domingo, 17 de abril de 2016

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, PAÍS DE MIEDOSOS, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL, CONDENADO A LA RUINA

La equivocada y alevosa forma de gobernar a Venezuela, devino en una sociedad infectada de miedo.
Además de la angustia, la desconfianza y la tristeza, también el miedo envolvió la sociedad venezolana. Ante aquella pregunta que sirvió de muletilla en tiempos colmados de esperanzas que incitaron un momento en la reciente vida política nacional, de “¿quién dijo miedo?”, la respuesta hoy cambió de dirección y magnitud. ¿Y cómo no ser otra, ante una situación donde la intimidación ejercida desde la cúpula gubernamental, se potenció logarítmicamente?

El problema que busca disertarse a lo largo de estas breves líneas, tiene una connotación particular. Y ello se debe a que, en medio de la multiplicidad de razones que han llevado el país al atrasado lugar donde ahora está anclado, se tienen otras que alcanzan a explicarse en el ámbito de las emociones. Considerando emociones, aquellos sentimientos que luego de convertirse en actitudes, reflejan la interioridad del individuo de cara a los peligros que vienen arrollando su vida en el fragor de la crisis política, económica y social que, concretamente, está padeciendo Venezuela en lo que va de siglo XXI. Y tiene que ver con el miedo que sobrelleva toda persona al sentir amenazada su vida. Indistintamente de que dicho temor, repercuta sobre cualquier esfera de movilidad de ese individuo que para los efectos de este análisis, es el venezolano común.

Justamente, ese es el problema que marca el comportamiento del venezolano. Cualquiera sea su clase, abolengo o condición política, económica o social. El miedo lo caracteriza. Sin embargo, es posible advertir que, tan intoxicante sentimiento, adquiere formas diferentes según la capacidad del venezolano. Pero no para evitarlo, pues resulta imposible de lograrlo dado el impacto que produce cada situación de zozobra o de inquietud asociada a la inseguridad que la misma pueda acarrear. De manera que el miedo del venezolano, se nota desde distintas perspectivas. Aunque, puede confundirse pues sus expresiones son iguales. Así se tiene, miedo a perder la vida, a verse atrapado entre acusaciones infundadas, a verse defenestrado de posiciones de poder político. Incluso, miedo a perder el trabajo, alguna postura, verse descalificado sentimental, intelectual o hasta moralmente. Miedos éstos que maltratan esperanzas o expectativas en toda persona que lo padezca. En cualquier caso, pudiera pensarse en las siguientes categorías conceptuales como argumentos para ampliar el debate que esta disertación busca animar como razón para hablar de un país de miedosos.

El miedo funcional, está relacionado con la aprehensión de situaciones capaces de producirse en el imaginario de quien a diario se informa acerca de los cuadros de violencia, asedios e incertidumbre que acechan al país en cualquiera de sus calles o lugares. El miedo estructural, vinculado con el estado psicológico, psíquico y biológico que detenta el venezolano como consecuencia de las debilidades y amenazas que a diario lo agobian. El miedo contingente o emergente, asociado con las condiciones políticas, culturales, económicas y sociales que pueden emboscarlo ante la menor duda que ha de observar entre las imprevisiones que perturban al venezolano aferrado a una vida bastante agitada en todas sus acepciones. El miedo subjetivo o espiritual, ligado a la sensibilidad de quienes en medio de una situación de crisis emocional, pueda verse humillado por causa del sarcasmo ejercido con cruda alevosía.

Estos tipos de miedo, dan lugar a todo un cuadro de encontradas reacciones que atentan contra cualquier estado de ánimo que resida en la actitud de venezolanos asequibles y convencidos de las bondades que pregona la democracia cuando se aplica como sistema político de gobierno. No obstante, estas realidades que hablan del miedo que asfixia al venezolano actualmente, en tanto que puede concebirse como un modo de subsistir en medio de los avatares de un país casi colapsado o al borde del colapso, también puede comprenderse como un modo de escape de un mundo abatido por la violencia y la inseguridad. Justamente, estos eventos pueden incitar efectos peligrosamente extremos. No sólo identificados con el encono o el enardecimiento. También, puede detectarse la ausencia de toda forma de control estimulándose transgresiones al orden establecido para entonces convertirse en causante de caos, disturbios o conflictos de marca mayor.

