FORMATO DEL FUTURO…
" El peor daño que se le puede hacer a un ciudadano, es manipular a
discreción su signo monetario forzando su
voluntad con hambre y sumisión. "(autor desconocido)
Entre tantos conocidos, otro hecho rutinario en Venezuela es la
multiplicidad de supuestos delitos cuyos autores nadie llega a identificar,
indistintamente de que las propias autoridades se atrevan a denunciarlos
públicamente, a partir de presuntas pruebas que tampoco son hechas del
conocimiento ciudadano.
Es decir, si la mentira y la opacidad informativa han terminado
convirtiéndose en siamesas de una política de Estado, ¿por qué habría que dudar
que el contrabando de la gasolina y todo el espectáculo de fin de año alrededor
del billete de Bs. 100,oo no constituyen, en el fondo, una variable de esa
práctica?.
Por supuesto, como la libertad de pensar no puede mediatizarse ni
depende de la voluntad de influencia de parte de ningún burócrata, ¿quién
impide, entonces, la posibilidad de identificar bisagras económicas, monetarias
y delictivas alrededor del hecho que, por lo demás, aún no ha sellado su
final?.
De ahí que cualquier conversación en la frontera de Venezuela con
Colombia, desde luego, en el medio de anuncios sobre la venta de gasolina a
precios internacionales y etc, etc, etc,
termine en lo hermanado que lucen el tráfico y el comercio ilícito del
combustible. Tienen una causa y una relación en común. Inclusive, protagonistas
comunes. Es la conclusión local, de los locales y de los visitantes. Y todo
está asociado a un hecho convertido históricamente en una verdad de perogrullo:
el contrabando de gasolina ejecutado principalmente vía Colombia, además de
otros destinos vía terrestre, mar y ríos, es de enormes proporciones.
Venezuela y Colombia comparten 2.219 kilómetros de frontera; un espacio
que he terminado convirtiéndose en área excepcional para que se comercialicen
ilegalmente millones de litros de gasolina con participación de mafias y
cómplices de miradas complacientes, aun cuando las normas les facultan para que
actúen en contra de los delitos y de los delincuentes.
La producción de combustible en Venezuela ha quedado reducida apenas a
90.000 millones de barriles diarios (mbd). Es la cifra que difunden
sindicalistas del sector petrolero y que compite con la siempre capciosa que
ofrecen las autoridades. Capciosas cuando se les comparan con las que difunden
los competidores internacionales, y que cuando se les lleva a la realidad del
mercado criollo, evidencian que la demanda nacional se ubica en 260.000 mbd.
Mejor dicho, que existe una severa
insuficiencia entre los niveles de producción y la demanda. Pero, además, que
la mitad de la posible producción actual se va por las fronteras.
Esa es la Venezuela petrolera del 2017. Dejó de ser el país autosuficiente
y exportador, y pasó a ser importador de gasolina a precio internacional para
regalarla en el mercado nacional y surtir
a las mafias de contrabandistas que pululan en la frontera. Es, por
supuesto, otra conclusión fronteriza. Porque allí, con números en la mano,
aseguran que la desafortunada merma de
la anterior capacidad de producción y el contrabando fronterizo,
conforman la actual causa de la gran escasez nacional de gasolina.
Tales números radiografían la realidad del verdadero negocio o comercio
de la gasolina en el país. El litro de la gasolina más cara, la de 95
octanos, se vende en Venezuela a
Bs.5,00, pero en Colombia se comercializa a Bs.2.200,00 el litro. ¿Quién duda
que esa descomunal diferencia no excede cualquier tipo de utilidad que pueda
generar negocio licito o ilícito alguno?. Pero es que, además, no existe otra
utilidad comercial que permita -y hasta
facilite- toda posibilidad de soborno o de “distribución de beneficios”.
