domingo, 15 de noviembre de 2015

ENRIQUE VILORIA VERA, MERCADO DE LAS FLORES

Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, porque ninguna simulación puede durar largo tiempo. Marco Tulio Cicerón
Soy un josefino a ultranza, nací en la Av. Vollmer en San Bernandino, en el edificio del mismo nombre, pero toda  mi infancia y adolescencia la viví en la caraqueñísima Parroquia de San José. Antes de hacer estudios de secundaria en el colegio La Salle de Tienda Honda y universitarios en la Católica de Jesuitas, sitos un poco más allá en Altagracia, efectué mi primaria en un colegio regentado por unos amigos de mi padre, el Profesor Florencio Chacón y su severa esposa: el Monseñor Etanislao Carrillo ubicado a escasa distancia del Mercado de las Flores en la esquina de San Luis, que para nuestro regocijo ha logrado sobrevivir a los embates y presiones de la modernidad, y de absurdos proyectos urbanos.

En ese colorido mercado de las más bellas flores de Galipán se conseguían por igual: el clavel de Persia que Carlos V importó para adornar el Palacio inconcluso de Granada dedicado a la Isabel de sus primeros amores, las rosas de diferentes colores y de finos aromas, los nardos y las azucenas del celebrado bolero, las modestas margaritas, las coquetas coquetas, las orgullosas orquídeas, las begonias de raro nombre y las magnolias generosas, así como los tulipanes siempre ávidos de sol.

Nuestro socialismo del siglo XXI, siempre prodigo en inventos y fantasías, ha promovido una gramática peculiar, chavista en su concepto para sorpresa y estupefacción de Bello y Nebrija, según la cual las diferencias de género son imperialistas y denigradoras de lo humano, y que por lo tanto se debe hablar  poco o nada de conciudadanos y conciudadanas y mucho de compatriotas y compatriotos, camarados y camaradas, hermanos y hermanas, combatientes y combatientas.

A la luz de esta revolucionaria concepción gramatical, ahora contamos tanto con un Mercado de las Flores como con un Mercado de los Flores. Este último, a diferencia del josefino, no cuenta con sede fija, es itinerante, lleva los pedidos a domicilio por cualquier medio de transporte, camioneta blindada, jet privado o público, barco o yate y hasta en submarino. Sus productos no son tan variados como los ofrecidos en la esquina de San Luis, se limitan a vender – a precio justo – derivados de plantas y flores que transformados en fino y ambicionado polvo blanco son ampliamente demandados en las ciudades del Imperio, para beneficio de las menguadas arcas revolucionarias.

El revolucionario y bolivariano Mercado de Los Flores es regentado por  hombres nuevos hechos en Socialismo, devotos seguidores del moralizador y virtuoso programa de nuestra impoluta televisión pública: Cilia en familia, que recomendamos visionar para fortalecer la ética revolucionaria tan atacada por los enemigos de nuestro inocente y vilipendiado proceso socialista.  
                                                                                                       
Enrique Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV

Salamanca - España

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