lunes, 16 de noviembre de 2015

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Y CUMANÁ

Cuando llegó a Cumaná el padre Bartolomé de las Casas, el 12-08-1521, se encontró los dramáticos sucesos de la lucha inmisericorde que se venía realizando, desde hacía años, entre los castellanos y los indígenas impulsados por el deseo de venganza y dominio. Con pocos acompañantes De Las Casas fue abandonado en aquellas costas orientales en las cuales se encontraban algunos frailes franciscanos, amenazados por los hombres de Cubagua deseosos en invadir el lugar para proveerse de recursos y buscar esclavos. La población de Cumaná había pugnado en establecerse entre la ferocidad de los hombres y la inclemencia de la naturaleza, sufriendo en algunos casos los rigores inenarrables de la conquista.

Se producía de manera continua aquel tráfico inhumano a cambio de vino, guanines de oro, perlas  y maíz, entre otros, desde el Esequibo y hasta  el Cabo de la Vela, evidenciándose la crueldad de aquel sistema que De Las Casas denunció ante el Rey y ante la historia y que constituía el: "escarnio de la fe cristiana", como dijo. Su misión no era otra sino  evangelizar, civilizar a aquella gente originaria, rescatar a los mismos españoles que habían olvidado sus deberes religiosos y las disposiciones administrativas y legales de la Corona opuestas, en definitiva, a ese ensañamiento.

En medio de aquel drama, el convento de madera que se erigía cercano al río se mantenía en pie y fue nuevamente habitado por los padres franciscanos, dirigidos por Fr. Juan Garceto, quienes persistieron tenazmente en su misión. Tiempo antes, los dominicos fueron atacados por los indios y Ocampo, implacable, se encargó de desquitarse. En aquellas circunstancias terribles, la incesante lucha y la desolación que se causaba hacían muy difícil el poblamiento en aquel sitio, no obstante que aspiraba adquirir el más noble carácter bajo los nombres auspiciosos de Toledo, Córdoba o Sevilla inclusive.

De las Casas advertía la situación al señalar que: "los indios de toda la tierra andaban huyendo y sin ellos nunca los españoles por todas la Indias se vieron hartos", lo cual determinaba la necesidad de que sus culturas se avinieran para consolidar lo que ya resultaba inevitable, el surgimiento de la América hispana.

La inicial esperanza de que De Las Casas llegase con numerosos hombres y recursos se perdió cuando únicamente estaban junto a él Castellanos, Hernández, Soto, Zamora y Guillén, un par de franciscanos y seis o siete hombres más que fueron alistados por Ocampo antes de partir a "La Española". Sin embargo, De Las Casas, asilado en el sencillo monasterio y junto algunos monjes e indígenas: "levantó una casa fuerte cerca del río y a espaldas de la huesta de los franciscanos" para impedir aquellas invasiones de los propios peninsulares venidos de Cubagua y otros sitios, autores de tantos desafueros en procura de riquezas, esclavos y el agua dulce de aquel río, que de ser el que pensamos, recordaba en toda Cumaná y en Paria al Manzanares de Madrid, afluente del Jarama, tributario del Tajo.

Tal y como refirió Miguel de Castellanos, De Las Casas se encontró en peligro cuando un grupo de indígenas se levantaron, le: "mataron un fraile..., le quemaron el bohío que había fecho, con todos los mantenimientos e municiones que él había metido, y le mataron cinco personas de las que consigo llevaba". Ante aquellos hechos, el ilustrado fraile destacaba: "la guerra sórdida de los enemigos de todo gobierno ordenado, el abandono de las costas por los indígenas, la trama que éstos urdían contra los castellanos, en venganza por los horrores cometidos por Ocampo, el indiferentismo de éste y sobre todo, la escasez de víveres y la fatal semilla sembrada por los pasados invasores en aquella tierra tan digna de mejor suerte".

Aquel fuerte que intentó construir representaba el símbolo de su resolución, de su ejemplo y su fe a favor del Nuevo Mundo y el devenir de una historia distinta. Reconoció ante los indígenas el derecho inobjetable a no: "recibir daño alguno dellos sino buenas obras", y que todos: "habían de vivir en mucha paz y amistad".

A la postre sus esfuerzos allí resultaron inútiles, los soldados le desobedecieron, tal y como lo informó Castellanos al Rey, y cinco meses después De Las Casas partió hacia "La Española" a solicitar auxilios y sobre todo a denunciar lo sucedido.

En 1542 el fraile De Las Casas redactó la: "Brevísima relación de la destrucción de las indias",  libelo espiritual y moral en el cual reprobó los ultrajes que observó en: "la tierra firme por la parte de Paria", resaltando sin embargo ese lugar: "e que la gente della es de la buena y virtuosa en su género que hay en todas las Indias", tierra de Cumaná admirable que con tanta determinación y sacrificio dejó su huella excepcional en la historia del nuevo continente.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfdiazbermudez
@jfd599

Anzoategui -  Venezuela

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