Es difícil responder
una pregunta como esa en un país como este, en el cual es muy fácil caer en los
extremos de negar la magnitud de las dificultades o pronosticar que vamos hacia
el mayor de los cataclismos sociales. Pero esa pregunta nos la formulamos todos
los días ante cualquiera de las situaciones que ya se vuelven cotidianas en la
Venezuela de hoy.
La interrogante tiene
relación directa con el escenario de choque de poderes que se está
desarrollando por capítulos en nuestro
país, como una novela que cada día trae episodios que generan la angustia del
televidente o el lector. La diferencia es que todos somos actores.
Unos protagonizan y
otros están en el reparto. Pero todos tenemos nuestro papel asignado.
Todos, gobierno y
oposición, saludan que el papa llame al diálogo. ¿Cómo no hacerlo y salir
movido en esa foto? Pero el libreto va en la dirección opuesta. Nadie, en
verdad, da hoy ni un bolívar “fuerte” por el diálogo en nuestro país. No hay ni
ganas de escucharse ni voluntad de aflojar ni mucho menos dar el brazo a
torcer. Seguimos pegados a la melcocha de la confrontación. ¿Será posible al
menos que se promueva y se logre un acuerdo para que esa confrontación
encuentre cauce en la vía electoral, bien sea enmiendas, referéndum, elecciones
de gobernadores e incluso renovación total de todos los poderes y cargos de
elección?
Ojalá así sea. Porque
corremos el riesgo de que a alguien se le ocurra la idea de que hay que
cerrarle el paso a cualquier consulta popular y eso sería un boleto en primera
clase hacia la locura. Es imprescindible darle curso electoral a la
confrontación. En medio de esta pelea no se puede ignorar al soberano. La
voluntad de la mayoría es la que debe expresarse si no existe fórmula de
acuerdo. Cualquier atajo nos llevaría a episodios tal vez mucho peores que los
ya transitados en abril de 2002.
Ninguna insurrección,
ninguna pirueta golpista, de signo que sea, se traducirá en nada bueno para el
país. Por eso preocupa que el jefe del Estado vuelva a insistir con el
planteamiento de que “si la derecha gana vamos a llamar a una insurrección
cívico-militar”. Esa es la misma receta del “Maduro vete ya” que tanta cola
trajo. Eso de hacer una pausa entre el cerebro y la lengua es válido para
todos, incluido, por supuesto, el presidente de la República. La democracia se
basa fundamentalmente en el respeto a la voluntad de las mayorías.
Si eso no se respeta,
¿entonces de cuál democracia estamos hablando?
La Constitución de
1999 contiene los mecanismos para dirimir democráticamente las diferencias. No
hay que inventar el agua tibia. Ahora desde el gobierno, con la vocería del
doctor Hermann Escarrá, se ha propuesto una enmienda constitucional para
acortar el mandato a la Asamblea Nacional. Desde la oposición le han respondido
que se vaya a una doble consulta para ver si se recorta el mandato de la
Asamblea o del presidente Maduro. Y sigue la diatriba en torno a si la
oposición cumplió o no con los requisitos para activar el referéndum
revocatorio. Pero también sigue en agenda que este año deben realizarse las
elecciones de gobernadores.
Es decir, todos los
caminos constitucionales conducen hacia una consulta popular. Es lo que toca,
lo que corresponde de acuerdo con la Constitución que nos dimos en diciembre de
1999. Cerrar esos caminos es jugar con candela, en una Venezuela que, como ya
hemos dicho, tiene dos agendas, la política, que marcha a un ritmo, y la de la
gente, la agenda social, que marcha al doble de la velocidad y usa como
combustible la angustia. Ojo con eso.
Vladimir Villegas
vvillegas45@gmail.com
@Vladimirala1_gb
El Nacional
Caracas - Venezuela
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