Vistos
los acontecimientos de esta semana, es inevitable una reflexión sobre el mal y
la maldad. ¿Existe la maldad? Muchos venezolanos de este tiempo estamos
convencidos de que sí y de que, además, tiene demasiado tiempo veraneando en
nuestra tierra.
I
La
primera cuestión que surge sobre el mal es si realmente existe, o dicho en
términos filosóficos, tiene ser. ¿Es el mal la ausencia de bien o la abundancia
de bienes mal habidos? ¿Puede un corrupto ser feliz sabiendo que es malo o
requiere de un proceso psicológico que justifique su maldad?
Las respuestas a
estas preguntas son de suma importancia en la tradición occidental cristiana.
Es la indagación más común en la gente el preguntarse: ¿si Dios es bueno por
qué permite tanta maldad? En un tiempo, la respuesta teológica era que el mal
no existe, solo es una privación del bien (“privatio boni”), es ausencia de lo
que debería ser. Vamos a ver: supongamos que yo soy por decir algo… un… lo
primero que se me viene a la cabeza: …un fiscal del ministerio público y mis
acciones condenan a un inocente. Eso parece ser algo más que una “privatio
boni”. Un teólogo me dirá que en verdad yo conocía cual era el buen camino,
pero en función de la libertad, que es un don divino, yo decidí no tomarlo.
II
Según
los antiguos griegos, el mal solo puede ser consecuencia de la ignorancia. Una
persona sabia entiende que lo que más conviene a sí mismo es obrar bien porque
el mayor bien es el bien moral y como somos egoístas por naturaleza y queremos
para nosotros el mayor bien, no hay mejor negocio, ni nada más inteligente que
ser bueno. En otras palabras, Sócrates les diría a todos los titulares de
cuentas mal habidas en Andorra, que más que millonarios vivos, son unos pobres
brutos al creer que porque se chorearon 1.000.000.000.000,00 de $ van a
alcanzar el mayor bien que es el de ser virtuosos (como sí lo es el rector de
la UCAB). Claro que ellos desde su Ferrari, su yate y su casota se reirán del
filósofo que bebe cicuta por obedecer las leyes, pero el filósofo será
eternamente bueno y eso sí que no tiene precio. Sócrates les diría: si todo el
mundo se comportara como ustedes no tendrían ni siquiera donde gastar ese
dinero. ¡Imagínense un mundo solo poblado de corruptos! Dicho de otra manera:
ser malo puede producir dividendos únicamente porque la humanidad es
mayoritariamente buena y por ello hay esperanza en el hombre. Dios no tolera el
mal, acompaña al hombre que lo sufre y lo sufrió en su propia carne, para
redimirnos de él aquí y ahora.
III
Hegel
decía que el mal también tiene su utilidad en la formación del espíritu del
mundo. ¿Cómo sabríamos si no dónde está el bien? Sin Hitler o Stalin en toda su
maldad, quien quita que la humanidad hubiese caído en una experiencia fascista
o comunista peor, irremediable y definitiva. Dios y la maldad coexisten porque
sin la opción de escoger el mal no seríamos libres. Somos libres porque podemos
decidir tomar distintos caminos morales y éticos: en este será una cuenta
milmillonaria mal habida en Suiza, en aquel encontrar la cura a la lepra y
salvar a millones (de personas). Entonces, desocupado lector, si sientes que
solo ves maldad a tu alrededor -sea esta porque hay ignorancia del bien o por
imposibilidad de tomar el camino correcto aunque lo conozcan-, el día 6 de
diciembre tienes la oportunidad de ejercer tu libertad–con todas las
limitaciones del caso, lo sé-, de expresar con todas tus fuerzas un contundente
¡yo no!
La
maldad no debe espantarnos. Lo verdaderamente esperanzador es que siendo el mal
tan sabroso, haya tanta gente optando por el bien.
Laureano
Márquez
eventos@laureanomarquez.com
@laureanomar
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Enviado
a nuesyros correos por
Nathaniel
Garcia-Montes
nathgar@yahoo.com
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