Está
escrito que el destino de la AN es encabezar la salida del régimen de Maduro.
Su misión está dictada en el código genético de su nacimiento el 6 de diciembre
pasado. La voz que constituyó ese cuerpo no lo dejó al garete: su mandato es
buscar la salida constitucional de Maduro, contribuir al cambio de régimen y a
la instauración de una sociedad de ciudadanos libres en una democracia
funcional.
Hay
quienes temen que una disonancia creciente entre las expectativas y lo que hace
la AN pudiera ser factor de descrédito de esta institución. Es posible. Sin
embargo, lo que aprecio en el horizonte es que, con las leyes ya aprobadas, de
Amnistía, del Banco Central, del Tribunal Supremo, junto a las que están en la
tubería y con medidas adicionales, el mandato del pueblo sobre la AN se
cumplirá inexorablemente. Entre estas medidas adicionales se encuentran la
incorporación de los diputados de Amazonas, el estudio de la doble nacionalidad
de Maduro y otras decisiones de similar calado.
Los
diputados no harán más que cumplir con su tarea, mientras el régimen, ahora
espichado, se verá obligado –como es evidente– a continuar en la suya.
Aferrados a los maderos que reflotan después de la catástrofe, siguen empeñados
en dar órdenes a los ángeles; a Urano, como dios de las lluvias, y a Zeus, como
dios de la luz y, tal vez, más modestamente, patrón de la electricidad. La
realidad, desconsideradamente terca, ha resuelto no hacer el menor caso a
Maduro.
El
desconocimiento por parte del régimen del mandato recientemente dado a la AN,
legítimo y abrumador como es, traza un camino y un ritmo. Podrá haber zigzags,
como es lógico, al ser la realidad irreductible a las adivinaciones, pero el
camino es el camino.
Llegará
un momento, al parecer pronto, en que la AN, en el ejercicio de sus facultades
constitucionales, será desconocida en su totalidad por el régimen. No lo dirán:
lo harán. El concierto entre el Ejecutivo nacional, el TSJ, el Consejo Nacional
Electoral y el llamado Poder Ciudadano tiene como misión ahorcar políticamente
el Poder Legislativo. En ese instante, la AN tendrá que cambiar de escenario y
apelar a los factores nacionales e internacionales para instaurar la legalidad
constitucional y democrática.
Nadie
sabe cómo va a ser ese proceso, ni cuáles serán sus rostros. Pero, sin duda,
serán de aquellos que encabecen el cambio y se atrevan a guiar a un país
deshecho, desorientado y vuelto migas, por un tiempo de desierto al cabo del
cual Venezuela no tendrá más opción que emerger libre, sana y transparente.
Carlos
Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
El
Nacional
Caracas - Venezuela
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