Hace un tiempo se escandalizó la prensa porque Hitler
había aparecido en los años 1930 en la portada de ABC. Más revuelo hubo cuando
se publicó la foto de la actual reina de Inglaterra, de niña, haciendo el
saludo fascista. ¡La malvada derecha no criticaba a los nazis!
Se trataba de una gran mentira: los que admiraban al
nazismo entonces eran muchos, en la izquierda también. La revista Time nombró
en 2015 person of the year a la canciller Angela Merkel. ¿A qué otro ciudadano
alemán cree usted que otorgó tan importante galardón en 1938? Pues sí,
efectivamente, a Adolf Hitler.
Grandes basuras de la humanidad han sido saludadas por la
opinión pública, los políticos, los intelectuales y los medios de comunicación.
Hoy nos parece incuestionable que Stalin, por decirlo suavemente, no fue un
socialista ejemplar. Pero eso no era lo que pensaban Pablo Neruda o Rafael
Alberti, que le dedicaron emocionados poemas cuando los comunistas de Stalin
asesinaban a millones de trabajadores. Lo mismo sucedió en otros países, donde
Stalin fue admirado hasta la década de 1950. Sin ir más lejos, ¿a quién cree
usted que nombró la revista Time “hombre del año” nada menos que en dos
oportunidades, en 1939 y 1942? Pues sí, efectivamente, a Joseph Stalin, uno de
los más grandes criminales que ha dado el comunismo.
Volvamos a los nazis y a los años anteriores al final de
la Segunda Guerra Mundial. Cuando Hayek publicó Camino de servidumbre en 1944,
con su famosa dedicatoria “a los socialistas de todos los partidos”, denunció
algo que hoy nos parece increíble. Constató que las políticas económicas de
Hitler, contra el cual los aliados estaban aún combatiendo, habían sido
elogiadas en todo el mundo, incluido el Reino Unido. El intervencionismo de
Franklin Roosevelt fue aplaudido por Mussolini, que también era una figura muy
apreciada antes de la guerra, por su antiliberalismo, y que calificó a
Roosevelt como “un verdadero fascista”. Y lo más destacado del comunismo y el
nazismo no son sus diferencias sino sus coincidencias, como lo prueba Luciano
Pellicani en su libro Los dos rostros del totalitarismo (http://goo.gl/Ugff21;
cf. también “Fascismo y progresismo” en Panfletos Liberales III).
Cuando vemos hoy a fascistas encantados con el populismo
de Podemos, estamos asistiendo a un nuevo acto de esa tragedia antiliberal, que
se repite por la comprensible resistencia de la corrección política a reconocer
que Hitler es, mire usted por dónde, uno de los suyos. El siniestro líder nazi
ponía todo el énfasis en lo colectivo, lo público, lo social (“volk”),
abominaba del capitalismo, despreciaba el liberalismo y el mercado, y aplicó
medidas para limitar el beneficio de las empresas. Por cierto, cuando los
políticos de Podemos hoy se rebajan el sueldo por el bien del pueblo, conviene
recordar que Hitler renunció a él (Richard Grunberger, A social history of the
Third Reich, Londres: Weidenfeld and Nicolson, 1971, págs. 84-85).
Carlos Rodriguez
Braun
carlosrbraun@gmail.com
@rodriguezbraun
España y Argentina
http://www.larazon.es/opinion/columnistas/hitler-y-la-correccion-politica-II11912857#Ttt1Y0PiP397npBQ
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