EL MIEDO A PERDER EL PODER
Entre
los propósitos, no sé si conscientes o implícitos, de las sentencias 155 y 156
del Tribunal Supremo de Justicia, con las cuales se despojaba a los diputados
de la inmunidad parlamentaria, al tiempo que el TSJ asumía las competencias de
la Asamblea Nacional, se encontraba medir la respuesta nacional e internacional
que produciría una eventual suspensión de las elecciones previstas para 2018,
cuando habrá que elegir un nuevo Presidente de la República.
En
esa ocasión, todo el poder del régimen estará en juego. Perdido el control de
la Asamblea Nacional ante la abrumadora mayoría opositora en diciembre de 2015,
los grupos que respaldan a Nicolás Maduro podrían salir eyectados de todos los
espacios institucionales que en la actualidad dominan. Los dos tercios que
posee la alternativa democrática en la AN le permitirían rehacer totalmente el
marco institucional del país, con apego estricto a la Constitución de 1999.
Este escenario de derrota absoluta mantiene aterrados a los miembros
del oficialismo que han cometido los mayores desafueros, entre ellos Maduro y
los miembros de la Sala Constitucional del TSJ. De allí que el bufete
privado de Miraflores haya aprobado ese par de sentencias que, como bien dijo
la fiscal general de la República, rompieron el hilo constitucional. La
reacción interna y foránea ante el exabrupto obligó al Tribunal a retroceder. El oficialismo no
pudo soportar la presión de la Organización de Estados Americanos (OEA), que activó la Carta
Democrática, especialmente de países como México. Colombia y Chile que hasta
hace poco habían mantenido cierta neutralidad ante la desgracia vivida por
Venezuela desde 1999.
La firmeza con la que han actuado la OEA y
Mercosur, además del apoyo del Parlamento europeo y de gobiernos como el
español, junto a la valentía de los jóvenes y los líderes de la Mesa de la
Unidad Democrática, quienes han expuesto sus vidas frente a los aparatos
represivos y de los colectivos fascistas tarifados, le demostraron a la
camarilla gobernante que sólo podrán imponer la dictadura totalitaria, si
asumen el enorme costo de quedar aislados internacionalmente y ejercer una
coerción implacable sobre las fuerzas democráticas que inunde de sangre al
país.
Durante los días recientes se han articulado
la tenaza exterior y la protesta interna. La reciedumbre de la denuncia y la
crítica externa y la lucha interior le demostraron al Gobierno que no le
resultará sencillo apaciguar la grave crisis nacional, apelando a las fórmulas
autoritarias usadas en América Latina cuando existía el dominio de las
dictaduras militares o civiles afincadas en las policías políticas, el ejército
convencional y los grupos irregulares. Los tiempos cambiaron. Maduro disfrutó
de la indiferencia y complicidad de las naciones más importantes del continente
mientras se sostenía sobre la legitimidad de origen que le otorgaban las urnas
electorales. Ahora, cuando pretende pulverizar el voto popular y construir una
“democracia directa” al estilo cubano,
será castigado por esos países. La inversión en Venezuela será todavía menor de
la que ha sido durante los años recientes. Los organismos que podrían prestarle dinero al gobierno para
aliviar la caída de la producción y los precios petroleros, le negaran el
auxilio. Los turistas habrá que traerlos enjaulados. Las fuentes de divisas se
habrán secado.
El costo de tratar de implantar una dictadura
judicial y militar será demasiado elevado. Las derrotas sufridas en los últimos
días por Maduro y sus socios en el plano internacional vaticinan lo que le
vendrá. Se acabó la impunidad. Para los gobiernos de la región resulta
inadmisible que, invocando la soberanía nacional y la autodeterminación de los
pueblos, el régimen rojo reprima con brutalidad y pretenda desconocer las
conquistas democráticas que tanto les costaron a los pueblos de América Latina.
A la oposición nacional le corresponde elevar
la eficacia de esa presión internacional. La intensidad de la crisis social y
el ritmo endiablado que mantendrá serán el caldo de cultivo para que la
protesta popular se mantenga e intensifique. Dentro del chavismo hay sectores
que se dan cuenta del problema tan complejo en que los metió la dirigencia
inepta y corrupta que los dirige. Con esos grupos habrá que tender puentes que
permitan encontrarle una solución
democrática a los conflictos existentes.
La solución se halla en la definición
inmediata del calendario electoral y su estricto cumplimiento. Esta es la
solución que propone la comunidad internacional, que demanda la oposición
democrática y que compartiría el estamento militar. Maduro no podrá evitar las
elecciones. Frente a la dictadura, democracia.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Miranda - Venezuela
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