EL LENGUAJE ORWELLIANO
“Yo no estoy interesado en el poder, no lo ambiciono…, restableceremos
todos los derechos y libertades, incluyendo la absoluta libertad de prensa”.
Estas palabras fueron pronunciadas por Fidel Castro Ruz en Santiago de Cuba, el
3 de enero de 1959. Enamorado de los
medios de comunicación de la isla, el 7
de enero de 1959 declaró: “cuando se anula un derecho se termina por suprimir
todos los demás, desoyendo a la democracia. Las ideas se defienden con razones,
no con armas. Soy un amante de la democracia”.
El 9 de enero de ese mismo año, en La Habana, anunció: “Nosotros somos
un país libre. No tenemos censura y el pueblo puede reunirse libremente. Nunca
vamos a usar la fuerza y el día en que el pueblo no me quiera, me iré”. Prometió, entre otras cosas: convocar a
elecciones libres, democráticas y multipartidistas, también la excarcelación de
todos los presos políticos. Pero la realidad fue otra. Castro impidió toda
expresión del pensamiento que no estuviera conforme con la línea fijada por su
movimiento. Persiguió a todas las creencias religiosas, clausuró todos los
periódicos, las estaciones de radio y televisión. Acorraló y mandó a la cárcel,
al exilio o al paredón, a todos aquellos que se opusieron o discreparon de sus
ideas, aboliendo los derechos políticos, sociales, laborales y todos los
derechos humanos.
Muchos creen que un régimen dictatorial se manifiesta en un partido
único, con un gobierno totalmente orientado a satisfacer las necesidades de sus
miembros y un ejército sometido a los designios del partido gobernante.
No, la dictadura es más que eso. Penetra
todas las actividades cotidianas. La “Nomenklatura” se convierte en presidentes
o directores de las sociedades estatales, bien sea en las telecomunicaciones,
minería, banca, alimentos, sin olvidar
los puestos en las aduanas de puertos y aeropuertos, donde se enriquecen con
los derechos de aduanas y los actos de “hacerse de la vista gorda” o “mirar
para otro lado”.
.
Esta mentalidad dictatorial se manifiesta también por medio de la
corrupción fiscal, que arruina la posibilidad de construir un auténtico tesoro
público. El dinero de los impuestos y tasas, que normalmente debería ir
destinado a la construcción y conservación de las carreteras y calles, a la
construcción de escuelas y centros de salud, es, con frecuencia, desviado hacia
los bolsillos de miembros prominentes del partido.
Es un hecho comprobado que las satrapías son reacias al abandono del
poder político, que les garantiza el monopolio de los cargos importantes de un
país, gracias a los cuales se enriquecen de forma grosera. Así se torna
extremadamente difícil avizorar cambios saludables, tanto más que en esos
regímenes legitimados por elecciones de opereta muchas veces aparecen más votos
que electores inscritos. América Latina
tiene sastrerías donde hacen trajes a la medida para estas neo dictaduras.
Noel Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
“Gente” Generación Independiente
*Coordinador Nacional de IPP - Gente
@alvareznv
@beanavas
Caracas - Venezuela
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