Bien, arribamos al año 2016. Mis mejores deseos. En el 2016 se iniciará
en el país un periodo difícil en el
ámbito de lo económico y político. Las tendencias que se arrastraban del pasado
se van a profundizar. Lo lógico y deseable, en consecuencia, sería procurar acuerdos entorno a un programa
de transición que le evite al país salidas traumáticas, dolorosas y peligrosas.
Sin lugar a dudas, el 6 de diciembre los venezolanos votaron por la alternativa representada por la Mesa
de la Unidad Democrática. Este sufragio mayoritario de la población expresó una
demanda específica: un cambio político y constitucional que solventara la
inmensa crisis política, económica y social que confrontamos los venezolanos.
Desde luego, para llevar a la práctica un programa de esta naturaleza se
requiere la construcción de un acuerdo político en el cual participen todos los
actores políticos: los de la oposición y los del oficialismo. En las primeras
de cambio, el gobierno ha mostrado su falta de interés de acordarse en un
planteamiento de esta naturaleza, Por el contrario, la decisión de inhabilitar
a 8 diputados muestra, fehacientemente, la tozudez autoritaria que orienta su
conducta pública.
Bien, el país enfrenta una situación difícil. Por un lado, el madurismo
se encuentra perdido y muestra una incapacidad de generar políticas para
afrontar la crisis. Por el contrario, formulan estrategias que
conducen a profundizar sus errores. De ahí la idea de radicalizar la
“revolución”. Pero vamos a estar claros. Sin Chávez, no existe el chavismo.
Este espacio vacío no es susceptible de ser ocupado por ningún dirigente del
PSUV. La “revolución”, en consecuencia,
se encuentra agotada y sin brújula. Muchos activistas, presagian que el
fin está cerca. En cierto sentido en esta idea coinciden Jorge Giordani, Jesús
Faría, Aristóbulo, entre otros. Basta leer Aporrea para tener una dimensión de
este agotamiento político y discursivo.
La oposición democrática comienza el año con buen pie. Tiene mayoría
calificada en la Asamblea Nacional. Este triunfo electoral conlleva una
responsabilidad política: obligación de dar respuesta a la oferta electoral con
la cual obtuvo esta mayoría calificada. Los votantes tienen altas expectativas
en relación a la conducta qué esperan del bloque opositor. Esta población –ojo, incluye no tan solo los
que votaron por la unidad, sino también aquellos que se abstuvieron y una parte
de quienes votaron por el PSUV- demanda
medidas concretas que proporcione sentido a la consigna del “cambio”. Desean
ver el cambio concretado en iniciativas que mejoren sus condiciones de vida. En consecuencia,
para la oposición es vital que la población, más temprano que tarde, perciba
que este movimiento de transformación ha comenzado.
Me parece que es indispensable, para hacer frente a los retos que
emergerán este año, que los sectores democráticos construyan una unidad que
trasciende lo electoral y se exprese políticamente. La historia política del
país da cuenta de fracaso (1945-48) y de
éxito (1958) en la construcción unitaria. España, Chile, Portugal brindan
ejemplos triunfantes de políticas formulada dentro del marco de la transición
democrática. Más allá de la resistencia de grupos en el poder, existe en el
país una demanda de cambio que debería traducirse en acuerdos políticos amplios
que pongan fin a este ciclo del mal llamado Socialismo del Siglo XXI.
Una advertencia. La MUD deberá sortear la inmediatez táctica. Evitar el
desgaste que implica la lucha entre aliados y el personalismo dieciochesco. Los
tiempos demandas políticas y políticos que estén a la altura de las actuales
circunstancias. En caso contrario, se abriría un vacío de consecuencias
impredecibles.
Sin la menor duda, la política es así.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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