CAÍDO
EN MANIFESTACIONES POR LA LIBERTAD
Apenas
contaba 16 meses de edad cuando en enero de 1999 comenzó esta trágica época
signada por una revolución de muerte, tristeza, degradación y ruina. Se llamaba
Jairo Ortiz y tenía solo 19 años de edad. Quién sabe si más de una vez me lo
crucé por estos espacios de los Altos Mirandinos donde ambos habitamos. ¿Sería
aquel bebé juguetón que en brazos de su madre nos festejaba en el centro
comercial? ¿O más adelante, el niño de las travesuras en el parque? ¿O el
liceísta delgaducho que se estiraba al ritmo de sus hormonas y sueños? ¿O aquel
joven que la semana pasada me sonrió en los pasillos universitarios, apurando
sus pasos en búsqueda del ansiado título universitario que le abriera los
caminos del futuro?
Nunca
lo sabré. Jairo, ese joven asesinado por un funcionario de la Policía Nacional
Bolivariana, no conoció otro sistema de gobierno que éste de destrucción, ruina
y exterminio. Y fue ese mismo régimen el que decretó su muerte por el simple
hecho de estar en una concentración de jóvenes armados de entusiasmo, que quieren vivir en esa libertad que nunca
han conocido pero que la sienten en sus corazones.
Jairo
se une a esa larga lista de estudiantes que han caído en manifestaciones por la
libertad en años recientes. Jesús Mohamed (2002), Douglas y Julio (2008), Jesús
(2009), Angelo, Daniel, Geraldine, Génesis y José Ernesto (2014), Kluiverth
(2015), entre muchos otros, se suman a los más de 200 mil asesinados en la
Venezuela de los últimos 18 años. Asesino de Jairo es el policía que ejecuta a
sangre fría, con gatillo alegre, bajo la protección de un número siniestro,
8610. Por si se nos olvidó, número de la resolución del Ministerio de la
Defensa, que desde enero de 2015 y reiteración del TSJ en sentencia Nº 00840 de
2016, permite inconstitucionalmente a los cuerpos de seguridad del estado el
uso indiscriminado de armas de fuego contra la población civil, sin que medie
ninguna provocación salvo la corazonada del funcionario, transgrediendo
cualquier convenio internacional sobre la materia. En realidad, el policía
acaba siendo la mano ejecutora de una política de estado tejida por el régimen
en contra de los ciudadanos que osen expresar sus desacuerdos a la barbarie en
la que estamos sumergidos.
La
política general es precisamente la represión despiadada, sintetizada en la
malhadada resolución 8610. Es lo que estamos viendo y sintiendo. Allí están sus
frutos: los muertos de hoy, de ayer, del último mes, de años pasados. Jóvenes,
la mayoría de ellos, participando en protestas pacíficas para exigir un mejor país,
ese país al que todos aspiramos y al que ellos, más que nadie, tenían derecho.
Ellos no estarán con nosotros para
incorporarse al cercano amanecer de la nueva patria que nos espera para
reconciliarnos como nación, para hermanarnos en la empresa conjunta de
construir un país de instituciones sólidas y desarrollo duradero. Su ausencia
definitiva crea en nosotros el deber moral de luchar por esa patria que ellos
soñaron sin haberla vivido.
Jairo
era estudiante universitario y también se ensayaba como poeta en las redes
sociales. No le interesaba acumular bienes de fortuna porque “El dinero no es
poder, el verdadero poder es el conocimiento, y déjame decirte que ansío tener
más poder del que tengo”. Amaba la vida
(“La única manera de no temerle a la muerte, es hacerle el amor a la
vida, de lo contrario ya estás muerto en vida”) pero ésta se le mostró mezquina
a sus 19 años al cruzarle la bala de un PNB deshumanizado con el plan de una
supuesta patria bañada en sangre bajo el número 8610.
“Vive
hoy como si fuera el último día de tu vida, porque el mañana es inseguro, el
ayer no te pertenece y solamente el hoy es tuyo”, nos dijo Jairo, con una
sabiduría de ancianos, mientras un Jairo
enamorado hablaba de la muerte en lo que sin saberlo, sería uno de sus últimos
trinos (@jairo_ortizj ): “Estaba muerto antes de conocerte, y así si en un
futuro mi cuerpo perece, mi alma estará a tu lado para siempre”.
Gioconda San Blas
gsanblas@gmail.com
@daVinci1412
Miranda – Venezuela
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