Las sociedades se construyen a partir de su integración y participación en el rumbo a seguir. Antonio José Monagas
PRIMITIVISMO POLÍTICO
La política tiene
múltiples definiciones. Todas ellas elaboradas a la luz de consideraciones
ideológicas o de motivaciones inspiradas en comparaciones con circunstancias de
la vida real, en experiencias de quienes se pasearon o pretendieron hacerlo por
el ejercicio de la política, o en utopías moldeadas al calor de expectativas. Tan prolífica ha sido
la política al momento de explicarse, que ha dado lugar a innumerables escritos
recogidos en libros, revistas, opúsculos y hasta por enciclopedias
especializadas. Desde Aristóteles hasta la actualidad, la política ha sido
comentada por innumerables autores dada su capacidad para justificar no sólo la
vida misma. También, sus implicaciones en el contexto de las realizaciones,
proyectos, propuestas y empeños que se plantea el hombre en el transcurso de su
crecimiento ético, moral y emocional. Asimismo, en su discurrir social,
económico, político, cultural y hasta biológico.
En virtud de lo
anteriormente expuesto, luce conveniente asentir un concepto que, aún cuando no
del todo elaborado, persigue una orientación un tanto sencilla pero que
contribuye a hacer translúcida la racionalidad que determina toda decisión que
asume el hombre en provecho de su vida. Dice este concepto que “política es el
ámbito racional en el cual adquiere sentido, razón, comprensión y significación
los actos que llevan al ser humano a actuar conforme a los intereses y
necesidades que determinan las preferencias u opciones que se traza en términos
de su vida”. Dicho enunciado, hace ver que por encima de toda intención que
manifiesta el hombre como reflejo de la dinámica de vida que adopta, pasa por
el tamiz de los intereses o necesidades que configuran el abanico de consideraciones
inmediatas a elegir o seleccionar entre otras que tiene presente.
En el fragor de tan
intenso andar, es natural que muchos problemas se interpongan entre las
situaciones que definen el punto de partida y el lugar de llegada del proceso a
emprender. Es cuando los asedios, las amenazas, las tentaciones o entuertos de
cualquier tenor provocan fracturas, retiradas, traiciones o intrigas que
terminan convirtiéndose en improvisaciones. Incluso, en conflictos cuyo niveles
de procacidad lleva a paralizar cualquier intención de desarrollo o progreso
implícito. Aquel aforismo según el cual hasta los conflictos son capaces de
animar cambios en los procesos que fundamentan la construcción de una nación,
debe tenerse presente. Particularmente, cuando se trata de indicarle la
dirección y velocidad a todo esfuerzo que encara el desarrollo económico y
social que exigen las nuevas realidades.
Lo contrario,
significa avivar el retroceso de situaciones formuladas como parte del abanico
de ofertas que es propio del proselitismo político que incita al populismo. En
estos casos, los problemas surgen cuando las incompetencias coinciden con las
aberraciones que se dan toda vez que intenta actuarse a favor de ideologías que
plantean revertir lo que socialmente se ha alcanzado luego de transitar crudos
capítulos de una historia política de convulsiones y desventuras.
Esto no quiere decir
que la vida política debe ceñirse a meras contemplaciones. Es imposible
condenar al hombre a resignarse por las sacudidas que recibe de la vida.
Entender que el ser humano crece y se desarrolla a expensas de lo que es capaz
de alcanzar, es reconocer su condición política por encima de todo. Por eso
desafía todo cuanto le impide lograr sus propósitos. Y es la razón por la cual
se arroga la mayor libertad posible para hacer valer su parecer en medio de
cualquier situación. Las sociedades se construyen a partir de su integración y
participación en el rumbo a seguir. Así se afianzan lazos de tolerancia,
respeto, justicia y cooperación.
Pensar de manera
diferente, es simplemente estancar el progreso que caracteriza el devenir al
que aspira toda sociedad en virtud de su trascendencia. Es cerrar el camino a
las libertades que afianzan la democracia. Es incitar respuestas o reacciones
de insurgencia cívica que sólo apuntan a descalabrar la sociedad sin mediar
otra realidad que no sea la violencia. Es acoger una postura achacosa ante los
abusos cometidos en nombre de un engolado poder político. Es por analogía, la
regresión a niveles inferiores de un comportamiento político que pone al
descubierto una aguda dicotomía entre lo moderno y lo primitivo. Es la exacta
representación del Estado populista a diferencia del Estado civilizado. Es lo
que define al primitivismo político.
VENTANA DE PAPEL
LIBERTADES QUE PESAN
Indiscutiblemente el
hombre nació para vivir en libertad. No obstante, las realidades dicen otra
cosa. Sobre todo, cuando se desenvuelve en ambiente caracterizados por la
opresión o en lugares donde se conculcan derechos que permiten desempeños o
acciones. Aunque limitadas por leyes que regulan naturalmente arbitrariedades
que violenten los derechos del otro. Sin embargo, hablar de libertades obliga a
precisar ciertas consideraciones.
En principio, no
todas las libertades son iguales. Las libertades tienen distintos rostros. Pero
lo importante de ello tiene que ver con que cada acepción o lo que sus lecturas
interpretan, se halla subordinada por la razón. La razón que anima a discernir
entre el poder y el deber. En todo caso, es libre quien apegado a la razón
actúa de conformidad a sus necesidades e intereses. Y aún así, no siempre toda
persona se permite lo que a conciencia y responsablemente puede o debe
emprender.
Acá, la autoridad se
convierte en un factor de amenaza o de obstáculo a derechos que exaltan y exhortan libertades. Por
ejemplo, lo que refiere a libertades políticas tan fundamentales para la vida
del hombre. O a libertades económicas. También, a libertades religiosas o
cuando la ética y la moralidad frenan o inhiben acciones que atentan contra los
derechos de otros. O contra la institucionalidad establecida. Contra la
soberanía, o en perjuicio de simbolismos o forzados convencionalismos
decretados bajo la coerción de un régimen político que confunde medios con
objetivos, o recursos con necesidades. No sólo la libertad se construye desde
la interioridad de cada persona. Es también, la libertad que política, social y
económicamente es estimulada por factores externos vinculados a esas mismas
causales.
Las libertades además
se estiman desde la concepción y praxis que caracteriza al Estado en
particular. Advertir problemas que resultan de la no independencia de los
poderes públicos. O de la falta de transparencia de una gestión de gobierno. O
de la forma que utiliza un gobierno para imponer sus controles o mecanismos de
adaptación de funciones a las exigencias del modelo económico imperante. O al
equilibrio pretendido ante coyunturas específicas.
Son todas estas
realidades constituyen formas de demostrar el grado de libertad a partir del
cual un Estado se plantea canales para movilizar sus ejecuciones y comedir sus
intenciones ante los problemas que le depara la incertidumbre. Son libertades
cuyo costo político, económico y social no siempre se ve compensado por
decisiones de carácter populista. Éstas, lejos de alcanzar su demagógico
objetivo, fungen de rémora o de tranca a necesidades clamadas popularmente. En
lo puntual, puede decirse que son libertades que pesan.
“No sólo son las ideologías las que determinan el rumbo que marca el devenir de una nación. También son las capacidades de sus gobernantes para comprender las realidades en función de las necesidades e intereses que, basadas en las circunstancias, van adquiriendo distintas formas en el tiempo”. AJMonagas
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida – Venezuela
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