COMPARACIONES
La
marcha nacional adelantada en varias ciudades del país y del exterior por
convocatoria de distintas fuerzas y movimientos políticos, agrupaciones
cristianas, líderes ciudadanos, exmagistrados, sindicatos y movimientos cívicos
tuvo una concurrencia multitudinaria y debe ser apreciada como una legítima
manifestación de descontento y protesta, mecanismos contemplados en nuestra
Constitución.
A
la colorida, alegre y variopinta jornada asistieron personas de muy diversa
condición social, económica, religiosa, partidista, ideológica, de género, raza
y edades, siendo un mentís a quienes la estigmatizaron y descalificaron
tildándola de ser una maniobra de los amigos de la guerra, de fascistas
nostálgicos del poder, de gentes intolerantes y violentas.
La
gran prensa oficialista, agradecida con un gobierno que la ha subsidiado con
elevadas pautas publicitarias intentó, en vano, desacreditarla atacando como de
costumbre al expresidente Uribe, tan solo uno aunque el más sobresaliente, de
sus promotores. Fracasó la trillada apelación al san Benito de excusar los
yerros y la corrupción del señor Juan Manuel Santos en los supuestos grandes
pecados del exmandatario.
Varias
cosas van quedando en claro para las fuerzas promotoras de la marcha. Digamos
que las consignas agitadas referidas a una variada gama de problemas -la
corrupción del gobierno Santos, la violación de la Constitución, el entreguismo
a las Farc, la docilidad del gobierno con los países donde impera el modelo
castro-chavista, las mentiras de Santos, la reforma tributaria, el desbarajuste
institucional, la impunidad para criminales de guerra, la humillación de las
Fuerzas Militares y muchas otras que no caben en este escrito- constituyen el
ámbito de la unidad.
Los
dos ejes centrales en las consignas de los marchistas que exigían la renuncia
de Santos fueron las relativas a su política entreguista de paz y la corrupción
oficial. Digamos que en torno de estos asuntos las fuerzas involucradas dieron
un paso muy significado en la consolidación de una amplia alianza opositora con
proyección hacia las elecciones para Congreso y por la Presidencia en el 2018.
Ese acercamiento que se había logrado muy espontáneamente alrededor de la
campaña por el NO en el plebiscito del 2 de octubre se mantiene y se afirma en
medio de una gran acogida ciudadana.
De
la marcha debemos destacar su alto grado de civismo, a diferencia de las que
son citadas por tendencias extremistas y populistas que degeneran, casi
siempre, en enfrentamientos con la policía, desmanes, destrucción de vidrieras,
cajeros electrónicos, insultos, escupitajos y provocaciones al ESMAD.
Ningún
miembro de las fuerzas del orden fue mancillado o agredido, no hubo un solo
hecho de violencia o conductas que lamentar, las gentes acudieron en familia,
hombres, mujeres, jóvenes, viejos, de todas las condiciones sociales, unidos en
el rechazo a la impunidad, a la desinstitucionalización, a la corrupción
gubernamental y por la renuncia de Santos, el principal responsable de la
desastrosa situación que vive hoy el país.
Nadie
se tapó su rostro, nadie invocó la fuerza o la violencia, nadie llamó a la
guerra, nadie clamó por un golpe de estado. Un comportamiento bien opuesto al
impulsado en los bloqueos de Transmilenio en la capital por las huestes de un exalcalde que apela a métodos propios del
fascismo para alcanzar su meta de tumbar al alcalde bogotano.
Los
manifestantes de la marcha, en paz y en orden, dieron testimonio de su
preocupación por el quiebre de las instituciones, por la ruptura de la
separación de poderes, por la creación de la monstruosa Jurisdicción Especial
de Paz y por tantos otros valores y leyes puestos en peligro por un gobierno al
que se le criticó por mentiroso, por entreguista y por corrupto.
Esta
marcha deja enseñanzas importantes, por ejemplo, que la aplanadora oficial ha
llegado al límite de su vigencia. Los escándalos en el oficialismo están
produciendo fisuras y grietas internas de suerte que es muy probable que la
Unidad Nacional arribe a las elecciones del 2018 en un alto nivel de
atomización, en cambio, los impulsores de la protesta dieron muestras de poder
erigirse en una seria alternativa de poder enarbolando las banderas de retomar
el rumbo, recuperar la primacía del Estado en el establecimiento de la paz,
restablecer la separación de poderes, salir del caos institucional y proponer
políticas conducentes al mejoramiento de
las condiciones de vida de los sectores más desvalidos de la sociedad.
El
mensaje que queda, así le pese a frágiles demócratas que se asustaron con la
protesta y quisieron sabotearla, es que la nueva alianza política nacida con
ocasión del plebiscito de la paz, ha dado un salto para asumirse como una
opción con vocación de poder.
CODA:
El golpe de estado del gobierno chavista de Maduro en Venezuela puede ser visto
en doble pantalla. En una, podemos ver la expresión del miedo de quienes, como
la facción más dictatorial liderada por Diosdado, ven su única salida en la
represión. Y en la otra se puede apreciar el declive inexorable del modelo
castrochavista. Ojalá los colombianos sepamos extraer las debidas conclusiones.
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc
Colombia
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