El Padre de la Industria del Secuestro en Colombia
fue Pedro Antonio Marín, cuyo nom de guerre era Manuel Marulanda Vélez, a quien
dedicó varios libros su biógrafo oficioso Arturo Alape. Uno de sus primeros y
más importantes proyectos, después de fundar las FARC en 1964 fue planear el
secuestro del rico industrial vallecaucano Harold Eder [1903-1965], un
ingeniero liberal nacido en Palmira que era dueño y gerente del ingenio
Manuelita, ministro de fomento durante la tutela de la junta militar que
reemplazó a Rojas Pinilla.
El 20 de marzo de l965, antes que Aurelio Camacho
Rueda, ministro de gobierno de Guillermo León Valencia, autorizara los
bombardeos diseñados por Gabriel Rebéiz Pizarro y José Joaquín Matallana contra
Marquetalia y Riochiquito, Tirofijo y Jacobo Arenas enviaron a varios de sus
secuaces a la hacienda Quebradaseca en el municipio caucano de Corinto a
retener a Eder, cosa que hicieron luego que el industrial examinara los
terrenos donde iba a construir las oficinas del futuro ingenio Cauca.
Acostumbrado a pasear por las montañas en uno de sus viejos caballos, al
intentar inmovilizarle un guerrillero apodado El Conejo hizo dos disparos de
carabina calibre 22 hiriéndole en el vientre y una pierna y sin curarle le
hicieron cabalgar durante cinco días hasta que murió desangrado, no sin antes,
entre los veinte días siguientes al descubrimiento de su cadáver, cobrar una
enorme suma de dinero por su rescate.
Otros secuestros lucrativos siguieron a este y la
práctica fue decretada en la Cuarta Reunión Plenaria de las FARC en agosto de
1969 en la cual se recomendó a los miembros del Secretariado, varios de cuyos
poderosos miembros están ahora en La Habana, secuestrar “importantes
personalidades del enemigo, o ricos industriales”, como ha sido la práctica de
Pablo Catatumbo en los últimos treinta años, el más tenebroso de los asesinos
dedicados al secuestro de ancianos ricos que ha tenido Colombia. Industria que,
según el Centro Nacional de Memoria Histórica, ha causado cerca de 40.000
víctimas entre 1970 y 2010, la gran mayoría de ellas obradas por las FARC, el
tercer grupo terrorista más rico del mundo según Forbes.
Pero los encuentros de las FARC, sus aliados y
benefactores con la familia Eder no paran allí. En octubre de 2012 durante la
mesa de instalación de diálogos del gobierno Santos con la camarilla asesina en
Oslo, olvidando que habían ultimado a su abuelo y secuestrado a su tía Elisa,
los voceros de la pandilla arremetieron contra Alejandro Eder, Alto Consejero
para la Reintegración, calificando a su familia de “explotadores de tierras”, y
en julio de 2014, mientras Manuelita celebraba 150 años de existencia y a Don
Henry Eder, patriarca de 90 años se le ocurriera acordarse de Alvaro Uribe y la
“seguridad democrática”, y los representantes azucareros aplaudieran a rabiar,
Juan Manuel Santos, el promotor de la impunidad y la elegibilidad de los
facinerosos de La Habana, lanzando una frase pendenciera: “Muchos de los que
Henry llamaba la comunidad azucarera no me acompañaron en estas elecciones. Y
yo me hacía la pregunta con algunas personas ¿por qué?”, vaticinó sus venganzas
contra el grupo víctima de las FARC.
A los pocos días atacó a los políticos que apoyan a
los azucareros, les quitó las carteras ministeriales y mandó a la
Superintendencia de Industria y Comercio, como ha hecho ésta semana atacando al
magistrado de la Corte Constitucional Jorge Ignacio Pretelt Chaljub, que
multara los ingenios del Valle con la extravagante suma de 100 millones de
dólares, acusándolos de impedir importaciones de azúcar al país. Lo que nadie
dijo es que los azucareros proveen de sustento a 2.152.000 familias, es decir,
a cerca de 10 millones de personas.
Cómo entender, ¿cómo leer entonces, que alias “Iván
Márquez”, "Jesús Santrich", "Rodrigo Granda", "Simón
Trinidad", "Andrés París", "Marcos Calarcá", "Pablo
Catatumbo", la holandesa pereirana "Alexandra Nariño",
"Sargento Pascuas", "Mauricio Jaramillo", "Yuri
Camargo", "Victoria Sandino", y otros cien más, puedan elegir a
dedo sus jueces, ante quienes se declararan víctimas inocentes y quedaran
libres de cualesquiera condena, pero a renglón seguido inauguraran con la ayuda
del Parlamento Santista, el Fiscal Santista y las Cortes Santistas, la más
implacable persecución contra todos aquellos que nos opusimos a sus infamias?
No hay duda, después de leer el pacto Santos-Farc
de La Habana para el procesamiento de los enemigos comunes, que el modelo ha
sido los tribunales para la cacería de brujas de la edad de la fe.
Las primeras acusaciones estarán precedidas, como
se hace ahora con la pluma de los periodistas santistas de El Tiempo,
amamantados con la droga ideológica de Enriquito, de una serie de rumores que
ya suman años. Las denuncias, como la que se hizo contra el General de la
Policía Luis Eduardo Martinez, serán anónimas, o con falsos testigos como sucedió
con el Coronel Plazas Vega y como le sucedió a él mismo y le ha sucedido ahora
al Magistrado Pretelt, no se nos permitirá defendernos durante los juicios.
Luego no seremos recluidos en cárceles o casas sino que nos mantendrán aislados
en algún bunker como acaeció con el llamado Hacker Sepulveda. Los
interrogatorios serán, unos por las buenas, si aceptamos la acusación de las
FARC y cantamos lo que ellos desean, pero si nos resistimos, como cuando al
Coronel Plaza lo esposaron de pies y manos y le aplicaron una inyección para
meterlo en La Picota, seremos presionados por nuestros familiares para que
aceptemos confesar que colaboramos con el ejército y los paramilitares y
entregamos nuestras pensiones cada quince días a Carlos Castaño, y si no, no
habrá más visitas ni abogados hasta que aceptemos la culpa.
Tratándose de las FARC y de Juan Manuel y Enrique
Santos, no hay que excluir el eventual uso de empulgueras, la rueda, el potro o
la bota española. Ellos saben bien de eso, como pueden contar los que han
estado en sus campos de concentración. Vendrá después, por supuesto, al
resistirnos, la aplicación de las llamadas Judicium Aquae, sea caliente o fría;
la del Fuego, la de la Aguja, la de las Lágrimas, la del Peso, etc. Hasta que
alcanzada la confesión seamos ajusticiados para siempre a vivir en alguno de
esos numerosos campos de concentración que acaba de anunciar Santos, donde
nunca estará el excitante General Palomino y mucho menos el cobarde obeso
ministro de defensa.
Elegid, pronto uno.
Estamos at portas del fin de la democracia.
Harold Alvarado
Tenorio
asdfghjkl.123456@arquitrave.com
@arquitrave
Colombia
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