Va a promover su
agenda de apaciguamiento a tiranos y su legado de gran pacificador de un mundo
diseñado según sus parámetros ideológicos.
El Consejero de
Seguridad Nacional de Barack Obama declaró hace unos días que su jefe planeaba
visitar la isla de los Castro antes de finalizar su mandato. Sin embargo,
consciente de la desvergüenza de una reunión entre un presidente elegido
democráticamente y unos tiranos que no han celebrado elecciones en 57 años, Ben
Rhodes cubrió la declaración con la consabida hoja de parra. Dijo y cito que:
"Washington quiere que La Habana mejore en materia de derechos humanos y
que estimule la actividad económica permitiendo operar a empresas
privadas."
La mentira queda
descubierta por el propio modo de operación de la tiranía. En vez de respetar
los derechos humanos, los tiranos han aumentado el hostigamiento contra la
disidencia después del acuerdo Obama-Castro, como para que nadie se haga
ilusiones de que el mismo traerá consigo cambio alguno en la naturaleza represiva
del régimen. Y las empresas privadas dispuestas a aceptar a los Castro como
socios mayoritarios, tal como ha sido desde hace ya mucho tiempo, serán siempre
bienvenidas en Cuba comunista. Luego nada ha cambiado y nada cambiará mientras
los Castro sigan usurpando el poder.
Todo esto lo sabe
Barack Obama pero no le importa en grado alguno. Este fanático de la izquierda
decadente no va a Cuba a mejorar las condiciones de vida de los cubanos como no
ha mejorado las condiciones de vida de los norteamericanos. Va a promover su
agenda de apaciguamiento a tiranos y su legado de gran pacificador de un mundo
diseñado según sus parámetros ideológicos.
Un mundo donde
ninguna nación sea más poderosa que otra. Donde tengan igual influencia las
ideas y las acciones de los países ricos y los países pobres, de los grandes y
los pequeños, de las democracias y las dictaduras, de los violadores y los
respetuosos del derecho internacional. Donde los Estados Unidos no sean una
potencia estabilizadora sino una más entre naciones, muchas de las cuales son
agresoras de sus vecinos y violadoras de derechos humanos. El problema es que
cuando el policía se echa a dormir los maleantes hacen su zafra. Por eso
tenemos a Putin cogiéndose el mundo, los clérigos iraníes en camino a detonar
el polvorín del Oriente Medio, ISIS degollando a víctimas inocentes y Raúl
Castro repartiendo palos a sus opositores con la tranquilidad de que no sufrirá
consecuencias adversas por parte de su hermano ideológico Barack Obama.
En Cuba, Barack Obama
se sentirá a sus anchas porque recibirá la adulación que le niegan los
norteamericanos que han sufrido siete años de su arrogancia, su fanatismo y su
incompetencia. Disfrutará de los ritmos cadenciosos de nuestras orquestas
populares y hasta quizás se atreva a enfrentar la rabia de la belicosa Michelle
bailando una salsa con Mariela Castro. Ese es el estilo de vida que disfruta
este personaje que llegó a la Casa Blanca apoyado por los zurdos de Hollywood y
la ha convertido en un escenario del rock, el hip hop y la salsa. Un petulante
que se considera superior a todo el que lo rodea, un holgazán que se aburre con
las labores ordinarias de gobierno y un narcisista que está enamorado del
sonido de su propia voz. Su viaje a La Habana no tendrá sentido ni contenido, como
tampoco cambiará en un ápice el ritmo de nuestra lucha por la libertad. No será
otra cosa que la culminación de lo que ha sido la pachanga política de un
diletante con habilidad histriónica que le ha costado muy cara a los Estados
Unidos. ¡Qué tremendo parecido con el loro perverso que se apoderó de Cuba un
primero de enero!
Pero ese no es el
único parecido de Obama con los anfitriones que lo recibirán en La Habana.
Están sin dudas la total falta de principios morales y de escrúpulos humanos.
La Cuba de los Castro ha sido por 57 años la capital de la corrupción y de la
represión en América. La cumbre de su gobierno está integrada por asesinos,
ladrones y terroristas como Raúl Castro y Ramiro Valdés. Los antecedentes de
Obama muestran su identificación con gentuza tan miserable como la que gobierna
en Cuba.
Antes de ser electo
presidente, Obama asistió por veinte años a una iglesia donde el pastor
Jeremiah Wright acusaba de genocidio y de racismo a los Estados Unidos, inició
su vida política en la residencia del terrorista que dinamitó el Pentágono,
William Ayers, mantuvo estrechos lazos de amistad con otro terrorista, el
dirigente palestino Rashid Kalidi, y fue asesor legal de la organización
militante negra ACORN. A mayor abundamiento, Obama cultivó la amistad del orate
antisemita Louis Farrakhan y compró su residencia de Chicago con las larguezas
financieras del delincuente convicto Tony Rezko.
Por otra parte, es
cierto que Obama ostentará como una medalla de honor el haber sido el primer
presidente norteamericano en visitar La Habana después de la instauración de la
tiranía y el hombre que ayudó a prolongar la opresión de los Castro sobre el pueblo
de Cuba. Pero, en honor a la verdad, no ha sido el único presidente que nos ha
mentido y manipulado para obtener el voto cubano en el crucial estado de la
Florida. Los diez mandatarios que le antecedieron cerraron los ojos ante el
drama de Cuba, nos pusieron al final de su agenda de gobierno y llegaron al
extremo de traicionarnos como el engreído y cobarde de John Kennedy. Quienes no
hayan despertado a esta realidad necesitan con urgencia un electroshock
político.
En lo que a mí
respecta, el viaje de Obama a La Habana no me quita el sueño ni me disminuye la
energía para contribuir en la medida de mis limitadas posibilidades a la lucha
por la libertad de Cuba, Esa lucha es nuestra, no se la delegamos a nadie, ni
tampoco permitiremos que nos tracen pautas o nos dicten condiciones. Cuba será
libre por el esfuerzos de unos hijos que ya hemos aprendido que nada podemos
esperar del mundo.
Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de
www.lanuevanacion.com
Estados Unidos
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