No quiero prejuzgar
sobre las distintas posiciones existentes en la Asamblea Nacional. Todas son
respetables, entre otras cosas por el origen popular de quienes las
representan. Todas ellas expresan la necesidad de ponerle punto final al
régimen que acaba de iniciar el año dieciocho de permanencia en el poder. Esto
significa que no basta con la salida de Nicolás Maduro de la presidencia. Sería
un paso largo, importante, pero no suficiente para concretar el cambio radical
que Venezuela necesita.
Sin embargo,
manifiesto mi preocupación por el exceso de ingenuidad, comodidad o no sé qué
cosa de algunos. Todos sabemos que estamos en plena confrontación entre las
distintas ramas del poder público. El jefe del Ejecutivo está obsesionado
contra el Legislativo. Usa y abusa de la rama judicial para desnaturalizarlo y
neutralizar las funciones constitucionales de la Asamblea. Este Tribunal
Supremo de Justicia, agencia judicial del Ejecutivo, es una verdadera vergüenza
nacional, la más grave estafa institucional que sufre el país y los demás
poderes como el electoral, CNE, el llamado Poder Ciudadano y hasta los mandos
militares que controlan a las fuerzas armadas, parecieran estar al servicio de
la liquidación de la máxima expresión de la soberanía popular, es decir, de la
Asamblea Nacional.
No será fácil la
reconstrucción de la República. Está en manos de la Asamblea la responsabilidad
mayor. Casi todas las iniciativas anunciadas hasta ahora por los distintos
voceros de los partidos serán obstruidas, saboteadas y entorpecidas en grado
superlativo por el resto de los poderes. No necesariamente tendrán éxito, pero
pueden retrasar el proceso hasta límites intolerables. Referéndum revocatorio,
enmienda para recortar el período, destitución del jefe del Ejecutivo por
abandono e incumplimiento de sus funciones o, incluso, la renuncia voluntaria u
obligada del mismo, necesitan transitar caminos llenos de obstáculos y peligros
graves.
Recordemos que este
régimen mató el derecho como instrumento de regulación de la vida en sociedad,
de las relaciones de los ciudadanos entre sí y de estos con el Estado-gobierno.
No está vigente la Constitución. Tampoco existe un ordenamiento jurídico más o
menos estable que regule los conflictos y garantice el total acatamiento de las
decisiones.
En estas
circunstancias las esperanzas están puestas en la Asamblea Nacional. Me inclino
por la destitución del jefe del Ejecutivo y la inmediata convocatoria a una
Asamblea Nacional Constituyente originaria o convocada por la propia Asamblea.
Se iniciaría muy pronto una transición para lograr la citada reconstrucción
nacional. Ninguna otra rama del poder público podría interferir este proceso y
Venezuela volvería a ser una nación libre, democrática y verdaderamente
soberana. Seguiremos con el tema.
Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
Desde El Puente
Caracas - Venezuela
Es ingenuo pensar que lo destituyan, asi de simple, y que se ejecute.
ResponderEliminarSer destituido por la AN es demasiado facil para ser cierto. No porque sea imposible,sino porque no lo permitirá el Ts de injusticia, el despacho Judicial del régimen.
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