La representación
parlamentaria opositora de la Asamblea Nacional ha desarrollado una encomiable
labor desde el pasado 5 de enero, cuando
el Cuerpo se instaló. Ha discutido y aprobado un número significativo de leyes:
Ley de Propiedad para los beneficiarios de la Misión Vivienda, Ley de Amnistía
y Reconciliación Nacional, Ley del Banco Central, Ley de Cesta Tickets para
Jubilados y Pensionados, Ley de Producción Nacional, Ley de Referendos, Reforma de la Ley Orgánica del TSJ. Estos
instrumentos forman parte del amplio programa legislativo ofrecido por los
actuales diputados durante sus campañas electorales. Además, el Parlamento
encaró la vasta corrupción perpetrada por el régimen a lo largo de 17 años. Los
parlamentarios están colocando la lupa en el saqueo cometido en Pdvsa, la CVG,
Cadivi, el sistema eléctrico y numerosas empresas estatizadas. Ejercen con
eficacia las labores de legislación y control contempladas en la Constitución.
La bancada
oficialista se ha limitado a torpedear las tareas de la alternativa
democrática. Ha quedado descolocada y confundida, luego de haber dominado a su
antojo el Palacio Federal durante tres lustros, la etapa más oscura del
Parlamento desde la era gomecista, cuando los diputados del Congreso eran
títeres del tirano de La Mulera. El Gobierno ha complementado la opacidad de
sus diputados, descalificando y anulando todas las acciones del Poder
Legislativo. El ariete ha sido la Sala Constitucional del TSJ, que forma, junto
con el alto mando de la FAN, la columna sobre la que se apoya la dictadura legalista
existente en Venezuela desde cuando Hugo
Chávez aún vivía
El desconocimiento de
los acuerdos y la demolición de los instrumentos legales aprobados por la
mayoría democrática de la AN, persistirán. Nicolás Maduro y sus socios
desprecian la institucionalidad republicana. Están conscientes de que les
resulta demasiado costoso respetar los preceptos constitucionales. Bloquearán
todas las alternativas contempladas en la Carta Magna para resolver la crisis
política, salvo que haya una presión nacional que les obligue a entrar en el
redil.
En el campo
estrictamente parlamentario y legal, la oposición tiene pocas posibilidades de
derrotar a la autocracia madurista. La acción parlamentaria ha sido y será
fundamental, pero debe formar parte de una estrategia global conducida por una
dirección política que le dé sentido y coherencia a la actividad de los
diputados. Para los parlamentarios, por sus compromisos y obligaciones
inmanentes, les resultará imposible conectarse con todos los sectores
descontentos por las nefastas políticas del gobierno: obreros, sindicatos,
gremios profesionales, federaciones empresariales, transportistas, ligas
campesinas, movimiento estudiantil, organizaciones de la sociedad civil que
agrupan a quienes carecen de agua, medicinas, electricidad o son acosados por el hampa y la inseguridad
personal. Estos sectores, donde la insatisfacción es profunda y la
desesperación puede convertirse en violencia desatada (como ocurre con los
linchamientos), carecen de la guía que solo pueden darle un núcleo político que
asuma la crítica al régimen de forma integral y aparezca como opción de triunfo
frente a la arrogancia y la indolencia.
Conviene, entonces,
diferenciar entre actividad parlamentaria y dirección política. La lucha contra
la dictadura de Marcos Pérez Jiménez carecía de diputados, pero contaba con la
Junta Patriótica, que a pesar de ser clandestina pudo darle una conducción
estratégica al reclamo popular por restablecer la democracia. Ahora ocurre que
tenemos una amplia y sólida representación en el Parlamento, pero carecemos de
ese órgano rector con capacidad de galvanizar el descontento, propiciar las
luchas populares e imponerle al Gobierno medidas que no necesiten contar con el
aval del TSJ, del Poder Electoral o del Poder Moral, y ni siquiera del alto
mando. Nadie vio a Hugo Chávez en el 99 pedirle autorización a Cecilia Sosa,
presidenta de la Corte Suprema de Justicia, para exigir e imponer la
Constituyente, a pesar de que la figura no estaba prevista en la Carta de 1961.
La fuerza que representaba en aquel momento, luego de su triunfo en diciembre
de 1998, le dio el poder suficiente para imponer su voluntad. Tenía en sus
manos la dirección política del país.
El gran reto de la
oposición en la actualidad reside en reconvertir la MUD en el cerebro de la
lucha por recuperar la democracia y la Republica, y colocar la actividad
parlamentaria al servicio de esa causa.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Miranda -
Venezuela
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