Es cierto que se
deben tomar todas las medidas de prudencia y evitar resbalones con las conchas
de mango de provocaciones que lanza este gobierno moribundo. Lo primordial es
no entorpecer el ya difícil camino de la reconstrucción del país. Pero también
es cierto, que de una vez por todas, se les debe dar un parado a todos esos
insolentes que reiteradamente han humillado y ridiculizado a todo aquel que
piense diferente.
Todo comenzó con la
ordinariez de Chávez, su antología del mal gusto y la chabacanería impropia de un Presidente. Sus acrobacias
verbales siempre traspasaban el punto que separa lo sublime de lo ridículo
merecedoras de aquel ¿por qué no te callas? Luego vinieron los desplantes,
señalamientos y ridiculizaciones, vomitadas con alevosía, sarcasmo, sadismo y
ensañamiento. Con pito de árbitro en boca, botó a los petroleros al tiempo que
les gritaba burlonamente “fuera”. De seguida los “exprópiese” de miles de
empresas, “pongan a esa jueza presa”, “te voy a mandar preso desgraciado” y
cientos de tropelías más preñadas de resentimiento social.
Cómo olvidar la
vulgaridad de La Hojilla, manantial cotidiano de odio con su sórdido léxico
descalificador, lleno de amargura, represalia y sobre todo, de envidia por el
bien ajeno. Aquel "¡Uh, ah, Chávez no se va!" de los jueces del TSJ.
Las interminables cadenas y programas de TV y radio, chatarra intelectual donde
imperaba la soberbia del ignorante.
Convirtieron el
parlamento en una gallera donde se ensalzaban los ultrajes y hasta agresiones
físicas a los diputados de la democracia, ante la mirada complaciente y cínica
sonrisa de los oficialistas. Todo esto ocurrió semana tras semana, año tras
año.
Ese discurso divisor y destructivo fue
acumulando rencor, tirria y revancha durante esos largos 17 años. Hasta que por
fin, toda esa energía negativa con la que el chavismo intentó impactar a la
sociedad, se le revirtió como poderosa fuerza para su propia destrucción.
Aún no se convencen que
ya no son mayoría, que el encantador de serpientes ya no está, que no pueden
combatir a tres cuartas partes de la población. Ya basta de poner la otra
mejilla. Que oiga quien tiene oídos
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
Zulia - Venezuela
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