El
pasado día domingo 1 de noviembre falleció en Berlín el señor Günter
Schabowski, a los 86 años de edad. ¿Y quién es Günter Schabowski, se
preguntarán quizás algunos lectores? Pues admito que me hice igual pregunta
cuando leí en algún periódico el breve titular que encabezaba la noticia.
Aprendí entonces que este ex -ciudadano de la afortunadamente desaparecida
Alemania Oriental fue uno de esos personajes menores a quienes, no obstante, el
curso de la historia coloca en circunstancias y momentos de gran drama y
significación, y cumplen en medio del azar un papel fundamental en el
desarrollo de los eventos.
Murió Günter Schabowski, facilitador involuntario de caída del Muro de Berlín. |
Resulta
que en noviembre de 1989 el señor Schabowski, un burócrata comunista de la
vieja escuela estalinista, se desempeñaba como jefe del partido comunista en
Berlín Oriental. La coyuntura histórica que se le presentaba estaba llena de
desafíos, a raíz del acelerado deterioro del poder comunista en la Unión Soviética
y su imperio europeo. Para Alemania Oriental, punta de lanza del Pacto de
Varsovia frente a la OTAN, el crecimiento de la protesta popular empujada por
los vientos de cambio que soplaban en Polonia, Hungría, Checoslovaquia y otras
partes constituía un reto de primera magnitud.
El
simbólico Muro de Berlín representaba la división entre un totalitarismo
corroído hasta sus cimientos y un Occidente capitalista, liberal y democrático
que a pesar de sus fallas y limitaciones se erguía como inmensa y ansiada esperanza
para millones de personas, atenazadas por la represión del sistema soviético
impuesta igualmente sobre los países satélites. 2 Acosados por las luchas de la
gente, que habían perdido el miedo, y según mandato del partido comunista,
Schabowski ofreció una rueda de prensa transmitida nacional e
internacionalmente por TV y radio el 9 de noviembre de 1989. Sus instrucciones
consistían en anunciar el fin, gradual y paulatino, de algunas de las
restricciones que impedían a los alemanes orientales viajar fuera de su país,
pero manteniendo aún toda una serie de trabas, obstáculos y requisitos.
Atormentado
sin embargo por sus nervios y agobiado por las presiones de ese instante,
sudoroso y enredado con los papeles que tenía sobre la mesa, Schabowski dijo que
las medidas, que sólo explicó a medias y de forma dispersa y confusa, tendrían
efecto “de inmediato”. Semejante anuncio, realizado en un clima explosivo,
detonó una explosión de energía, júbilo y arrojo de parte de decenas de miles
de sus conciudadanos, quienes de inmediato se dirigieron a las alcabalas
exigiendo a los guardias que les dejasen pasar hacia Berlín occidental. Otros
miles se abalanzaron sobre el Muro y empezaron a escalarlo, no pocos de ellos
provistos de sendas botellas de champán, vino y cerveza, dando inicio a una
fiesta que puso punto final a una dictadura que hasta hacía poco parecía
inexpugnable y eterna.
De
esta manera, con su nerviosismo, confusión, angustia y desatinos, Günter
Schawoski realizó un servicio a la libertad de millones. No era ésa su
intención, pero eso fue lo que logró. Unos meses después, y reflexionando sobre
el fin del mundo político en que había vivido, Schabowski declaró que “el
sistema (comunista) no era capaz de sobrevivir”. Esta aseveración luce ahora
evidente, pero es peligrosa como instrumento para juzgar el desarrollo de la
historia, en este caso y todos.
Los
eventos sólo parecen inevitables en retrospectiva, con el beneficio de las
cosas ya sucedidas a nuestro favor. Eso por un lado. De otra parte no conviene
creer que los líderes son meras piezas de un mecanismo que los arrastra de modo
inexorable, “briznas de paja en el 3 viento”, títeres prácticamente sin espacio
para respirar y cuyas decisiones son fijadas por un destino rígido. La historia
es una mezcla de circunstancias que marcan un contexto y de voluntades que se
mueven, con variables condiciones de libertad, dentro del mismo.
En
tal sentido, no creo acertado hablar del “colapso” de la URSS y su imperio. Sin
duda, ya para el momento en que Gorbachov se encargó del poder en Rusia la
situación se había deteriorado gravemente, y el detestable socialismo estaba
lleno de grietas y fisuras. Este era el contexto en el que, por ejemplo, se
insertaron las voluntades de personajes como Reagan, Thatcher, Lech Walesa y el
Papa Juan Pablo II, entre otros. En lo que respecta en particular a Juan Pablo
II, cabe decir que se trató de un individuo de una visión, una fuerza, una
claridad sobre lo que implica la libertad del ser humano que se destaca y
contrasta radicalmente con otros casos en nuestros días, en los que se percibe
un retroceso hacia los espejismos colectivistas, la condescendencia hacia el
despotismo y en general la confusión política e ideológica.
En
este orden de ideas, basta con leer las cruciales Directivas de Seguridad
Nacional números 66 y 75, rubricadas por Ronald Reagan en 1982 y 1983
respectivamente (y ubicables con facilidad mediante internet), para caer en
cuenta que si bien la URSS y su imperio se hallaban en serias dificultades en
1989-1991, su caída final no fue algo así como el derrumbe de un castillo de
naipes, sino también el producto de un diseño estratégico y una voluntad
consciente. Como lo anunció Reagan durante la primera reunión de su Gabinete de
Seguridad Nacional en la Casa Blanca: “Señores, mi estrategia para la Guerra
Fría es ésta: Nosotros ganamos, ellos pierden”.
Al
contexto histórico vigente y al ejercicio de la voluntad se suma el papel del
azar, los accidentes, los tropiezos y ocasiones imprevistas e imprevisibles que
conforman la compleja realidad de los asuntos humanos en el terreno de la
historia. Es en este ámbito donde se ubica el episodio 4 que marcó en última
instancia la existencia del señor Günter Schabowski.
Las
consecuencias de su pérdida momentánea de control fueron inmensas. En 1997 una
Corte de justicia berlinesa sentenció a Schabowski a tres y medio años de
prisión, por su complicidad en la formulación y ejecución de la política de
“disparar a matar” a los ciudadanos de Alemania Oriental que se atrevían a saltar
el Muro o atravesar de alguna forma la frontera. Fue sin embargo perdonado el
año 2000, antes de cumplir la totalidad de su tiempo en la cárcel. Cabe añadir
que Schabowski fue uno de los pocos miembros de la burocracia civil y militar
comunistas que manifestó su pesar y arrepentimiento por lo ocurrido bajo la
tiranía.
Anibal
Romero
aromeroarticulos@yahoo.com
Caracas
- Venezuela
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