Nicolás Maduro está
poniendo a prueba la capacidad de aguante de los venezolanos. Pero también está
poniendo a prueba a la dirigencia política aglutinada en la MUD. Los últimos
acontecimientos que han venido ocurriendo en el país y que involucran a la
nueva Asamblea Nacional y a la Sala Constitucional del TSJ, demuestran
fehacientemente que el gobierno revolucionario anda buscando tres objetivos
precisos: 1) demostrar que la mayoría opositora en la AN no sirve para nada; 2)
diluir la ola democrática que se manifestó el 6 de diciembre de 2015 y 3) ganar
tiempo para reagrupar fuerzas e impedir la caída de este régimen moribundo.
El primer objetivo
pareciera que se está cumpliendo. La Sala Constitucional tiene instrucciones de
reprobar todas las leyes aprobadas en la AN. Cada proyecto de ley que llegue a
manos del TSJ será rechazado. La intención es dejar a la AN como un jarrón
chino. Algunos diputados piensan que cada vez que el TSJ rechaza una ley el
gobierno de Maduro pierde puntos. Pero yo estoy empezando a creer lo contrario:
la AN también pierde puntos. Ya hay por ahí algunos venezolanos que empiezan a
preguntarse si valió la pena haber votado el 6D para elegir una nueva AN a la
que nadie le para bolas.
El segundo objetivo
no se ha cumplido, pero el gobierno trabaja afanosamente en su propósito:
diluir la gran ola democrática y opositora que se manifestó el 6 de diciembre
de 2015. Hagamos un poco de historia: en diciembre de 2007 los venezolanos
propinamos la primera gran derrota electoral a Hugo Chávez. Ese año, con una
mínima pero muy importante diferencia de votos, fue derrotada la pretensión
totalitarista del régimen que buscaba modificar la constitución de 1999 para
instaurar en Venezuela un gobierno de corte castro comunista.
Las fuerzas
democráticas, apuntaladas en un movimiento estudiantil vigoroso, que cobró vida
tras el cierre arbitrario e ilegal de la señal abierta de RCTV, se organizaron e impidieron que Chávez
pudiera modificar 69 artículos de la carta magna para adecuar el texto
constitucional a sus deseos megalómanos de perpetuidad gubernamental.
Pero tras haber
ganado la consulta, el 2 de diciembre de 2007, la oposición cometió un gravísimo
error que en política se paga muy caro: se durmió en los laureles. Los líderes
de oposición se emborracharon de poder. Los partidos políticos desaprovecharon
aquel 51% de votos obtenidos en el referendo y en lugar de organizar una agenda
de trabajo que permitiera buscar la salida constitucional del gobierno de Hugo
Chávez, empezaron a trabajar en sus propios proyectos personalistas y de grupo
(las gobernaciones y alcaldías) y eso hizo que la gran ola democrática y
opositora que recorría gran parte de Venezuela se diluyera en los meses
venideros.
En 2008, los partidos
descuidaron su objetivo fundamental (salir de Hugo Chávez) y concentraron sus
esfuerzos en tratar de conquistar espacios de poder. El resultado: el
oficialismo ganó 17 gobernaciones y la oposición 5. La gobernación de Amazonas
no tuvo elección. La ola opositora de diciembre de 2007 se diluyó.
Algo parecido pudiera
estar ocurriendo en 2016. Como todo el país muy bien lo sabe, las fuerzas
democráticas ganaron holgadamente las elecciones parlamentarias del pasado 6 de
diciembre de 2015. La MUD obtuvo 112 diputados (81 nominales, 28 por listas y 3
representantes indígenas) mientras que el PSUV alcanzó 55 diputados (32
nominales y 23 por listas). Según el portal oficial del CNE, la oposición ganó
con el 65.27% de los votos, mientras que el oficialismo apenas llegó a un
32.93%.
Pero en lugar de
aprovechar ese inmenso caudal electoral de 65.27% y convertirlo en una fuerza
demoledora para tratar de sacar del poder a Nicolás Maduro, los partidos comenzaron
el año 2016 desarrollando sus propias estrategias políticas para adecuarlas a
sus intereses y sus ansias de poder. Esa es la razón por la cual los partidos
que integran la MUD no lograron ponerse de acuerdo con relación al mecanismo
que había que aplicar para salir de Maduro. Unos propusieron enmienda. Otros la
renuncia. Algunos la Constituyente y otros el revocatorio. Como no hubo
consenso, la decisión fue salomónica: hay que activar todos los mecanismos al
mismo tiempo. El resultado: han pasado casi 4 meses y todavía no se le ve el
queso a la tostada, mientras que el oficialismo se atrinchera, se refuerza y
coge un segundo aire.
