No solo Venezuela se encuentra en una espiral, vorágine,
de lo grotesco y arabesco, como tituló Edgard Allan Poe una serie de sus
cuentos insólitos, marcados por lo inverosímil, el terror y lo desconcertante
que no llegaba a ninguna parte o culminaban en lo inesperado. Quizá por ello
“de lo grotesco” y, en cuanto a lo de “arabesco”, en aquél entonces, a mediados
del siglo XIX cuando los publicó, no existía Al Qaeda, Al Fatah, el Califato
Islámico, el Socialismo del siglo XXI, la Mara Salvatrucha, el kirschnerismo ni
Podemos de España, lo arabesco no era sinónimo de reserva ante el islamismo, se
refería al arte moruno expresado en sus enrevesadas tallas de madera y
filigranas en las paredes, que tanto admiramos en el arte al-Andalus. Pero el
título en sí, del autor de El cuervo y La fosa y el péndulo, es una definición
de comportamiento extraño en lo humano.
En Tumeremo, una
pequeña villa del Estado Bolívar en Venezuela cuya única razón de existir en
medio de la selva es la de proporcionar aposento, rocolas, cerveza y ron a la
gente de paso, así como mineros a destajo a los explotadores de los preciosos
minerales que yacen en el subsuelo, desaparecieron; así de repente, de un día
para otro 28 precarios mineros soñando siempre en la veta principal, en el diamante
escondido que les pudiera sacar de la miseria del día a día, llevarse a su
mujer a la ciudad, vestirla de suaves tejidos de algodón o tafetán, según su
gusto, bañarla en cremas, de esas que aparecen en los anuncios para recuperar
la lozanía dejada en la batea, comprarle una moto a su hijo y un 4×4 doble
cabina con aire acondicionado para sí, no regresaron.
Se corrió el
rumor, se escapó uno; y sus mujeres salieron a la calle. Hasta que la sospecha
se convirtió en certitud: fueron asesinados bajo la aparente protección de
oficiales del SEBIN y de la Guardia Nacional, según se decía. Demasiado dinero
de por medio para que unos sin camisa vinieran a entrometerse; políticos
poderosos, chinos, rusos, brasileros, boliburgueses, cualquiera de ellos podría
estar detrás del crimen colectivo. El gobernador sempiterno, el general Rangel,
negó los hechos y acusó a la oposición, a Uribe, Obama, de querer desprestigiar
la revolución.
Hasta que no fue
posible ocultar los hechos. Rangel tuvo que decir que no fueron 28 sino menos,
que fueron paramilitares, que no estaba involucrada la Fuerza Armada
Bolivariana, que estaban politizando el caso. Y allí está, un nuevo escándalo
del Estado Forajido dirigido por forajidos, que será superado por otro mayor,
para olvidar el anterior.
En España, la
alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, militante de Podemos, irrumpe en la Feria de
la enseñanza, se detiene ante el stand donde los militares informan sobre
oportunidades, y les dice: “Ustedes saben que no son bienvenidos aquí”, “es
mejor que se vayan, por aquello de separar los espacios” dio media vuelta y
continúo su ronda. ¿Y estos chavistas españoles, militantes espirituales del
Califato Islámico, de Belcebú y lo grotesco, qué se creen? Esos militares le
ganaron la guerra en su momento, y con el tiempo, le abrieron la puerta, para
que estos Colaus llegaran al Congreso y alcaldías.
En Brasil, se
derrumbó el Foro de Sao Paulo en las manos de Dilma Rousseff, no pudo con la
tramposería heredada, hasta al mismísimo Odebrecht paró en la cárcel, detrás de
los directivos del Petrobrás y el Tesorero del Partido de Lula, ahora acusado
formalmente de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito. ¿Y qué dice Lula?,
que es una conspiración de la derecha (pues Odebrecht que es de derecha, era el
socio de la Petrobrás de Lula, que es de izquierda).
Así las cosas, los cuentos de Poe parecieren más cándidos
que los escritos por Hans Christian Andersen.
Juan Jose Monsant
Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
El Salvador
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