SAINETE EN CÁPSULAS
Volvió de nuevo la hipótesis descocida del ataque imperialista hacia
nuestro territorio estragado de hambre. De nuevo los ejercicios militares
desplumados, las declaraciones refractarias sobre el sempiterno interés yanqui
en nuestra inservible economía y todo el espectáculo presidencial para pregonar
respecto a nuestro poderoso sistema de defensa, para combatir las sorpresivas
pretensiones norteñas, de apoderarse de un país sumido en la desgracia.
Las conjeturadas resultaron tan risueñas y fuera de orden, que no sabía
si estaba leyendo las noticias del día o una revista humorística de chistes
cortos. Pese a todo el jaleo levantado ante esta cansona premisa, de contar con
presuntos 76 mil militares de juguete, 102 dos mil milicianos trasnochados y
400 mil civiles atontados, prestos a defender a la nación de los ataques
estadounidenses, me pregunté unas cuantas veces si pudiese existir algún
ignorante con unos pocos decibeles reflexivos, capaz de creerse semejante
bobada.
A pesar de todo, imaginarme el hecho resultó una experiencia de los más
terrible y pavorosa. Se observaría un amplio cielo caraqueño arropado por una
nube densa de paracaidistas gringos armados hasta los dientes, mientras
nuestros soldados escondidos y medianamente apertrechados, se estremecerían de
terror y estarían más confundidos que un ateo en los días del apocalipsis.
Posiblemente llegaría el alerta como la sospecha de un rumor. Entonces
los militares pasarían días enteros en una trinchera ficticia. En esta guerra
planteada no se batallaría con soldados convencionales. Recordemos que saben
defender la comida, ordenar colas en supermercados o recibir regalías en las
fronteras.
Tal vez en la tensa espera de la temible invasión, los soldados
escarbarían en la arena espesa, para buscar las valentías antiguas, los aplomos
sangrados en las gestas independentistas y el desapego por la venta de la
conciencia. Pero ha llovido torrencialmente en el alma de los combatientes y
esa tierra ahora es un fango despiadado, que se apelmaza en las manos, se
resguarda en las uñas y corroe hasta el entendimiento.
Le han usurpado sus votos por la defensa de una patria en agonía, para
comprender juramentos blandengues hacia un socialismo incomprensible. Se han
establecido unos ámbitos desventurados, abriéndose la ilegalidad por la
retaguardia y cambiando hasta las piezas en las estrategias mal trazadas del
ajedrez de la guerra.
Para el soldado común no sería sencillo asirse a un fusil añoso, oxidado
e inefectivo para combatir al enorme andamiaje bélico de la potencia más grande
del planeta y defender la ideología de una isla del Caribe muerta de hambre,
así como las peroratas de un Presidente, que todos los días se deleita con sus
festines de palacio, junto a su banda de alcahuetes.
Dónde están los líderes invisibles del sacrificio nacional. Todas las
explicaciones precisas y a veces cansonas de los libros de historia, no han
ayudado a evitar que la invasión se haya dado, pero con los ideales cubanos.
Somos vulnerables a cualquier intensión destructiva, así proviniese de pigmeos
o de marineros de cantina.
Nuestra tierra ansía guerreros decididos, que no crean en estos
discursos ilustrados de mentiras, que sólo hacen multimillonarios en dólares a
unos pocos. No tienen la pólvora suficiente en la gallardía, para revertir las
órdenes y pasmar de un solo tajo el sobresalto continuo del país.
He creído más en las leyendas y patrañas plasmadas en las historietas de
los domingos, que en estos infelices ejercicios militares de Defensa Integral
Antiimperialista Zamora 200, sus mercenarios opositores imaginarios y los
rambos de manufactura yanqui.
José Luis Zambrano Padauy
jzambranopadauy@yahoo.com
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
Zulia - Venezuela
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