En mi modesta
opinión, lo primero que debieron haber hecho nuestros 112 diputados, al día
siguiente de haber sido juramentados en la nueva AN fue recorrer cada rincón de
Venezuela recogiendo firmas para solicitar la activación de un Referendo
Revocatorio. El 6 de enero, 24 horas después de haber tomado posesión de sus
curules, cada diputado principal y suplente debió haber estado en un municipio
recogiendo rúbricas. La primera decisión que debió adoptar la junta directiva
de la AN el 5 de enero debió ser la aprobación de una resolución mediante la
cual se le solicitaba al CNE la activación del mecanismo constitucional para revocar
a Maduro.
Hagamos historia una
vez más: el primer referendo convocado por Hugo Chávez se llevó a cabo el 25 de
abril de 1999, apenas 2 meses y medio después de que éste asumiera la
presidencia de la República. Chávez ganó las presidenciales el 6 de diciembre
de 1998. Tomo posesión el 2 de febrero de 1999 y ese mismo día, sin pérdida de
tiempo, firmó el decreto convocando a un referendo consultivo para activar la
constituyente. Chávez no dejaba respirar a sus enemigos.
Una de las reglas de
oro de la política es que al enemigo no se le puede dejar pensar. Cuando el
adversario está acorralado en una esquina, boqueando, sin aire, tratando de
asimilar el certero golpe que le han propinado en el mentón, el retador se va a
la otra esquina a tomar agua, se sienta en el banquito, y espera solamente que
el árbitro reanude el combate. Tan pronto se reinicia la pelea, el retador no
permite que el otro boxeador recobre el sentido. El retador sabe que si quiere
ganar la batalla, tiene que ir con todo. Tan pronto como el referí haga el
conteo de protección y se retire, dejando completamente sólo al boxeador, el
retador se irá sobre él para propinarle un solo golpe que lo deje tirado en la
lona y se acaba la historia.
Eso era exactamente
lo que debía haber hecho la MUD y sus 112 boxeadores en la nueva Asamblea
Nacional. Debimos tomar la calle el 6 de enero, recoger 10 millones de firmas y
consignarlas en el CNE. Debimos aprobar un decreto, el mismo 5 de enero,
convocando a referendo revocatorio. Debimos convocar a todos los venezolanos
demócratas a la sede del CNE y emplazar a Tibisay Lucena a que nos entregara
las planillas el día después de haber instalado la nueva AN. En pocas palabras,
teníamos que propinarle al gobierno un golpe certero en el mentón, tirarlo a la
lona y no permitir que se volviera a levantar.
No lo hicimos de esa
manera. Nos emborrachamos de poder una vez más. Cada partido sacó su propia
calculadora. Nos descuidamos. Y dejamos que Nicolás Maduro se atrincherara en
la Sala Constitucional del TSJ, desde donde se montó una barricada para impedir
el avance de las fuerzas democráticas y desconocer la mayoritaria manifestación
popular del 6D.
La gran duda que
queda en el aire es saber si los partidos que integran la MUD harán en 2016
exactamente lo mismo que hicieron en 2007. Hace 9 años, descuidamos el caudal
electoral que obtuvimos en el referendo que le ganamos a Hugo Chávez y
escogimos el camino de las elecciones regionales antes que el camino para salir
de Chávez. Este año todo parece indicar que podría ocurrir exactamente lo
mismo: los partidos empiezan a mover sus piezas para concentrarse en las
elecciones regionales de gobernadores y parecieran estar descuidando el
objetivo fundamental por el cual casi 8 millones de venezolanos salimos a votar
el 6 de diciembre de 2015: salir del nefasto gobierno de Nicolás Maduro.
Alguien debe recordar
a la MUD que los venezolanos no votamos el 6 de diciembre por ningún partido.
Tampoco lo hicimos por algún candidato en particular. El 99% de los electores
que salimos a votar el 6D lo hicimos porque queremos sacar a Maduro del Palacio
de Miraflores. Ese proceso electoral fue un plebiscito. Fue una manera de
decirle a Maduro que no estamos con él.
Y fue una orden tajante y directa a los factores democráticos: los venezolanos
queremos salir de este gobierno y lo queremos hacer ya. No mañana ni pasado
mañana. Hoy mismo.
Los partidos y los
líderes políticos deben entender que si ellos no acatan esa orden el mismo
pueblo que salió a votar el 6D buscará la manera de que esa orden se ejecute.
Se equivocan aquellos que sacan la hoja de cálculo para ver cuántos diputados
tiene el partido X o el partido Y, o cuántos votos tiene el candidato zutano o
el candidato mengano. No es momento de contar y repartir gobernaciones.
Ya basta de agendas
ocultas y tanto cálculo político. No cometamos en 2016 el mismo error que
cometimos en 2008, tras haber ganado el referendo de 2007. Las elecciones
regionales son importantes. Por supuesto que lo son. Todos queremos salir de
esos gobernadores socialistas y revolucionarios que tienen a nuestros estados
convertidos en un completo desastre. Pero tanto o más importante que eso, es
salir de Nicolás Maduro y su bochornoso gobierno. Esa y no otra debe ser la
prioridad.
Gustavo
Azocar Alcala
cafeconazocar@gmail.com
@gustavoazocara
Tachira - Venezuela
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