Hay que ponerle término a ese cuadro de
carencias que priva de los productos esenciales para la vida al venezolano. Hay
que ponerle término por cuanto este es un país que no puede continuar bajo los
designios del atraso. Aquí en este país hay hombres y mujeres con la condición
que ennoblece al ser humano: honradez, trabajo y preparación. Eso es lo que
priva en un país para alcanzar niveles de bienestar económico y social.
En la nación tiene lugar el caso
extremadamente grave de la instauración de un régimen que contraría elementos
sobre los que ha de fundamentarse una sociedad en ascenso económico-social.
Donde el desarrollo sea sobresaliente en la determinación de la sociedad en el
bienestar y la seguridad. Eso es lo deseable en Venezuela: un régimen para la
subsistencia. En un régimen contrario a los valores democráticos, el derecho
libre no es posible. El derecho a la propiedad es negado en todos los ámbitos.
Pero de lo deseable a la realidad que se
vive, hay una distancia del cielo a la tierra. Se está frente a un cuadro
lastimoso de la vida del venezolano que lo priva de los elementos
indispensables de la subsistencia. Y cómo lo priva de los medios de
subsistencia, más todavía, de las posibilidades de su formación para asumir con
el saber que prodiga la condición del conocimiento, la responsabilidad ante los
retos de la vida.
El retrato en gran formato de lo que se vive
en Venezuela está en las colas de hambre a lo largo y ancho de la geografía
venezolana. En esas colas de hambre está un pueblo que hierve de impaciencia
por un cambio. Que grita y pelea porque haya en esta nación una conducción
opositora valiente y determinante a los cauces de la democracia en sustentación
de los derechos que van más allá del electoralismo que bandea entre la debilidad
y la formalidad. La formalidad ante las acciones represivas que dejan una
estela de muerte entre la juventud valiente que protesta y asume los derechos
de la causa del pueblo venezolano.
Que asume con valentía la defensa de la
Venezuela aun a costa de sus vidas. Eso es lo que tienen que mirar con profunda
inquietud quienes se creen en la oposición que nada obliga a una conducta
valiente por la sociedad venezolana con sus derechos fundamentales de la
libertad. La diferencia entre un pueblo que vive las carencias. Que lucha a
diario para vivir como Dios manda. Y quienes se recrean en las tertulias
domingueras de una inicua campaña electorera, temerosa, huidiza y blandengue,
no lo creen así.
Aquí hay un país que quiere cambio. Que grita
y pelea y que no renuncia a sus derechos de ser libre. Esta es la Venezuela de
la libertad. Que la ama y la defiende a todo trance. Que no se acobarda, porque
no renuncia a sus derechos.
Rafael Bello
bello.rafael@yahoo.es
@unidadylagente
Texas - Estados Unidos
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