A
menos de treinta días de celebrarse el proceso electoral para la constitución
de la nueva Asamblea Nacional, dos planteamientos de fondo se hacen sentir en
los recorridos nacionales que hace el liderazgo partidista y de los movimientos
organizados por pueblos, ciudades y caseríos: para que haya una mejor y más
eficiente Democracia, la dirigencia tiene que idear una manera más vigente y
fresca de hacer política. El otro es que
las expresiones democráticas del país, es decir, los partidos y los
grupos independientes -que vienen desarrollando un ambicioso programa de
“Conversatorios Ciudadanos", para interactuar con los “ciudadanos de a
pie”- no pueden ni deben transitar el mismo camino, haciéndolo de espaldas
entre ellos mismos.
El
resumen de lo que allí se escucha, comienza por destacar la incomprensión sobre
cómo es que a un país que le ingresó más de un MILLÓN de millones de dólares,
esté arruinado, endeudado y pasando hambre. Consideran que Venezuela debería
ser un país modelo de prosperidad continental, sin pobreza extrema, con una
clase media en proceso de expansión y una economía pujante. También, desde
luego, una nación referencial en la región por la calidad de sus servicios de
salud, educación y seguridad.
“¿Cómo
fue que, repentinamente, dejamos de ser el país de la esperanza y las
oportunidades, como era hace apenas 40 años, cuando venían personas de todo el
mundo, para convertir sus sueños de una vida digna y próspera?”.
Para
la mayoría de los que asisten, la inquietud más frecuente, sin embargo, es a qué se debe la enorme escasez de
alimentos. Productores, comerciantes, amas de casa, por igual, coinciden en que
durante los últimos cien años, en Venezuela “nos hemos comido nuestras propias
cosechas, salvo algunas excepciones, que, en ningún caso, nos hacían perder el
sueño”.
Entre
frases de dolor, molestia y frustración, cada uno describe cómo es que ahora se
constituye “el simbólico plato nacional”, es decir, el “pabellón criollo”. Y lo
enumeran detenida y rabiosamente: “carne mechada de Brasil; caraotas de Méjico
o Dominicana; arroz de cualquier parte
del mundo, porque viene desde Uruguay, Brasil, Centroamérica y hasta de Guyana,
cuando no hay ruidos políticos. El aceite comestible, las ollas y sartenes
también son importados. Lo único criollo lo constituyen los condimentos, el gas
y la electricidad. Inclusive, en el caso de estos dos últimos servicios a cargo
del monopolio estatal, todo depende de si no hay apagones y si el expendio de
bombonas no se ve afectado por la ausencia de transporte
La
población, definitivamente, está consciente de que se ha dejado de producir,
bien porque no se permite hacerlo, o porque, “con dinero ajeno manejado como
propio, el mejor negocio siempre será importar, antes que producir, ya que
algún rebusque se puede armar en la mitad del camino”. De hecho, la convicción
mayoritaria es la de que las importaciones son hechas por quienes sí saben cómo
conseguir dólares baratos y en buenas cantidades, como para que parte de ellos
terminen en el ámbito de la conversión: de barato a paralelo, mientras las
culpas del desmadre especulativo se le carga al fenómeno del “Dólar Today”.
Inclusive,
los que se atreven a opinar para juzgar sobre el “andamiaje de la importación”,
concluyen en que no es fortuito que se pierdan grandes cantidades de alimentos
importados en las aduanas o en almacenes oficiales. Eso sucede porque carecen
de logística, pero también porque el objetivo es no distribuir esos alimentos.
El propósito verdadero es la conversión de dólares baratos en bolívares a
precio de mercado libre.
El
otro gran tema, y tan sensible como el anterior, se lo plantean los asistentes
como el hecho incomprensible, ante una situación que demanda “soluciones aceleradas, de emergencia”. Ellos no se
explican por qué las fuerzas opositoras y democráticas del país, se plantean
ser una opción alternativa de cambio, sin haberse podido entender para actuar unidas.
Reflexionan
sobre la conformación de la Mesa de la Unidad Democrática y la fuerza
independiente. Y mientras que a esta última la identifican como una expresión
mayoritaria del 60% con respecto al 20% de la otra, les inquieta la posibilidad
de que allí esté en juego -o en evidencia-un paso en falso ante una situación
que jamás se va a revertir solamente con declaraciones, arengas o discursos
para la ocasión.
Ellos,
concretamente, afirman que “tenemos una oposición dividida entre los partidos
de la Mesa de la Unidad y los Independientes que conforman la gran mayoría.
Según las encuestas, la MUD cuenta con, aproximadamente, un 20% de respaldo y
los Independientes con un 60% que no aprueba la gestión de Gobierno y que,
evidentemente, conforma una mayoría. Pero en lugar de ir unidos a la contienda
electoral parlamentaria, los Independientes postulan más del triple de los
candidatos que postuló la MUD, y ésta, antes que ocuparse de construir
verdadera unidad, ignora a los
independientes y los acusa de divisionistas”.
Para
esos “ciudadanos de a pie” de los pueblos ciudades y caseríos del interior del
país, “si a la MUD la conforman partidos políticos tradicionales y otros de más
reciente constitución, por lo cual deben estar bien organizados hasta llegar a
ser legítimos representantes de los más diversos electores del país, entonces,
deberían propiciar una gran participación nacional, respetando los liderazgos
regionales, hasta conformar una verdadera unidad democrática”.
Desde
luego, consideran que “al no haberse
realizado las que debieron ser lógicas y deseadas primarias a nivel nacional,
para que pudieran participar todos los interesados, las postulaciones
terminaron convirtiéndose en una imposición de candidatos y en un acto excluyente inconveniente y
peligroso para el gran propósito democrático venezolano: impedir que el Partido
Socialista Unido siga siendo una fuerza mayoritaria en el Poder Legislativo, o
que por la evidente división opositora con miras a dichos comicios, se terminen
perdiendo curules”.
Nadie
duda que las fuerzas democráticas alcanzarán un “triunfo arrollador el 6 de
diciembre”. Sin embargo, insisten en exhortar a la dirigencia política de los
dos sectores opositores, para que “pongan la inteligencia a prueba y, con el
corazón puesto en Venezuela, se integren la Mesa de la Unidad y los
Independientes y constituyan la sólida gran mayoría del 80%. Posible o no, el
sentimiento predominante es el de que se conformen acuerdos en los que de la
misma manera que la MUD deje sin efecto su respaldo incondicional a
candidatos sin fuerza electoral y
respalde a los Independientes, que éstos hagan otro tanto en respaldar a los
candidatos de la MUD que necesitan de su apoyo”.
Los
conversatorios, que algún dirigente asistente calificó de “gran cruzada por la justicia y la razón”, arrojaron una
conclusión para la evaluación y
consideración de hoy, como para su objetiva valoración histórica. Y es que
habrá una gran polarización parlamentaria entre la mayoría opositora y los
partidarios del régimen, con un innegable desempeño determinante de la
expresión independiente. Este, de hecho, aun siendo minoritario, será el fiel
de la balanza para que cualquiera de los dos bloques obtenga la mayoría
necesaria.
Por
supuesto, ante la posibilidad de que pudiera ser así, es válida, seria y digna
de atención la tesis de que es necesario lograr un gran equilibrio opositor, en
el que, anticipadamente, se imponga la razón y se desestime la imposición.
Nadie puede negar que las solidaridades automáticas ya les han provocado un
serio daño parlamentario al país, y que los retos de hoy no pueden estar supeditados a que se repitan
experiencias similares.
Egildo
Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Miranda
– Venezuela
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