Pero ¿y cómo se desarrolla?. Con la movilización de miles de gandolas o
camiones que, curiosamente, no son detectados por funcionarios fronterizos,
autoridades municipales o estadales de un lado o de otro de la frontera. ¿Y
cómo se paga? en bolívares contantes y sonantes que se traduce, obviamente, en
la acumulación de billones de bolívares
en Colombia, y luego en su conversión en dólares en las casas de cambio, a
decir nada más y nada menos que por el propio Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
Dicho procedimiento, según las autoridades, entonces, explica y
demuestra la absurda y variante tasa de cambio del insistentemente denunciado
enemigo del Gobierno de Venezuela, el portal "Dólar Today". Hecho al
que, además, habría que agregar el último colofón-descubrimiento: el alto
volumen de dinero que se queda en Colombia cada vez que miles de venezolanos,
desesperados por la escasez de alimentos y de medicinas en su país, decide
cruzar la frontera y abastecerse, en
vista del poco interés o la indiferencia con la que su Gobierno considera ese
grave problema social.
Si a ese mismo Gobierno tampoco le preocupa que miles de venezolanos
necesiten escarbar en los basureros que se acumulan en el medio urbano para
satisfacer sus necesidades alimenticias, ¿por qué esperar a que sea otro su
interés con respecto al caso de esos viajeros al vecino país?.
Lo cierto es que, siempre según las autoridades venezolanas, toda esa
cantidad de dinero suma un volumen acumulado de más de Bs. 300.000 millones. Y
eso equivale a un 50% del total de la masa circulante de dinero en
efectivo a nivel nacional.
¿Deducción gubernamental?: como quiera que las dos negociaciones en casi
un 100%, la ilícita del contrabando y la lícita de los viajeros se transa con
base en el uso del billete de mayor
valor, el de Bs. 100,00, es decir, del desaparecido “marrón”, fue por eso por
lo que surgió una escasez de circulante en Venezuela.
Ante esa posible situación, lo que cualquier ciudadano medianamente
informado se plantea, es reflejado en
dos vertientes: ¿eso sucedió repentinamente?. Y si el Gobierno venezolano lo
sabía anticipadamente, ¿por qué no actuó con la celeridad del caso e impidió,
de paso, que dicho particular fenómeno se mezclara con el anuncio de la entrada
en vigencia del nuevo cono monetario?. ¿0 es que el Banco Central de Venezuela
también está ausente de hechos de esta naturaleza, incluyendo su obligado
conocimiento de que en el país el 70% del circulante está representado por
billetes de alta denominación?.
Cuando se puso sobre el tapete que los bancarizados venezolanos
dependían de sólo 72 horas para depositar todos sus billetes de Bs. 100,00, ya
que luego serían invalidados, lo sorprendente fue saber que en todo el país
había un increíble número de camiones descargando ante los bancos enormes bultos
de billetes.
Y eso produjo otra serie de lógicas preguntas: ¿Quién podía poseer esa cantidad de billetes en bultos?.
¿Era necesario someter a ese castigo a los ciudadanos, especialmente a
pensionados, ciudadanos de a pie y comerciantes informales, a angustias e
incertidumbre, y al comercio en general a vivir las experiencias de saqueos y
heridos?. ¿Se hacía imprescindible que, una vez más, la ya golpeada y humillada
población empobrecida venezolana aportara otros muertos para satisfacción de
improvisados y promotores de hostilidades dirigidas?. ¿Todo este espectáculo efectista también
forma parte de la cacareada guerra económica promovida por la artillería verbal
gubernamental, y en la que nadie cree más allá de ese cada vez más reducido
círculo de adulantes y seguidores?.
Por otra parte, ¿0 es que acaso existía a la par un dirigido negocio
para complacencia y satisfacción de quienes, desde hace años, le vienen sacando
provecho a la situación de crisis que mantiene agobiada a más del 70% de la
población venezolana?.
En una realidad de extremo oscurantismo y de opacidad informativa, sin
duda alguna, toda deducción e interpretación es válida como componente del
mundo de eso que denominan dibujo libre. Pero de lo que no hay duda alguna, es
que en la jugada y eventualidad de un negociado no estaban involucrados los
empresarios formales y organizados del país, tampoco el Imperio, ni los
dirigentes de los partidos políticos que conforman la Mesa de la Unidad
Democrática ni sus representantes en la Asamblea Nacional.
