«A todos los
venerables abogados con los cuales mantengo trato cordial suelo decirles que,
de súbito e inconcebiblemente, en América Latina exigir democracia y justicia
constituye un delito. Porque impulsar la abolición de ambas ya es
jurisprudencia, y ello hace prescindible esa disciplina que alguna vez sirvió
para dirimir conflictos situacionales relacionados con los delitos y las penas»
Cuando la Nación
Venezolana fue sometida a vejatorias y extremas penurias jamás vistas, que
parecen propias de un «Fatídico Experimento Contra-Contracultural» que sucesos
de la precognición u onirismo, optó por no temer más a sus devastadores
enfrentándolos mediante «sufragio»: la forma más civilizada, cuando se programa
con probidad, de anunciarle a quienes alguna vez recibieron «mandatos» que
acometan cualesquiera de estas acciones: A) Tras reconocerse culpables,
renunciar B) Corregir sus malas conductas y pedir perdón C) Desmontar el «Jerarcariado Corrupto de Gobierno», para
después entregarse y ser juzgados por magistrados novísimos u honestos D)
Elegir el «destierro voluntario» con sus
maletas llenas de «dineros mal habidos» E) Declararse en desobediencia de la
Constitución y Leyes de la República de Venezuela, luego de lo cual cometer
genocidio para mantenerse en el «Poder del Mando Político» F) Persuadir al «Sector Institucional de la Fuerza Armada
Patria» para que hagan, por ellos, el «trabajo sucio» de matar millones de
personas indefensas.
El «concilio» que urge a los ciudadanos
venezolanos semeja al implorado por colombianos y argentinos. Pequeños grupos,
conformados por gentuza, nos han forzosamente convertido en enormes y
disfuncionales familias en las cuales todos somos potenciales enemigos (sin
excluir parientes). Unos son proclives a transformarse en «cooperadores de
imputables», otros los rechazamos y seremos «perseguidos» u «objetivos de
guerra». Pocos (sin ambages) se declaran mercenarios, militares, fiscales y
jueces al servicio del «Jerarcariado Corrupto de Gobierno». Lo hacen tras
presumir que, ad infinitum, controlarán el «Parque de Armas de la Nación»
contra la cual actuarán impune y criminalmente cada vez que sea menester. Ellos
viven con la prisa que exige la muerte, riqueza fácil y el poder abusivo. Para
el resto de la población la quietud es «metamorfa»: similar al gas metano,
puede encender con sólo una chispa.
Por todo lo expuesto,
pienso que a Venezuela si apura la «renuncia», el «destierro», o
«encarcelamiento» de su Gentuza Devastadora. Ella recibe advertencias del
pueblo, pero persiste en fomentar el «terror» y corromper aún más las
instituciones públicas. Les obsede mantenerse en «situación de practicar y
legitimar el cohecho». Son incorregibles, tanto e infinitamente que ya nadie
querrá matarlos por cuanto fallecidos nacieron. No serán mártires para
nadie.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
Merida - Venezuela
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