Hace unos cuantos años
a propósito de unos resultados electorales adversos y cuando se debatía entre
los opositores la causa de la derrota, o peor aún el nombre del culpable, al
terciar en esa infructífera polémica expresé: “iremos de derrota en derrota
hasta la victoria final”. El citarme a mí mismo es la razón del título escogido
para este artículo.
No obstante, de
entrada quiero aclarar que aún se encuentra lejos la victoria. Estamos
comenzando. Como lo expresó en su momento Churchill “este no es final, no es ni
siquiera el principio del fin, puede ser más el fin del principio.” Ahora es
cuando comienza la tarea de reconstrucción.
Desde luego que esa
tarea abarca la reconstrucción de la estructura física del país de la cual
forma parte el aparato productivo agrícola, pecuario, industrial, comercial y
de servicios en general colocado en manos de ineptos y saqueadores después del
grito “exprópiese”; iniciado con fincas en plena producción, luego con
industrias poderosas y comercios para llegar, apenas ayer, hasta los mercados
de Quinta Crespo y Guaicaipuro.
No será fácil tener la
cooperación del poder ejecutivo porque ayer y hoy el fanatismo se nutre de la
ceguera. El pueblo que votó favorablemente por la opción opositora, puede
percibir la falta de soluciones oportunas como responsabilidad de aquellos a
los cuales dio su voto y no de un poder ejecutivo recalcitrante que se empeña
en seguir su errada política económica. Aun así tendremos que abrir caminos al
entendimiento, puesto que no podemos dejar de reconocer la realidad del poder
ejecutivo, tan autónomo como el legislativo, al cual corresponde la acción de
gobierno.
La renuncia es una salida, pero no así el revocatorio, porque mientras
que la primera es expedita, la segunda implica lanzar al país a otro proceso
electoral, antes de que la población obtenga nada absolutamente nada del
proceso previo.
La reconstrucción de la estructura legal y moral es tarea tan o más
importante que la económica y hay que iniciarla ya. La recuperación del estado
de derecho, del imperio de la ley aguarda por parte de los recién electos
diputados una contribución cotidiana que por supuesto incluye un nuevo
lenguaje, un nuevo modo de decir. El lenguaje es el poder, si nuestro lenguaje
de respeto mutuo es hablado por el pueblo habremos alcanzado la victoria. Esa
que llamé “final”.
Oswaldo Paez Pumar
paezpumar@cantv.net
Caracas - Venezuela
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