DEMOCRATIZAR LA TOMA DE DECISIONES OPOSITORAS
Hay dos visiones confrontadas, una muy cohesionada alrededor de la
violencia y según algunos autores, aderezada con los postulados de Sun Tsu
expuestos en el libro “El Arte de la Guerra”, del otro lado está la mayoría que
anhela el cambio y la construcción de la democracia como forma de dirimir los
asuntos públicos en una sociedad, lamentablemente atomizada.
La realidad que sufrimos tiene tantos diagnósticos como formas de
pensar, coincidimos en que el modus vivendi del statu quo autoritario es
catástrofe económica, caos social, anarquía institucional, ineptitud y
latrocinio, combinado con las perversidades del despotismo, el abuso de poder,
la discriminación, la exclusión, la mentira y el irrespeto hacia los
ciudadanos. También coincidimos en la necesidad de salir del régimen para
cambiar el rumbo del país, el problema está en el cómo o en la táctica, allí
hay un archipiélago de diferencias.
El hecho de que las redes sociales estén inundadas de todo tipo de
mensajes, demuestra la avidez de participación y el descontento. Pero se
cometen errores que propician el desencuentro, y es que cada quien se asume
poseedor de la verdad absoluta, están los que por su candidez, difunden como
ciertos los rumores disparados por el G2 cubano; los que se acoplan a las
directrices de los twitteros de Miami; y los que sin querer le hacen el juego
al régimen, usando el insulto y la descalificación para “aplacar” al otro.
Muchas veces es la realidad la que impone los acuerdos, ejemplo, hay
consenso en la presión de calle como vía para desoxigenar la moribunda tiranía,
en ello coinciden los que plantean que estas mafias no salen del poder por la
vía electoral, o que no se puede seguir confrontando a los violentos con
tácticas democráticas; los que proponen la no violencia activa en la calle,
sistemática y creciente, hasta llegar al momento del no retorno; y quienes
asumen la salida constitucional, democrática, pacífica y electoral, por ser la
menos traumática.
Lo cierto es que, por los errores en la conducción y la falta de
resultados positivos de esta última opción, ha crecido la frustración, la
incredulidad y la incertidumbre. Pero ¡ojo! Estas fallas no pueden empujarnos a
caer en el terreno en el que ellos son duchos, es decir en el militar, en el
arte del engaño, el ordeno y mando y la obediencia. Por el contrario, nuestra
debilidad radica en que no hemos sido eficientes en el arte de la democracia.
Ejemplo, nos ufanamos de demócratas, pero queremos imponerle a los demás
la vía que según nuestro parecer es la correcta; no se trata de reivindicar el
ultrademocratismo, ni mucho menos aquella falsa premisa de que los pueblos
nunca se equivocan, la idea es promover mayores espacios conversacionales, para
opacar el modo dictatorial, expresado en el querer que todos hagan y digan lo
que uno quiere. Es preferible que entre todos tomemos una decisión así sea
equivocada, a que una persona o grupo imponga a las mayorías una decisión por
muy acertada que ésta sea.
Allí está el contraste radical entre el arte de la guerra, de un régimen
perverso, con lo plasmado por Humberto Maturana en su libro “La Democracia es
una Obra de Arte”. No se trata de loas a los comeflores ni al pacifismo, es un
llamado a democratizar la toma de decisiones, sobre todo aquellas que nos
involucran a todos; así como a consensuar un proyecto común de convivencia, que
suprima el modo arcaico de las relaciones del Estado y la sociedad, desterrando
la vieja política, la de aquellos que al llegar a un cargo público se creen
monarcas, dueños de todo y consideran al pueblo como su súbdito.
Todo proceso de ascenso de la sociedad es gradual y evolutivo; es
armónico, aunque no niega el conflicto ni la diferencia; propicia el conversar
para acordar y coordinar acciones; promueve la expansión de ciudadanía, el
respeto y el reconocimiento del otro; co-inspira el tratarnos como iguales, sin
dominios de unos sobre otros. Eso es el vivir democrático en el bien-estar.
Golfredo Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila
Vanguardia Popular
Zulia - Venezuela
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