La equivocada y alevosa forma de gobernar a Venezuela, devino en una sociedad infectada de miedo.
Además de la
angustia, la desconfianza y la tristeza, también el miedo envolvió la sociedad
venezolana. Ante aquella pregunta que sirvió de muletilla en tiempos colmados
de esperanzas que incitaron un momento en la reciente vida política nacional,
de “¿quién dijo miedo?”, la respuesta hoy cambió de dirección y magnitud. ¿Y
cómo no ser otra, ante una situación donde la intimidación ejercida desde la
cúpula gubernamental, se potenció logarítmicamente?
El problema que busca
disertarse a lo largo de estas breves líneas, tiene una connotación particular.
Y ello se debe a que, en medio de la multiplicidad de razones que han llevado
el país al atrasado lugar donde ahora está anclado, se tienen otras que
alcanzan a explicarse en el ámbito de las emociones. Considerando emociones,
aquellos sentimientos que luego de convertirse en actitudes, reflejan la
interioridad del individuo de cara a los peligros que vienen arrollando su vida
en el fragor de la crisis política, económica y social que, concretamente, está
padeciendo Venezuela en lo que va de siglo XXI. Y tiene que ver con el miedo
que sobrelleva toda persona al sentir amenazada su vida. Indistintamente de que
dicho temor, repercuta sobre cualquier esfera de movilidad de ese individuo que
para los efectos de este análisis, es el venezolano común.
Justamente, ese es el
problema que marca el comportamiento del venezolano. Cualquiera sea su clase,
abolengo o condición política, económica o social. El miedo lo caracteriza. Sin
embargo, es posible advertir que, tan intoxicante sentimiento, adquiere formas
diferentes según la capacidad del venezolano. Pero no para evitarlo, pues
resulta imposible de lograrlo dado el impacto que produce cada situación de
zozobra o de inquietud asociada a la inseguridad que la misma pueda acarrear.
De manera que el miedo del venezolano, se nota desde distintas perspectivas.
Aunque, puede confundirse pues sus expresiones son iguales. Así se tiene, miedo
a perder la vida, a verse atrapado entre acusaciones infundadas, a verse
defenestrado de posiciones de poder político. Incluso, miedo a perder el
trabajo, alguna postura, verse descalificado sentimental, intelectual o hasta
moralmente. Miedos éstos que maltratan esperanzas o expectativas en toda
persona que lo padezca. En cualquier caso, pudiera pensarse en las siguientes
categorías conceptuales como argumentos para ampliar el debate que esta
disertación busca animar como razón para hablar de un país de miedosos.
El miedo funcional,
está relacionado con la aprehensión de situaciones capaces de producirse en el
imaginario de quien a diario se informa acerca de los cuadros de violencia,
asedios e incertidumbre que acechan al país en cualquiera de sus calles o lugares.
El miedo estructural, vinculado con el estado psicológico, psíquico y biológico
que detenta el venezolano como consecuencia de las debilidades y amenazas que a
diario lo agobian. El miedo contingente o emergente, asociado con las
condiciones políticas, culturales, económicas y sociales que pueden emboscarlo
ante la menor duda que ha de observar entre las imprevisiones que perturban al
venezolano aferrado a una vida bastante agitada en todas sus acepciones. El
miedo subjetivo o espiritual, ligado a la sensibilidad de quienes en medio de
una situación de crisis emocional, pueda verse humillado por causa del sarcasmo
ejercido con cruda alevosía.
Estos tipos de miedo,
dan lugar a todo un cuadro de encontradas reacciones que atentan contra
cualquier estado de ánimo que resida en la actitud de venezolanos asequibles y
convencidos de las bondades que pregona la democracia cuando se aplica como
sistema político de gobierno. No obstante, estas realidades que hablan del
miedo que asfixia al venezolano actualmente, en tanto que puede concebirse como
un modo de subsistir en medio de los avatares de un país casi colapsado o al
borde del colapso, también puede comprenderse como un modo de escape de un
mundo abatido por la violencia y la inseguridad. Justamente, estos eventos
pueden incitar efectos peligrosamente extremos. No sólo identificados con el
encono o el enardecimiento. También, puede detectarse la ausencia de toda forma
de control estimulándose transgresiones al orden establecido para entonces
convertirse en causante de caos, disturbios o conflictos de marca mayor.
