Solo él lo podía
lograr. Paralizar a un país nos es tarea fácil y entre puentes, parálisis de la
producción y mucho descanso, el mandatario procuro tal hazaña con 30 millones
de venezolanos; en realidad 29, porque aún
no tenemos la certeza de que él pertenezca
a estos lares. De cualquier modo, es algo inédito, ningún otro país nos
podría imitar y con toda seguridad el libro Guinness deberá, al menos, tomarnos
en cuenta por semejante récord.
Para él todos los
aplausos, le queda perfecta la campaña
que su régimen ha inducido: “El Niño no es un juego”. Claro que no es juego, es
una telúrica realidad en la cual hemos sido arrasados por la flojera agonizante
de un régimen definitivamente moribundo en el país de los problemas. A partir
del mes de Mayo tendremos media hora adelantada por el huso horario,
obedeciendo los gritos de El Niño.
Todo este enredo
comenzó hace tres años, cuando “el pueblo” le entregó en sus manos el control de la nación, cuyo
objetivo primordial, era, fue, y es, la repartición del botín del último de los
mohicanos, tipo película o historia narrada. Se presume inocente de los viajes,
ida y vuelta, sacando el tesoro nacional hacia otras tierras, extrañas no,
tenebrosas. La pregunta del día a día es: ¿Cuándo va a terminar todo esto? A
prepararse, porque hay sospechas que será cuando ya no quedé nada en el
tintero. Después vendrá el pronunciamiento y la gran escapada, pero con los
bolsillos forrados de dólares.
Lo más audaz son las
acciones que se han tomado, por un lado los obstáculos impuestos por el Tribunal Supremo de
Justicia, el Poder Electoral con su ausente y premeditada diligencia de no
atender la petición del pueblo para el ansiado revocatorio. Marchas, cadenas,
folclor y más folclor, como el de suspender las actividades laborales en la
administración pública y afines, para decretar otro puente hasta el 19 de
abril, Día de la Independencia, día en
que asumió el cargo y día del yugo laboral decretado por el mal entendido
mandatario, y para quien “El Niño no es un juego”.
La naturaleza está
solo esperando dar la estocada fatal, por
tanto embuste alrededor de sus acciones “naturales” y no debe ser justo
añadirle todos los errores técnicos de la mano del hombre, por el apetito
crematístico y al final del día decir: “El Niño no es un juego”. Qué manera de enjugar las culpas.
Lo más feo y
rechazado por todos es la parálisis que presenta el país, mentes conscientes
repudian los pasos renegridos que da el gabinete, pero de igual forma todo el
pueblo disfruta de la vagancia y el reposerismo, clave para la total
destrucción de Venezuela. Si nadie se queja, que siga la fiesta. Es vergonzoso
reconocerlo, pero tristemente es la realidad. ¿Quién da el primer paso?
Silencio total.
No obstante, se
aprovechan los días muertos en el cadavérico país, para recoger agua y
almacenarla, buscar desesperadamente comida, artículos para la limpieza
personal y del hogar, los pobres niños son las víctimas de todos los adultos
que no pensaron en esta hecatombe. Se escucha incluso, que aún no vamos ni por
la mitad de lo que presagian las Sagradas Escrituras. Apenas es el comienzo.
Entretanto, la
incoherencia que domina en Venezuela, obliga a actuar de otro modo, porque
entre tantos engaños a diario de los verdaderos opositores del pueblo, es
decir, el régimen, se repite: “le restan días por vivir”, todo porque en las
manos y en la vara de un infante se le apagará la luz, ¡No es un juego!
Susana
Morffe
susana.morffe@gmail.com
@susanamorffe
www.susanamorffe.blogspot.com
Nueva Esparta -
Venezuela
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