“Una democracia moderna debe sustentarse sobre una base única –el sistema jurídico que la rige- y sobre ella numerosas realidades plurales.” Neuro J. Villalobos Rincón
Semióticamente hablando, forma parte de la práctica del
modelo comunista la construcción material o simbólica de signos que denotan
separación o incomunicación de dos partes o regiones, o de ocultamiento de
algo. Si bien la muralla china se erigió para proteger su imperio de la
Mongolia, ha quedado como un símbolo de separación y ocultamiento de la
aplicación de un modo de vida cruel, sangriento, injusto e indigno. El muro de
Berlín fue el símbolo de la división de una misma nación con dos realidades antitéticas.
La cortina de hierro en la Unión Soviética recibió su nombre por el férreo
control de la vida de sus habitantes, impidiéndoles salir o para evitar que el
resto del mundo se enterara de una realidad perversa que afortunadamente
explosionó por insoportable.
Lo que yace conceptualmente detrás de esos símbolos es el
producto de mentes calenturientas, desquiciadas por el odio, el resentimiento,
el fanatismo y el desamor. En Venezuela, una criatura perteneciente a la
especie de los psicófagos, etimológicamente son los devoradores de almas,
intentó imponer una barrera entre buenos y malos, estimulando una lucha de
clases e inoculando odio, convirtiendo a su creador y a sus seguidores en una
gran amenaza para la humanidad. Este tipo de seres, como afirma Savater,
aparecen siempre entre las sombras del miedo y del prejuicio. Han convertido la
palabra “pueblo” en la justificación de todos los atropellos y en la coartada
de quienes quieren gobernar sin críticos ni rivales.
Es a nuestro pueblo a quien en lugar de una felicidad
general le han ahuyentado su alegría y le imposibilitan vivir una vida digna;
en lugar del respeto y la preocupación por el prójimo, se ha llegado a una
indiferencia absoluta hacia el ser humano. La “justicia” venezolana,
contrariando su esencia, desconoce e irrespeta la dignidad de propios y
extraños; niega la posibilidad de poner en vigencia una ley de amnistía y de
reconciliación nacional que pondría en libertad a nuestros presos políticos y
permitiría el retorno de nuestros exiliados.
El régimen venezolano viene construyendo su propio muro
tratando de distanciar, dividir y ocultar sus fechorías; de su lado queda una
minúscula parte de la población sin Dios y sin pueblo. Del nuestro quedamos la
gran mayoría que creemos en la justicia como la concibe el Dr. Carlos Cossio:
como “la mejora del orden que nos sitúa, la mejora de la seguridad que nos
protege, la mejora del poder que nos jerarquiza, la mejora de la paz que nos
une, la mejora de la cooperación que nos armoniza y la mejora de la solidaridad
que nos acoge.”
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
Zulia - Venezuela
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