Así que no existe duda alguna de que la equivocada forma de gobernar a Venezuela, bajo el influjo de la alevosía propia de un proyecto ideológico cargado de serias inconsistencias de fondo, como en efecto ha ocurrido en lo que va de siglo XXI, llevó a arraigar una sociedad infectada de miedo. O sea que por estas razones de apesadumbrada condición, Venezuela se transformó en un país de miedosos.

VENTANA DE PAPEL

CONDENADO A LA RUINA

El ejercicio de la política, no tiene mayor razón, o ninguna, en manos de quienes no saben de política. De hecho, la diferencia entre un país subdesarrollado y otro desarrollado o en vías de desarrollo, no está precisamente, en el arrojo de su economía. Tanto como eso, la diferencia estriba en la capacidad de sus gobernantes para vislumbrar oportunidades de crecimiento, en conjunto con la manera de sembrar ciudadanía y de concienciar formas de trabajo que resulten concordantes con planes trazados con base en el mediano y el largo plazo. Lo contrario, es pura bagatela ya que además de consumir preciados y escasos recursos, termina instituyendo entelequias que sólo apuntan a encubrir problemas. Problemas de tal monta, que se convierten en móviles para pervertir la moral pública y trastocar iniciativas de desarrollo aportadas por el esfuerzo institucional, grupal e individual.

La declaratoria sancionada por el presidente de la República, decretando el lunes 18 de abril no laborable, deja ver la reincidencia de un gobierno no más enredado que ignorante. No atendió ni entendió la frustración que derivó la misma decisión adoptada los días iniciales de la Semana Santa. Asimismo, para los días viernes. Los resultados esperados ante el propósito de “ahorro energético” asumido para entonces, no llegaron a cotejarse con los valores proyectados por falta de consistencia del análisis. La excusa de ahorrar electricidad, ante los efectos del fenómeno climatológico El Niño, sólo expresa el desconocimiento que el aludido régimen tiene respecto no sólo de la importancia del trabajo entendido como la fuente de toda riqueza sobre la cual se crecen esperanzas y realidades. También, del trabajo como inductor de la confianza que requiere la construcción de todo proceso social que comprometa voluntad e ingenio político. Friderich Engels, filósofo alemán, fundador del socialismo científico y coautor junto con Marx del Manifiesto Comunista (1848), refirió el trabajo como “la condición básica y fundamental de toda la vida humana, hasta el punto de poderse afirmar que el hombre llega a realizarse por el trabajo, haciendo que sus manos creen y construyan medios de vida y para sus beneficios”.

Ahora la vagancia, la ineficiencia y la improvisación se impusieron de tal modo, que fungen como criterios de gobierno. Criterios éstos que lejos de contribuir a concienciar actitudes que sumen desarrollo, arrastran el país a embadurnarse más de la crisis económica más severa que haya atravesado en su historia. Justo, en momentos en que el trabajo y la producción se han subrayados como salidas impostergables ante el cuestionado atolladero. Sólo así, se retrotraerá el país a condiciones de excelso primitivismo y deberá reconocerse que ahora Venezuela es un país que, por ineptitud gubernamental, ha sido condenado a la ruina.

“Cuando las confusiones son asumidas como criterios de gobierno, por la ineptitud de sus gobernantes, los efectos en la sociedad son desastrosos. Sobre todo, aquellos que siembran miedo toda vez que la inseguridad se convierte en factor de consecutiva incidencia”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela

1 comentario:

  1. ¿Quién dijo miedo? es una pregunta para la cual todo venezolano tiene una sola respuesta. Es: “YO”. ¿Y cómo no tener miedo ante la avalancha de amenazas gubernamentales, de violencia y de inseguridad que contaminaron al país luego de discursos presidenciales que avalaban el derecho a robar, estimular acciones de colectivos furibundos o la institucionalización de milicias inconstitucionales? Por eso, la única siembra que ha dado frutos en esta “tierra de gracia”, es el miedo. El régimen siempre ha buscado inyectarle miedo al venezolano para entonces reducirlo al máximo. Léalo en esta nueva entrega de PIDO LA PALABRA.

    ResponderEliminar