“Cada pueblo será libre a su modo
y disfrutará de soberanía, según la voluntad de su conciencia y de sus
acciones” / Simón Bolívar
“De lo sublime a lo ridículo, no hay sino un solo paso”, es una frase que algunos historiadores
refieren fue pronunciada por Napoleón Bonaparte, tras el incendio de Moscú
(1812), que lo obligó a retirarse bajo la nieve de los maltrechos restos del
Gran Ejército. El emperador francés supo
que en su patria cundía el descontento y muchos reclamaban su abdicación, por lo
que se vio obligado a abandonar a sus
tropas y apresurar el regreso a París, en donde tuvo que dar cuenta de una
campaña iniciada con más de 600.000 hombres, de los que sólo iba a retornar una
quinta parte. Con tan enorme número de muertos, heridos, prisioneros y
desertores, la fallida invasión había enlutado y empobrecido a Francia y a sus
aliados. La figura del vencedor de Marengo y de Austerlitz, idolatrada por
tantos en toda Europa y el mundo, dejaba lugar en muchos de sus antiguos
seguidores a la imagen de un hombre abatido y sin futuro.
La humillación siguió así muy de cerca al orgullo imperial de Napoleón,
quien volcó las amargas reflexiones de aquel ocaso dramático, en una carta
confidencial dirigida poco después a Víctor De Pradt, su embajador en Varsovia,
en la que dejó estampadas las célebres palabras: “De lo sublime a lo ridículo,
no hay más que un solo paso”. Dolorosa frase que con acento mucho más ligero se
suele repetir hoy para burlarse de quienes, por un traspié cualquiera, deben
pasar del éxito y de las cumbres de la admiración ajena, a una dolorosa
melancolía y vergüenza.
Inmanuel Kant, el primero y más importante representante de la crítica y
precursor del idealismo alemán, es considerado como uno de los pensadores más
influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal. Algunas de sus
obras más importantes son la “Crítica de la razón práctica”, centrada en la
ética; “La crítica del juicio”, en la que investiga acerca de la estética y la
teleología y “La Metafísica de las costumbres”, que contiene aspectos centrados
en la ética, la doctrina de la virtud y la doctrina del derecho.
Kant adelantó importantes trabajos en los campos de la ciencia, el
derecho, la moral, la religión y la historia creyendo haber logrado, inclusive,
un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, aceptando que todo nuestro
conocimiento empieza con la experiencia, y no todo procede de ésta, por lo que
da a entender que la razón juega un papel importante, y para ello argumentaba
que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían
completamente subjetivos, sino hubiesen sido envueltos por la razón pura, y que
usar la razón sin aplicarla a la experiencia nos llevaría inevitablemente a
ilusiones teóricas.
Lo sublime en Kant, es el sentimiento que se despierta ante una crecida tempestad,
por lo que provoca primeramente temor, luego sentimiento de total impotencia y
por otra parte, nos hace sentir una capacidad de resistir y de valor. Es decir, es medirse uno
mismo con respecto a la naturaleza, ya que es un sentimiento de estimación de
nuestro propio destino, la más alta celebración de nuestra libertad, pues sin
darnos cuenta podemos cambiar la estimación y volverla hacia el objeto, cuando
en realidad la deberíamos hacer hacia la humanidad que vive en nuestra persona,
como sujeto de libertad.
Con este juicio Kantiano, tomamos como referencia algunos
acontecimientos que en los últimos 17 años hemos vivido los venezolanos, y que
nos indujo a aplicar esta reconocida frase que suele ser común coloquialmente
en la cotidianidad de los venezolanos, cuando se trastocan algunos valores y
situaciones.
Cuando el régimen se empeña en bloquear el referendo revocatorio contra
Nicolás Maduro en el marco del diálogo, el mismo que hasta el momento de
escribir el presente artículo se encuentra a punto de fracasar, comete un grave
error, como lo afirma el Cardenal Jorge Urosa Savino, por cuanto está
demostrando su firme propósito de darle largas a este compromiso con la
oposición, para por los caminos verdes y trochas, buscarle la vuelta a la crítica
situación que experimenta Maduro, contrariando de esta manera la voluntad del
soberano al que tanto invoca, el mismo que en un 82% rechaza su gestión (¿).
Donar 190 millones de bolívares a los llamados Consejos Comunales,
suerte de Conserjería del régimen, para llevar a cabo su actividad proselitista
en los barrios de la capital de la República y de todas las ciudades del país,
es más que una descarada actitud que niega a los habitantes que residen en
parroquias y barrios que controlan políticamente, al estilo cubano con
cooperantes, es decir los G-2 venezolanos, el derecho que les otorga la propia
Constitución Nacional, de no ser
excluidos de los beneficios que les corresponde: salud, servicios
públicos, alimentos, etc., en tanto que a las Gobernaciones en manos de la
oposición se les niega los recursos que por Ley les corresponde.
Maduro y sus voceros del régimen, entre otros el Defensor del Pueblo,
Tarek William Saab, afirman reiteradamente que Venezuela ha dado la cara en
materia de Derechos Humanos, cuando de todos es conocido la represión que se
ejerce contra los ciudadanos que lo adversan políticamente, muchos de ellos
presos en distintas cárceles del país, además de Leopoldo López, Antonio
Ledezma, Daniel Ceballos, y más de un centenar de estudiantes, que incluso han sido hasta torturados
cruelmente como lo afirmara el dirigente de izquierda Carlos Melo,
recientemente liberado, al manifestar que “vio horrendas cosas” durante su
reclusión.
“El diálogo no tiene alternativa y nadie se obsesione con elecciones que
no están en la Constitución”, afirmó Maduro en una de sus acostumbradas
chácharas salséricas, al mismo tiempo que exigió al presidente norteamericano
Barack Obama, que derogue el decreto en el que declara a Venezuela una amenaza,
y como corolario de sus improntas reacciones neuronales, firmó la prórroga por
60 días más (la cuarta vez) del Decreto de Emergencia Económica. En primer
lugar, parece no haber leído el librito azul, mejor dicho “La Bicha” como la
llamaba despectivamente su Comandante eterno, la cual contempla en algunos de
sus artículos 72,73 que todos los cargos y magistraturas de elección popular
son revocados. Luego, exhibe su falta de respeto, sindéresis y educación, al
exigirle a un presidente la derogación de un decreto. Finalmente y con el
pretexto de la tan mentada “guerra económica”, prorrogó por cuarta vez y por 60
días más el Decreto de Emergencia Económica. Toda una trenza de desatinos, que
encienden más la indignación de los venezolanos.
Serían muchos, pero bastantes los casos que podríamos enunciar de los
exabruptos que desde el poder, Maduro a menudo anuncia con bombos y platillos,
en procura de justificar la debacle en la que se halla inmerso, y por culpa
suya el país. Lo cierto es que aquí si priva como anillo al dedo, el adagio:
“De lo sublime a lo ridículo, no hay sino un solo paso”.
Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela
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