Más
que nunca debemos afinar el llamado a la conciliación y a votar
Las
perspectivas de Latinoamérica cambian y el zombi se repliega desesperado por la
escasez de cerebro fresco. Eso permite comprender la Carta de Luís Almagro,
impensable en la gatopardiana etapa de Insulza, no solo por diferencias
temperamentales entre ambos, sino por la recidiva en la utopía revolucionaria.
La
Secretaría General de la OEA es un cargo administrativo, cuyo ejercicio debe
someterse a los dictámenes de la hegemonía política en la región. Eso cambia
relativamente cuando lo ocupa el expresidente de algún país, lo que le da
relativa autonomía, aunque el peso de la mayoría accionaria es una realidad
ineludible para cualquier CEO. Con las pistolas de Lula o Dilma Rousseff,
Néstor o Cristina Kirchner y Hugo Chávez artilladas en la sien, era poco lo que
podía intentar Insulza, que además divagaba regresar bendecido a Chile a hacer
la carrera presidencial.
El
señor temblaba ante las arbitrariedades de esos tres gobiernos, que tenían casi
unanimidad en la OEA, por la tradicional inhibición de un factor de poder,
México, potencial contrapeso. Las pocas veces que se le ocurrió jugar a la
respondona, Chávez lo fulminó. Por el contrario, cuando Rómulo Betancourt fue
presidente de Venezuela, la solidez de su liderazgo continental le permitió
botar a Fidel Castro por desestabilizar las democracias nacientes. La gestión
de Almagro coincide con el derrumbe de Alba, a la que vieron salir de un
cabaret flaca, fané, descangayada. Hay un vacío de poder que anuncia movimiento
de péndulo con lo que la rosa de los vientos de Unasur podría indicar la
democracia y la apertura económica.
Las acciones de Macri suben para el triunfo
en Argentina, país que no logra salir del foso donde lo metió hace 70 años el
monstruo bicéfalo Perón-Evita.
LA
MALDICIÓN GITANA
Nunca
más el país levantó la cabeza desde esa maldición faraónica, porque todos los
que vinieron después, salvo Menem, fueron más o menos tan populistas e
irresponsables como la dupla. Con Menem el país comenzó a recuperarse pero
luego De la Rúa, una especie de Caldera argentino, desmontó las reformas
económicas para lanzar el país en manos del kirchnerato. Dilma Rousseff,
aferrada al poder, para agonizar su período, tiene que apurarse la cicuta de su
soberbia, vade retro de ese izquierdismo ojeroso y enfrentar la quimioterapia a
la tremenda metástasis de corrupción que ha puesto en peligro el éxito de
Brasil en los últimos 25 años. El PT, como todos aquellos que quieren hacer del
mundo un paraíso, terminó por sembrar las instituciones de toda suerte de
bellaquerías, incompetencia, felonías y delitos mayores. En la prosperidad a
nadie le importaba, pero con el mugido de las vacas flacas sí.
No
hay piedra que se levante en el PT de la que no salga una alimaña corriendo.
Venezuela
retrocede día a día en medio de atropellos, algarabías, errores, y una
incomprensible tozudez para rectificar, que parece no tener explicación
racional. Como si escogieran asesores entre sus peores enemigos, o al
brontosaurio de Fidel Castro. Jamás se sabe de un gobierno que conscientemente,
en medio de llamados de alerta de todas partes, elija arrojarse al volcán,
cuando hubiera podido comportarse con normalidad para el aplauso.
¿Tienen que inmolarse todos? Las elecciones parlamentarias son la frontera entre el país y la desesperación y parece inmancable que con ellas comiencen los cambios para restaurar la democracia. La Carta de Luís Almagro es un acontecimiento de consecuencias bendecibles en el actual proceso de elecciones parlamentarias.
LA
CONCORDIA GANA
Indica
que la estrategia y el lenguaje democrático que la Unidad se ha impuesto, en
contraste con la jerga brutal de varios actores, dan frutos y despertaron grave
preocupación en el más importante de los organismos multilaterales de la
región. La estrategia pacífica, democrática, electoral y constitucional hace
mella hacia afuera y hacia dentro del país y ha provocado un estremecimiento
político.
Deja
ver en todas partes que en Venezuela existe una alternativa confiable al caos y
no un nuevo rostro de ese caos. Los estertores revelan que en cualquier
circunstancia la fiesta de la razón (Valentina Maninat dixit) está en marcha.
Su victoria masiva y contundente generará un cambio pacífico y democrático, sin
traumas innecesarios como es deseable.
Pero la libélula vaga de una vaga ilusión que pretende dar base por bolas a los resultados electorales y llamar una ilusoria junta cívico militar no es ordinaria, ni de aceptación pasiva por la comunidad internacional.
Decenas
de acuerdos firmados por Venezuela, entre ellos la Carta Democrática, lo
impiden. Se equivocan quienes piensan que un madrugonazo impediría cambio. Lo
ocurrido hace que, más que nunca debemos afinar el llamado a la conciliación y
a votar porque es el único instrumento deseable para quienes se proponen una
sociedad democrática. La decisión de luchar con los mecanismos constitucionales
es lo que ha desencadenado este remezón político.
Otra cosa sería si fueran dos
manadas de desadaptados insultándose y jugando a la guerra. La revolución se ha
mantenido en el poder porque el mundo la vio cómo un Gobierno electo, al que
querían derrocar por la fuerza.
Hoy inexplicablemente quienes se protegieron
con ese escudo renuncian a él al declarar que ignorarían la voluntad
mayoritaria.
Carlos
Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
Caracas
- Venezuela
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