Corresponde al chavismo y a la oposición realizar el cambio que
exigieron millones de ciudadanos.
Las urnas hablaron en Venezuela, y de qué manera. En una pacífica fiesta
de civismo y democracia, y con una participación récord para unas elecciones
legislativas (75 por ciento), los venezolanos eligieron el domingo los 167
diputados que se encargarán en los próximos cinco años de las leyes de su país.
Es un escenario inédito, pues es la primera vez desde que el chavismo llegó al
poder, en 1999, que se enfrenta a un parlamento opositor y en medio de una
desestabilizadora crisis económica, de la que aún no se ve el fondo.
Por eso, en millones de venezolanos el sentimiento que predominaba era
el de la esperanza. Esperanza en que los esfuerzos conjuntos, tanto de
chavistas como de opositores, saquen adelante la economía de la nación, y
esperanza en que la polarización que por años ha golpeado desde los núcleos
familiares básicos abra paso a una visión menos ideologizada y más racional de
una nación que necesita reformas urgentes y atinadas. Es claro que como van,
van mal.
La amplia victoria de la oposición, que cuando escribimos estas líneas
reclamaba la mayoría calificada (más de 111 escaños, es decir, los 2/3 de la
cámara única), es un mensaje directo de cambio para el gobierno del presidente
Nicolás Maduro, quien reconoció la derrota y prometió revisiones en la
‘revolución’, pero sigue tercamente anclado a la versión de que los males que
azotan a su país tienen que ver con lo que retóricamente llama la “guerra
económica”.
Esa actitud irreflexiva de culpar a los demás (a Estados Unidos, a los
empresarios, al contrabando desde Colombia, al paramilitarismo...) no ayuda al
propósito nacional de superar el mal momento. El reconocer que en la paliza que
le propinaron al oficialismo en las urnas tiene mucha relación con el ‘voto
castigo’ puede ser un buen principio de redirigir el rumbo ante un panorama
incierto y caótico. Habrá que ver.
De otra parte, el desafío para la oposición no puede ser menor. Si
avasallaron en las urnas, no pueden hacer lo mismo con el chavismo, pues eso
sería cometer los mismos errores que tanto criticaron de Maduro y su corte. La
misión inicial debe ser enrumbar la economía para sacar la cabeza del fondo de
la crisis y, por otro lado, crear las condiciones mínimas para cohabitar con
los otros poderes públicos, dominados por la revolución bolivariana, para no
caer en choques de trenes desgastadores o que se termine propiciando la
polarización. En Venezuela se impone una línea de diálogo y concertación.
Por eso cayeron tan bien las sensatas palabras del líder de la Mesa de
Unidad Democrática (MUD) Jesús ‘Chuo’ Torrealba en el discurso de celebración,
en las que aseguró que la victoria no dará pie al revanchismo. Y si la idea de
la oposición es encaminar el país hacia una transición, pues deben propender a
que sea lo menos traumática posible, ya que desconocer la fuerza del chavismo
basados en el traspié del domingo sería cometer un error memorable. En eso no
se pueden equivocar. Del triunfalismo nada queda.
El hecho es que estamos ante un cambio de era en la Venezuela de
Bolívar, de Chávez, de Maduro, de Lilian Tintori o de Henrique Capriles. De la
inteligencia y buen tacto político de chavistas y opositores dependerá el
futuro de los más de 30 millones de venezolanos. Es un momento histórico. Esta
nación no aguanta más desastres.
http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/venezuela-y-la-esperanza-editorial-el-tiempo-8-de-diciembre-de-2015/16451718
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