Se
considera a la filosofía como el debate más antiguo en el hombre porque está planteado desde el momento en el cual
el hombre empezó a pensar, empezó a buscar respuestas a sus preguntas acerca
del por qué de las cosas. Desde entonces y a lo largo de la historia, sin que
haya concluido, y con el aporte de numerosos “filósofos”, el debate ha dado
mucha atención a la “competencia” entre el racionalismo y el empiricismo, es
decir entre la razón y la experiencia como fuente del conocimiento.
Este debate
ha introducido en los último tiempos el planteamiento del pensamiento complejo.
Uno encuentra la situación que vivimos, o padecemos, los venezolanos tan
inexplicable e incomprensible, aparte de intolerable, que hace que su análisis
lleve a una conclusión parecida a la del debate filosófico, es decir, que no
parece tener una respuesta definitiva. Luce que se puede exponer a una
aplicación de pensamiento complejo, por cuanto, como ya se dijo, es
inexplicable e incomprensible; no se detecta la forma de despejar la
incertidumbre acerca de la posibilidad de encontrar una solución o salida
determinante, y porque la maraña de nuestros tantos problemas, y tan ligados
los unos a los otros, es demasiado
grande.
Se sabe que existe la persona pesimista, o sea la que juzga las
cosas con la óptica más desfavorable o mas desesperanzada, en tanto que la
persona optimista es la que considera las situaciones desde el punto de vista
más favorable. Es fácil asumir que un muy elevado número de venezolanos
califica como pesimista ante la imposibilidad de visualizar una solución
determinante a nuestra calamidad. Se puede agregar que dentro de ese muy
elevado número, abundan los que no creen posible salir de esta tragedia
mediante un referendo revocatorio, o una enmienda constitucional, o en general
una vía estrictamente institucional, precisamente por la inoperancia de las
instituciones del país.
Por otro lado, se sabe que una protesta popular
suficientemente fuerte, canalizada incluso dentro del ámbito constitucional,
puede producir la renuncia del presidente Maduro, como ocurrió con Chávez en
2.002. Aquí se cae en la incertidumbre acerca de la probabilidad de su
ocurrencia, porque el grado de pesimismo contribuye con la duda, y a esto se
debe agregar el poco esfuerzo que hacen los sectores opositores por proponer
esa opción a la población porque proponen la vía institucional.
Es probable que
estos sectores opositores estén convencidos de que el pueblo no protestará. En
estas condiciones, se pone de bulto la complejidad de la realidad venezolana,
la cual no tendría una solución positiva. Sin embargo, también se debe aceptar
que dentro de un sistema social, como es Venezuela, más allá de las opciones
institucionales, incluyendo la protesta popular, la inoperancia del sistema
como consecuencia de la conservación ilegítima y criminal del poder, se generan
y se desarrollan situaciones de otra naturaleza, como caos, colapso y otras
similares, que producen transformaciones radicales, como alguna que se pudiera
traduciría en el fin de la gestión de Maduro.
Como se puede ver, la filosofía,
como la dialéctica socrática, puede conducir a una incertidumbre muy cierta con
relación a nuestro desenlace, pero lamentablemente, dada su naturaleza, no nos
proporciona una prescripción para curar el mal. Sin embargo, la valoración de
los desenlaces que nos posibilita apreciar, puede conducirnos a la decisión
responsable que debemos tomar, especialmente por parte de quienes resulten ser
realmente nuestros conductores.
Se concluye en la necesidad de armarse de una
fe que genere esperanza y paciencia para perseverar activamente, sin
resignación sin pesimismo, en la gesta
por la salvación. Aunque parezca un milagro.
Douglas
Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv
Falcon - Venezuela
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