Mientras las interpretaciones y deducciones alrededor del caso van de un
lugar a otro, tanto como las libres interpretaciones en torno al hecho, surge
un razonamiento lógico, ajustado al pragmatismo jurídico de las normas
universales en las que se fundamenta el uso del papel moneda y la
administración del cono monetario de cada país: en ningún país, los billetes
tienen fecha de vencimiento; ellos son un cheque al portador y es
responsabilidad de cada nación y de su respectivo Banco Central responder por
su valor ante el poseedor.
Es decir, esos billetes, los millones de "marrones" que están
en el exterior, y que en el momento de la “jugada” fueron comprados a razón de Bs. 2 mil, 3 mil
o más de 4 mil, van a poder ser cobrados
o canjeados al valor oficial Dicom de Bs. 672,00 en un pleito o reclamo
internacional. Si eso sucediera, todo se traduciría en otro escenario adverso
para el país. Mejor dicho, en una pérdida gigantesca de capital. ¿Será que es
por eso por lo que dicen que "al perro más flaco se le pegan todas las
pulgas"?.
Lo cierto es que mientras el país espera
a que llegue el 20 de enero y concluya la última “prórroga” para que se
determine en qué estatus va a quedar,
finalmente, el billete de Bs. 100,00 en el medio de la activación de un nuevo
cono monetario que no termina de materializarse, la apreciación crematística
del evento determina que nada de lo
sucedido es causado por guerras económicas, saboteos o acaparamientos. No.
Para los que analizan dicha situación desde la dinámica de los negocios
en la frontera con Colombia, la única y verdadera causa de lo que sucede -y
siempre basándose en cifras en manos- está asociado con la reducción de la
producción nacional, la enorme corrupción relacionada con hechos denigrantes
como el contrabando de combustible a nivel fronterizo, el control y regulación
de precios al consumidor, la terrible escasez y el fatídico control cambiario.
También, desde luego, con el empecinamiento de un Gobierno al que sólo le preocupa su condición en
relación con la ciudadanía, a partir de lo que dicha vinculación se traduce en
todo aquello que se relaciona con el sostenimiento del poder, nunca en la
solución de los ingentes problemas sociales y económicos que agobian a los
gobernados.
¿Y qué se debería hacer para detener este desquicio que está dañando al
país y a toda la ciudadanía?. Disciplinar el gasto público. Enfrentar
decididamente el desorden fiscal y monetario que asfixia el funcionamiento del
Estado. Unificar el cambio y acabar con las ataduras de un control que perdió
su esencia y su vigencia. Y entrarle de lleno a un proceso modernizador de la
economía venezolana, que incluya la
revisión a fondo de lo que se espera de la actividad petrolera, como de
la participación de la empresa privada en la economía del país.
Permitir un cambio libre y fluctuante del signo monetario venezolano a
valor real, el denominado implícito, que es la relación entre la masa monetaria
y las reservas internacionales, y la cual
hoy estaría por Bs.945,85, y dejar de usar la moneda como bozal político
para la economía del país, no es una demanda de factores “interesados”. Es una
necesidad de la economía venezolana.
De igual manera, en vista de que
la casi la totalidad de los ingresos de divisas extranjeras son por la venta de hidrocarburos y que por
vía de Petróleos de Venezuela van al Banco Central, esas cantidades y todas las
que ingresen, se deben poner en venta libre a través de los bancos del país. Es
necesario dejar que fluctué el precio
del bolívar, de acuerdo a la demanda y la oferta. Porque eso, entre otros
beneficios, eliminaría la posibilidad de la enorme corrupción que genera la
posible - para algunos- venta oficial de un tipo de bolívar (Dipro) a Bs.10,00
por dólar y otro, el denominado Dicom ,
y que poco se consigue, a Bs. 672,00 por dólar.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314
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