CHINA HOY
A
la reunión cimera de los dos jefes de estado, el chino y el norteamericano, que
tuvo lugar en Florida el pasado fin de semana le faltó poco para ser anodina.
Las circunstancias externas y el momento político en que tuvo lugar
intervinieron para que los resultados no fueran todo lo espectaculares y
controversiales que se anunciaba. El plato fuerte tenía que ver- así lo
anticipaban los analistas- la posición política de los dos grandes del planeta
en torno a los desafíos militares planteados por la carrera armamentista
nuclear de Corea del Norte.
Sin
embargo, la reunión se celebró bajo el efecto nacional e internacional del
ataque aéreo protagonizado por Donald Trump en contra del gobierno de Damasco,
un tema que consiguió levantar posiciones de apoyo entre las democracias del
mundo entero. China no dijo “esta boca es mía”, pero debe haber aquilatado
finamente lo que significan las actitudes viscerales del nuevo mandatario
americano en materias tan sensibles como esta.
Lo
cierto es que nadie sabe aún -ni en el medio norteamericano ni fuera de él- con
cual vara medir las actuaciones del Sr.Trump, pero forman parte de las
tradiciones actitudinales chinas evitar las posiciones destempladas, no darle
paso a la provocación y blandir la mesura ante situaciones comprometedoras. Una temeraria
especulación de quien escribe es que Xi prefirió guardar distancia sobre
ese tema y también sobre la movilización del portaviones Carl Vinson y fragatas
norteamericanas capaces de frenar por su fuerza de choque eventuales ataques
misilísticos ordenados desde Pyongyang.
No
cabe duda que de haber ocurrido esto en el pasado, la reacción sobre tal
despliegue militarista hacia la Península coreana habría sido prudente pero
inmediata, del lado de Beijing.
La
posición china hasta hace unas semanas y la que han exhibido a los cuatro
vientos internacionalmente ha sido la de hacer causa común con los rusos en
Naciones Unidas en lo de vetar cualquier propuesta de Occidente que estuviera
encaminada a sancionar al presidente sirio Bashar al-Assad. Apenas en febrero
de este año, Xi ordenó a sus representantes en el Consejo de Seguridad de la
ONU jugar de nuevo la carta de la “no intervención” cuando por séptima vez
desde el inicio de la guerra interna en Siria, China y Rusia bloquearon la imposición
de sanciones a Damasco pedida por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. En
esta ocasión el tema objeto de penalizaciones era justamente el del uso de las
armas químicas.
Así
pues, Xi quien ha declarado recientemente a la prensa que los temas sirios
deben ser resueltos por la vía política, hizo bien en no mostrar los dientes en
la ocasión de esta reunión cumbre.
Los
dos Jefes de estado se concentraron en las diatribas comerciales que persisten entre los dos países, sin
tener la urgencia de los temas militares. Xi otorgó importantes concesiones
comerciales a los Estados Unidos en materia de inversiones financieras y el
acceso de la carne americana a su mercado interno y ambos mandatarios se
comprometieron a transar sus diferencias en los temas de intercambios en un
plazo de 100 días.
Una
muy práctica manera, sin duda, de pasar la página sobre la guerra mundial que
pudiera estarse cocinando a fuego lento. En el caso de Xi, su ratificación como
mandatario al fin de su primer quinquenio que se vence antes de fin de este
año, debe haber estado presente en su mente todo el tiempo de la visita a
Mar-a-Lago
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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