Así que no existe
duda alguna de que la equivocada forma de gobernar a Venezuela, bajo el influjo
de la alevosía propia de un proyecto ideológico cargado de serias
inconsistencias de fondo, como en efecto ha ocurrido en lo que va de siglo XXI,
llevó a arraigar una sociedad infectada de miedo. O sea que por estas razones
de apesadumbrada condición, Venezuela se transformó en un país de miedosos.
VENTANA DE PAPEL
CONDENADO A LA RUINA
El ejercicio de la
política, no tiene mayor razón, o ninguna, en manos de quienes no saben de
política. De hecho, la diferencia entre un país subdesarrollado y otro
desarrollado o en vías de desarrollo, no está precisamente, en el arrojo de su
economía. Tanto como eso, la diferencia estriba en la capacidad de sus
gobernantes para vislumbrar oportunidades de crecimiento, en conjunto con la
manera de sembrar ciudadanía y de concienciar formas de trabajo que resulten
concordantes con planes trazados con base en el mediano y el largo plazo. Lo
contrario, es pura bagatela ya que además de consumir preciados y escasos
recursos, termina instituyendo entelequias que sólo apuntan a encubrir
problemas. Problemas de tal monta, que se convierten en móviles para pervertir
la moral pública y trastocar iniciativas de desarrollo aportadas por el
esfuerzo institucional, grupal e individual.
La declaratoria
sancionada por el presidente de la República, decretando el lunes 18 de abril
no laborable, deja ver la reincidencia de un gobierno no más enredado que
ignorante. No atendió ni entendió la frustración que derivó la misma decisión
adoptada los días iniciales de la Semana Santa. Asimismo, para los días
viernes. Los resultados esperados ante el propósito de “ahorro energético”
asumido para entonces, no llegaron a cotejarse con los valores proyectados por
falta de consistencia del análisis. La excusa de ahorrar electricidad, ante los
efectos del fenómeno climatológico El Niño, sólo expresa el desconocimiento que
el aludido régimen tiene respecto no sólo de la importancia del trabajo
entendido como la fuente de toda riqueza sobre la cual se crecen esperanzas y
realidades. También, del trabajo como inductor de la confianza que requiere la
construcción de todo proceso social que comprometa voluntad e ingenio político.
Friderich Engels, filósofo alemán, fundador del socialismo científico y coautor
junto con Marx del Manifiesto Comunista (1848), refirió el trabajo como “la
condición básica y fundamental de toda la vida humana, hasta el punto de poderse
afirmar que el hombre llega a realizarse por el trabajo, haciendo que sus manos
creen y construyan medios de vida y para sus beneficios”.
Ahora la vagancia, la
ineficiencia y la improvisación se impusieron de tal modo, que fungen como
criterios de gobierno. Criterios éstos que lejos de contribuir a concienciar
actitudes que sumen desarrollo, arrastran el país a embadurnarse más de la
crisis económica más severa que haya atravesado en su historia. Justo, en
momentos en que el trabajo y la producción se han subrayados como salidas
impostergables ante el cuestionado atolladero. Sólo así, se retrotraerá el país
a condiciones de excelso primitivismo y deberá reconocerse que ahora Venezuela
es un país que, por ineptitud gubernamental, ha sido condenado a la ruina.
“Cuando las confusiones son asumidas como criterios de gobierno, por la ineptitud de sus gobernantes, los efectos en la sociedad son desastrosos. Sobre todo, aquellos que siembran miedo toda vez que la inseguridad se convierte en factor de consecutiva incidencia”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
¿Quién dijo miedo? es una pregunta para la cual todo venezolano tiene una sola respuesta. Es: “YO”. ¿Y cómo no tener miedo ante la avalancha de amenazas gubernamentales, de violencia y de inseguridad que contaminaron al país luego de discursos presidenciales que avalaban el derecho a robar, estimular acciones de colectivos furibundos o la institucionalización de milicias inconstitucionales? Por eso, la única siembra que ha dado frutos en esta “tierra de gracia”, es el miedo. El régimen siempre ha buscado inyectarle miedo al venezolano para entonces reducirlo al máximo. Léalo en esta nueva entrega de PIDO LA PALABRA.
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