La
AN viene desarrollando una labor legislativa excepcional tendiente a producir
un cambio en el sistema político imperante que destruye al país cada día
más. Los ciudadanos que queremos cambiar
el rumbo del país, debemos dar un voto de confianza público a la AN.
El
régimen busca bloquear salidas para el cambio, la capacidad de mentiras no
tiene límite. Ante la grave crisis que vive el país habiendo ganado la
oposición la AN con abrumadora mayoría el 6D, el gobierno de Maduro, que maneja
a su antojo el servil alto mando militar y el Tribunal Supremo de Justicia,
como fuesen marionetas, ha tomado el camino de obstruir la labor legislativa,
competencia exclusiva y excluyente de la AN, no acatando ninguna de las leyes
que apruebe, lo que es una violación flagrante a la Constitución, ante una
inercia social y política que,
indirectamente, acepta pasivamente el latrocinio generalizado de un régimen
para quien la putrefacción política y moral es la regla y no la excepción,
necesariamente debemos convertirnos en ciudadanos proactivos para luchar por el
cambio de reglas y no de caras.
El cambio sólo es posible con una reforma
profunda, radical y sostenida, en lo social, económico y político a lo cual no
está dispuesto el régimen. El discurso oficialista está plagado de
discrecionalidad y arbitrismo, sin propuestas al complejo problema de la
crisis, un enfoque de arbitrariedad y nefasta demagogia populista, sin
vislumbrarse una opción de cambio coherente y políticamente fiable. El régimen
ha entrado en una nueva etapa de degradación y de estrecha visión política, con un discursoestructurado para influir,
manipular, distorsionar, confundir, persuadir, convencer y generar falsas
esperanzas a una parte importante de la población que hoy clama por un cambio
de régimen político.
“Cambio”, es un término que en el colectivo social significa un grito de desesperación, ahora, pareciera que no hemos entendido hacia dónde debemos dirigir el discurso político para que se traduzca en una verdadera opción de cambio.
En
situaciones como la que vive el país, cambiar significa atreverse, retar,
decidirse, no titubear, no a la inercia, no al miedo, no basta con que la
palabra cambio llene los espacios divulgativos en todos sus órdenes, creando
expectativas e ilusiones que luego se traducen en frustraciones, en
consecuencia, ante la grave crisis que nos agobia, la palabra “cambio” pasa a
ser el sentimiento de libertad, de soberanía, de dignidad ciudadana, por tal
razón el discurso político, con requerimiento especial a los diputados a los
diputados que recibieron el plácet del voto y se desempeñan en la AN, debe
ocuparse del anhelo ciudadano y demostrar que “cambio” es un estandarte de
libertad, una esperanza para un futuro digno, es la respuesta a una ilusión.
Se
entiende que el discurso político está inserto en una dinámica que lo
transforma constantemente, pero aun así, el diputado, el dirigente político, el
analista político debe estar preparado para responder a esos cambios, bajo la
premisa que la sociedad ha sido y seguirá siendo la palanca principal para el
desarrollo sociopolítico, si se logra conciliar un discurso cohesionado y
convincente podemos lograr el éxito anhelado, cual es, darle sentido al cambio
de rumbo que el país exige, sin olvidar que
el discurso del cambio tiene hoy otro lenguaje, otro formato, una
estructura diferente, a la de los últimos 18 años.
Dijo Confucio: “Si los conceptos no son
correctos, las palabras no son correctas; si las palabras no son correctas, los
asuntos no se realizan; si los asuntos no se realizan, no prosperan ni la moral
ni el arte; si no prosperan la moral y el arte, la justicia no acierta; si la
justicia no acierta, la nación no sabe cómo obrar. En consecuencia, en las
palabras no debe haber nada incorrecto. Esto es lo que importa”. Esta es “La
difícil ruta del cambio”.
Fernando
Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin
Carabobo - Venezuela
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