La AN está sometida a
una doble presión: la del régimen, al tratar de inutilizarla, y la zigzagueante
de la sociedad democrática que quiere ver resultados inmediatos. Henry Ramos
Allup y los dirigentes partidistas han logrado enfrentarla con habilidad
táctica, pero comienzan a haber signos de preocupación, al ser una institución
de la cual se esperan desenlaces rápidos. Ostenta legitimidad plena, aunque
asediada y desconocida por el régimen.
La presión roja no
por obvia deja de ser escandalosa. Los próceres del régimen ahora se quejan
hasta del más mínimo suspiro opositor. “¡Ay, bicho!”, parecen exclamar cuando
sus delicadas sensibilidades son rozadas por la crítica.
Sin embargo, la
presión de la opinión pública opositora tiene factores más complejos y sutiles.
El estado de felicidad producido por la victoria del 6-D desencadenó empatía
total con la Asamblea instalada en enero. Una victoria que, por inmensa, no
pudo ser escamoteada; que contó con el apoyo de los militares de abajo hacia
arriba y la vigilancia internacional. La Asamblea ha sido “mi Asamblea” para
cada ciudadano. Lo sigue siendo, aunque con riesgos.
La primera
satisfacción simbólica del país democrático fueron dos acciones del presidente
de la AN: el desalojo de los cuadros de Chávez y del falaz Bolívar digital, y
sus primeros discursos. El tema de las imágenes trató de ser usado por el
gobierno con escasa suerte, y, por su lado, los discursos fueron redentores.
Algo así como que, por primera vez, se les decía en su cara en forma continuada
y dura a los miembros del elenco gobernante que son una minoría y que van a ser
desalojados del poder. Verlos revolverse en sus asientos se convirtió en
espectáculo reivindicativo. El discurso urticante de Henry Ramos se hizo famoso
(aunque acoto que sus más recientes intervenciones en la tribuna callejera
apelan innecesariamente a los tacos que, aunque aplaudidos, no agregan valor).
Después de estos
satisfactores, ¿qué puede hacer la AN? Se sabe que cualquier movimiento serio
será anulado por los mastines judiciales. Pero hay un terreno en el cual puede
actuar y el régimen no puede hacer nada para impedirlo. Es la acción simbólica,
tan real, efectiva y contundente como un mazazo. Es la que evidencia la
inconstitucionalidad del régimen: mediante la aprobación de la amnistía, la
incorporación de los diputados de Amazonas, la destitución de los magistrados
exprés del TSJ y la investigación sobre la nacionalidad de Maduro.
Si el régimen acata
esas decisiones, bien. Si no acata, acelera su salida.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
El Nacional
Caracas - Venezuela
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