En la mañana
del 3 de agosto de 1492, bajo los efectos ardientes del sol de los veranos
españoles, en Puerto de Palos, próximo a Moguer, cerca de Huelva, una
entusiasta poblada de hombres del mar, embarcaba, dispuesta, en las tres
Carabelas del Almirante Cristóbal Colón, con destino incierto, de espaldas a la
brújula de la historia. No había rumbo definido, ni justificación precisa para
la aventura. Surcarían el océano y ¡quién sabe adónde irían! Tal cual como
sucedió, setenta días más tarde, cuando se les atravesó en el camino un islote
imprevisto, ocupado por extraños, al que llamaban “Guahananí” y el cual
posteriormente los visitantes náuticos terminaron por llamar “San Salvador”,
como profesión de fe a su concreta formación religiosa. América toda quedaba al
descubierto para el conocimiento del mundo.
Siglos más
tarde, desde el meridiano 120 Oeste, en el Norte de América, un emisario
consciente, representando más que a un Estado soberano, a una inteligencia
consumada, partía hacia el Sur, con claridad de rumbo, precisión
estratégica y propósito suficientemente
estudiado, a fin de abrir las puertas intocadas del futuro y darle al mundo, lo
que el mundo siempre ha esperado del “nuevo mundo”. Barack Obama pone un pie
sobre La Habana, en las Antillas y da un gran salto sobre el ecuador, para
colocar sus ideas en la boca de las aguas del río de La Plata. El manto de
ignorancia del primer viajero, quien no sabía, al partir de la Europa del Siglo
XV, para dónde iba y adónde llegaría,
permitió, ciertamente, que al último trashumante de referencia, el Presidente
de los Estados Unidos de América, --¡un mestizo, un hombre de color!-- las
coordenadas, escrutadas y previstas con estricto orden, le guiaran hacia el
destino necesario, en nombre de los siete mil millones de seres humanos que
ocupan el planeta Tierra.
¡Curiosas
circunstancias de la historia! Para el tiempo de Colón, el oro lo valía todo.
En estos días, son el saber y el conocimiento los que mueven a un mundo que
está obligado a avanzar con el pensamiento. Hoy por hoy, si existe algún
imperio, --palabra y significado enterrados para siempre-- sería el “imperio de la inteligencia”, porque
lo único que los nuevos tiempos no le permiten al hombre es que deje de pensar.
Obama se alza en los aires, en el mero occidente, recorriendo el perfil de
Norte a Sur de todo un Continente, porque son así, las circunstancias de la
nueva historia, quienes se lo exigen. No hay aventura; no hay pasión personal;
no hay un libre albedrío que se mueva al azar. Es América quien lo mueve y lo
acompaña, convencida de que el mundo vale la pena ser salvado.
En la Plaza
de la Revolución dijo lo que tenía que decir: los cubanos son los únicos dueños
de Cuba; pero los cubanos tienen que “inventar y no copiar”. Ser auténticos; no
vivir de ideologías prestadas. Saber para qué viven; saber cómo viven y cómo
deben vivir, porque tienen un “por qué” vivir. Así como la Naturaleza tiene una
vocación solidaria y requiere del equilibrio en el comportamiento de todas sus
especies, porque nada ni nadie debe ser el punto de quiebre, el “breakpoint”,
del Universo, los seres humanos, las Naciones, los Continentes, tienen que
tender a ser aliados, a unirse, a confederarse, para que el nuevo tiempo los
reciba con la fuerza indispensable de la integración. Particularmente, América
no debe seguir siendo “del Norte; del Centro; del Sur”. América debe ser una
sola en todo el hemisferio. Organizar todas sus unidades de producción para el
cumplimiento de objetivos específicos, así como todas sus expresiones sociales,
su cultura, en apoyo a su propia sobrevivencia y en función de la salvación del
mundo. Europa, hoy disminuida, tardó mucho tiempo en unirse. Sus recursos
fueron estrechándose y ya todo lo que se podía hacer, se hizo. Pero América
está demasiado joven para rendirse en una rutina sin justificación alguna. Debe
ya, levantar la cabeza y acelerar el paso. Creemos que este aspecto fue el
fundamental en el discurso de Obama. Sobre todo, cuando en el centro del gran
Buenos Aires, dijo a los gauchos: “together”. La vida no es un tango; pero
tampoco un “spiritual” de rebeldía racial.
Seamos
justos: América tiene todas las riquezas materiales; las mayores cuencas
hidrográficas del mundo; las tierras más feraces; los climas mejor
distribuidos. América es una bondadosa potencia, hipotéticamente unida. Pero
todavía los americanos no se quieren entre sí. No son capaces de integrarse en
grandes corporaciones continentales; privan los pequeños egoísmos nacionales y
el discurso de la “integración” se queda en las palabras rimbombantes de
políticos de moda. Obama vino al Sur a decirnos, en nombre del Silicon Valley,
en nombre de la inteligencia, de Harvard, de los millones de pensadores, de
investigadores, de innovadores, de revolucionarios de la expansión creativa,
que sólo podemos responder al reto del mundo, con una actitud, con una palabra
llena de magia y persuasión colectiva: “together”. Comenzó la hora de la unión
de todos los americanos. No lo perdamos de vista y entendámonos “juntos” para
crecer y vencer. “Thanks, mister Obama”.
Rafael Grooscors
grooscors81@gmail.com
@grooscorscaball
Miranda - Venezuela
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