antiguo
régimen" del absolutismo monárquico francés, en el reinado de Francisco I,
que dio origen a la tiranía que condujo a la revolución francesa, La Boétie, en
un ensayo titulado Discurso sobre la servidumbre voluntaria, que llega a
nuestros días luego de muchas peripecias, en su tiempo, vinculadas con la
censura, se planteó como inquietud esencial desentrañar el por qué los hombre
se someten a los tiranos cuando, de unirse, podrían alcanzar rápidamente su
liberación. "Si un tirano es un solo hombre y sus súbditos son muchos –se
preguntaba- ¿por qué consienten ellos su propia esclavitud?". Ante esta
interrogante, La Boétie, alentaba la "derrota de manera automática"
de la tiranía si los hombres se niegan a tolerar su propia esclavitud.
En las
sociedades modernas el tema de la obediencia, que tanta preocupación despertó
en el joven francés, se vincula a la cuestión de la legitimidad la cual
justifica la autoridad que ejerce, sobre todos los demás, quien detenta el
poder político. ¿A quién obedecer? y ¿Por qué obedecer? Son preguntas que
vienen respondidas aludiendo a la cuestión de la legitimidad del poder.
El poder
democrático es legítimo, produce subordinación
voluntaria tanto de los gobernados como de los integrantes de la estructura que
le sirve de sustento, cuando tiene su origen en la voluntad popular y es
ejercido conforme a principios éticos y jurídicos que constituyen valores de
común aceptación por los miembros de la colectividad. A ello agrega Max Weber,
la que llamó la legitimación carismática
que es aquella que obtiene la subordinación de la fascinación o encanto que ejerce, sobre
las demás, quien detenta el poder.
En la
jornada del 6D, extinguida, por la muerte de Hugo Chávez, la subordinación
voluntaria de las mayorías basada en el carisma
de éste, se produjo la
deslegitimación del poder ejercido por Maduro, debido a la constatación, fuera
de toda duda, del rechazo a su mandato expresado por la amplia mayoría de los
venezolanos, quienes con su voto retiraron la obediencia al poder que ha venido
ejerciendo, negándole aquiescencia a que
continúe gobernando, al propinarle una derrota electoral de tal magnitud que
puso en manos de la oposición una mayoría calificada superior las dos terceras
partes de la Asamblea Nacional. Por tan
rotundo pronunciamiento electoral de los gobernados, que resultó un rechazo
plebiscitario al gobierno-Maduro y le despojó
de su legitimación, los integrantes de las instituciones que conforman la estructuras
del poder políticos, como es el caso de las fuerzas armadas, pudieron sentirse
liberados de la obediencia debida al gobernante y desconocerla, tal como lo
hicieron, tanto más cuando que les fue
requerida para que secundaran el desconocimiento de la voluntad popular
expresada en la urnas.
Cuando se
produce el pleno reconocimiento de que el poder político ya no sustenta su autoridad en la legitimidad de su mandato, como ocurrió
con los resultados de la reciente contienda electoral, los pilares sobre los
cuales descansa el régimen comienzan a desmoronarse porque no es lo mismo restearse por un gobierno que se
encuentre asistido con el respaldo mayoritario de la población que secundarlo
en sus desmanes cuando es rechazado por la voluntad popular.
Es por
ello que el grave conflicto de poderes al cual parece arrastrarnos la irracional agresividad con el Presidente
de la República ha reaccionado, después de haber reconocido y aceptado el
triunfo de la oposición, se resolverá
–esperamos que de manera incruenta- en favor del que, además de haber recibido
el masivo respaldo de la población, se mantiene apegado a los principios y
valores que configuran la consciencia democrática de los venezolanos
Luis F.
Jaramillo R.
luisfjaramillor@gmail.com
@JaramilloR
Caracas -
Venezuela
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