Creyéndose un constructor del futuro, Chávez en realidad fue un restaurador del pasado, y no de cualquier pasado, sino precisamente del pasado de la “real gana”
Venezuela tiene la
deshonrosa distinción de ser el primer país en índice de miseria (159.7), un
indicador económico que suma la tasa de desempleo a la tasa de inflación, el
cual indica una situación de elevados costos económicos y sociales para un
país. Es también el primer país en el ranking de menor libertad económica y de
mayor violencia, todo ello logrado en nombre de una supuesta revolución
bolivariana que se ha tratado de imponer forzadamente.
Una revolución que ha
devenido en una alianza delincuencial entre civiles y militares para practicar
el mayor saqueo de la riqueza nacional mediante una escandalosa e impune
corrupción. Socios en el arte de las triquiñuelas, el robo y el peculado;
cómplices en la inmoralidad que se enseñorea; afincados en un ideario, no en
una ideología, que le confiere rasgos militares al pensamiento de izquierda. En
lugar de acciones revolucionarias lo que llevan a cabo son operaciones audaces
como bandas organizadas desde la altura y los privilegios del poder.
El árbol de las tres
raíces como símbolo inspirador, sólo quedó para orinar y defecar bajo su
sombra, porque Chávez, como lo escribió ese gran periodista que fue Alberto
Garrido, “optó por asociar de manera agresiva el discurso y parte del programa original bolivariano, con un esquema
de poder unipersonal y caudillesco, tomado de los consejos que un sociólogo
neonazi argentino vinculado a uno de los movimientos guerrilleros árabes
antijudíos, Norberto Ceresole, construyó para él,” Le hizo pensar en el
establecimiento de un mundo multipolar, donde pasaría a ser el gran líder del
eje de poder latinoamericano y caribeño; “eje que se combinaría con otro
que tendría como punto de apoyo a los
gobiernos antinorteamericanos y antijudíos de la OPEP como Irán, Irak y Libia.”
No fue un ideal como
lo definió José Ingenieros; tampoco un sueño como el que inspiró a Martin
Luther King, fue la ambición personal de poder lo que impulsó la mayor estafa
política, económica y social de la que ha sido víctima pueblo alguno en el
concierto latinoamericano.
Chávez, como lo describió Enrique Krauze: “se autoproclamó heredero de la revolución de Fidel Castro y la hazaña liberadora de Bolivar”. . . . .en una noción de historicismo que ha sido “una versión involuntaria y primitiva de la teoría histórica de Carlyle: un tropical historicismo de los héroes”. Hoy Venezuela toda sufre las consecuencias de ese extravío revolucionario. Es urgente desplegar con realismo las alas de la libertad.
Neuro
Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
Zulia - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario