REFLEXIONES
LIBERTARIAS
En
EU el siglo 19 transcurría velozmente tratando de sanar las heridas de una
cruenta guerra civil que había dividido al país. Pero ya hervía otra confrontación
que, no solo lo dividiera, atentaría contra todos los principios que le habían
dado vida. El enfrentamiento entre neoconservadores y liberales estaba
declarado, y se encontraban en el campo de batalla de la ignorancia y el odio.
Pero los liberales se sumergían en un periodo en el cual perdían su arrojo, y
abandonaban la fiereza requerida para continuar la batalla contra el
conservadurismo estatista, hasta la victoria. Perdían su fervor por aquel
cambio total moldeado con la pureza de sus principios.
Ello
abría un fértil campo para el socialismo, que de inmediato ganara gran
popularidad. Sería también oportunidad de los nuevos corporativistas para
usurpar los términos “liberal y progresista”, cuando buena parte del partido
Demócrata adoptara un potaje de ideas mercantilistas y socialistas. Los
liberales originales cedían al estado el dominio sobre los instrumentos claves
del poder. Ya no serían hostiles ante el poder ejecutivo y la nueva burocracia,
ahora le daban la bienvenida al creciente centralismo del ejecutivo, y
dócilmente se sumaban a la oligarquía de una burocracia ya atrincherada.
Hubo
dos motivos que provocaran este desenlace. Primero, los liberales abandonaban
la filosofía de los derechos naturales para montarse en la ola del utilitarismo
tecnocrático. En lugar de la búsqueda de libertad como el camino ideal para
lograr lo debido y lo justo, se enganchaban a ese utilitarismo que consideraba
la libertad, solo como un camino más para lograr un vagamente definido objetivo
de bienestar general, o, del bien común.
El
utilitarismo fue una teoría ética que se resume como “hacer el mayor bien al
mayor número de personas”. Satisfacción de preferencias y felicidad para todo
mundo, por decreto. Partiendo solo de su definición, parece un sistema aceptable
y deseable. Pero si lo analizamos con más detalle veremos que no solo no es
deseable, sino que además es inaceptable desde un punto de vista ético. Incluso
se puede refutar desde una perspectiva lógica y argumentativa. Con ello se
perdía la pureza de la verdadera filosofía liberal, y el objetivo fundamental
de un verdadero cambio radical.
El
segundo fue que los liberales en ese proceso perdían la urgencia para provocar
los cambios. Ese urgente deseo que ardía en sus interiores, para abolir todo lo
diabólico que había encadenado a los pueblos durante siglos, se evaporaba.
Contagiados por el clásico estilo de reforma gradual de los utilitarios,
perdían aquella obsesión para eliminar, lo más rápido posible, lo injusto y lo
erróneo. Habiendo iniciado como feroces revolucionarios blandiendo todo lo que
era opuesto al conservadurismo, pasaban ahora a ser la imagen de lo que tanto
habían combatido.
En
EU los abanderados del liberalismo habían sido los miembros del partido
Demócrata, que se le conocía como el partido de la libertad. Eran los campeones
del libre comercio, monedas duras, separación de la economía del Estado, de una
mínima intervención del gobierno, poder federal casi inexistente. Era el
partido de la paz, del antimilitarismo, antiimperialismo. Pero todos esos
principios serían abandonados cuando el partido fuera capturado por las fuerzas
de William Bryan en 1896, y el tiro de gracia se lo darían con la presidencia
de Wilson dos décadas después. Ahí fallecía el sueño de Jefferson.
William
Jennings Bryan, el populista de EU, sería candidato a la presidencia 3 veces.
En todos sus intentos Bryan furiosamente enfrentaba a los llamados “Bourbon
Demócratas”, quienes representaban el
clásico liberalismo Laissez-faire. Ellos habían sido el gran soporte de Grover
Cleveland, al que llevaran a la presidencia en dos ocasiones. El grupo seguía
apoyando a Cleveland para una candidatura más por un tercer partido, pero él
tajantemente rechazaba la invitación. Sorpresivamente Bryan les arrebataba la
nominación, para iniciar el declive del liberalismo entre los demócratas.
Los
Bourbon eran el último bastión del Jeffersionismo pues representaban el
capitalismo Laissez-Faire, incluyendo una recia oposición al proteccionismo,
que los republicanos promovían. Luchaban agresivamente por una espartana
disciplina fiscal. Apoyaban el desarrollo de grandes negocios, pero se oponían
a subsidiarlos o protegerlos de la competencia. Se oponían a la expansión
mundial de los EU. Eran apóstoles del patrón oro y de las monedas sólidas.
Y
fue en aquellos momentos de la historia, cuando emergiera la gran confusión
ideológica que nos inmoviliza hasta hoy día.
Al
capturar Bryan la candidatura demócrata en 1900, los grandes capitales de
Rockefeller, JP Morgan, Rothschild y Carnegie, se volcaban apoyando al
candidato republicano, William McKinley, para elevarlo a la presidencia. A modo
de seguro de protección, le imponían la candidatura de Teodoro Roosevelt para
ocupar la vicepresidencia. McKinley sería asesinado en 1901, abriendo la
avenida para quien luego bautizaran como Bully Boy. Teodoro Roosevelt asumía la
presidencia y, sorpresivamente, como furioso remolino iniciaba un agresivo
proceso calificado como verdaderamente progresista—ya en el significado
moderno—atacando a quienes lo habían llevado a la vicepresidencia, los grandes
capitales y sus Trusts.
El
panorama político de EU se tornaba realmente confuso. Estaba reciente la última
administración de Grover Cleveland, demócrata, considerado como el libertario
más grande que haya ocupado la Presidencia. Sería remplazado por un republicano
con ciertos tintes liberales, McKinley, quien hubiera vencido a un demócrata
populista clásico, Bryan, llevando como compañero de fórmula a un republicano
populista moderno, Teodoro Roosevelt.
A
partir de 1904, los demócratas Bourbon iniciaban su desaparición. Wilson, quien
fuera miembro del grupo, en 1912 negociaba un acuerdo con William Bryan, el
gran enemigo de los Bourbon, para, con su soporte, lograr la candidatura a la
presidencia. Wilson era elegido presidente y nombraba a Bryan Secretario de
Estado y, renegando de todos los principios de los Bourbon, iniciaba la ruta que
llevaría a los EU a consolidar el estado omnipotente y bélico, a costa de la
libertad de los estadounidenses.
Wilson
apoyaría el golpe de estado en Mexico en contra de Francisco I Madero.
Arribaría
después FD Roosevelt, un socialista miembro de la realeza de Nueva York quien,
aprovechando los errores del presidente Hoover, republicano proteccionista,
iniciaba una agresiva segunda ronda de socialismo. Sería el encargado de clavar
los últimos remaches al ataúd del liberalismo, para la emergencia de un nuevo
partido Demócrata estatista, con tintes socialistas. Un partido Republicano de
apariencia tan similar, que hasta la fecha muchos los confunden, y un pueblo
estadounidense tan harto del menú, que ahora eligen a Donald Trump, una
combinación de Teodoro Roosevelt, Herbert Hoover, Woodrow Wilson y “el loco” Bucaram de
Ecuador.
"Si
pudiésemos correr el velo oscuro de la antigüedad [en lo referente al origen de
los reyes, del Estado y los impuestos] y pudiéramos rastrearlos hasta sus
orígenes, encontraríamos que el primero de ellos no fue más que el rufián
principal de alguna banda desenfrenada; su salvaje modo de ser o su
preeminencia en el engaño, le hicieron merecer el título de jefe entre
canallas. Incrementando su poder y depredación, obligó a los pacíficos e
indefensos a comprar su seguridad con frecuentes contribuciones." Thomas
Paine.
Ricardo Valenzuela
chero@reflexioneslibertarias.com
@elchero
Frontera
México Estadounidense
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