Después del triunfo de la Alternativa
Democrática en las elecciones del 6 de diciembre pasado, que no pudo ser escamoteado por un
CNE controlado por el partido de gobierno y sobre todo por el Poder Ejecutivo,
será un muro de contención a la
tendencia autoritaria enrumbada a perpetuar en el poder al heredero del Jefe del socialismo del siglo XXI, ya que
el panorama político del país registra algunas nuevas realidades.
En lo
económico se ha agravado la dependencia de las importaciones para satisfacer
necesidades de la demanda de productos que pueden producirse en el país, pero
lo ha impedido la política agropecuaria del gobierno que con sus expropiaciones
y confiscaciones de fincas, que prácticamente liquidó la producción de
alimentos en la mayor parte del territorio nacional. La devaluación del bolívar
frente al dólar aumenta los precios de los productos importados, y para algunos
economistas estamos muy cerca de entrar en una recesión económica, con
inflación, lo que ellos llaman la estanflación, camino a un precipicio.
En lo social, las nuevas realidades se manifiestan
en el aumento de la pobreza y el
desempleo. Hay más pobres porque los sueldos no alcanzan ni para la cesta
básica, a lo que se agrega la escasez de alimentos. El desempleo tiene que
aumentar porque no hay nuevas empresas que proporcionen trabajo a los
miles de jóvenes que se incorporan todos los años al mercado laboral. En
cuanto a la salud, los hospitales que fueron arrebatados a las gobernaciones y
a la Alcaldía Metropolitana, no funcionan, y las clínicas privadas abarrotadas
por miles de personas, que al no ser atendidas en los hospitales públicos,
acuden a la medicina privada, hoy están
amenazadas por la intervención del Estado, que todo lo que toca lo
arruina. Y la inseguridad cobra las vidas de centenares de venezolanos todos
los fines de semana, porque el hampa desbordada y armada, no ha podido ser
frenada ni con la Fuerza Armada en la calle, ni desarmada de acuerdo la Ley respectiva aprobada.
En lo político parece
que el chavismo tiende a desaparecer con la aparición del madurismo, lo cual
podría ser positivo si el cuestionado Presidente cambiara la política de
confrontación por un diálogo que permita que funcionen las instituciones del
Estado en una forma independiente, de acuerdo a lo establecido en la
Constitución Nacional Bolivariana.
Frente a estas nuevas
realidades, la dirigencia política de la
oposición, después de la resonante victoria del 6 de diciembre, deberá
manejarse, como lo ha comenzado a hacer, con el mismo espíritu unitario que la
acompañó para enfrentar y derrotar a todo el poder del nuevo Estado madurista.
Lo que parece una perogrullada tiene unas peligrosas aristas. Las propias cifras electorales obtenidas por la oposición indican que dichos resultados fueron producto de la Unidad, y por lo tanto
nadie, con cierta sindéresis política, puede ni debe atribuirse posibles victorias
unilaterales.
Lo más trascendente que puede afirmarse
con espíritu realista es que el triunfo en las elecciones del 6 de diciembre,
es de la democracia venezolana, representada por adversarios y partidarios del
oficialismo. Si el heredero del Comandante Chávez oyera la voz del pueblo,
debería invitar al diálogo civilizado, como lo ha hecho la oposición llamando a
la reconciliación nacional, conservando cada quien sus puntos de vista acerca
de las ventajas de sus respectivos proyectos políticos.
2016 será un año crucial para el futuro
democrático del país, en el que las voces del extremismo tendrán menos eco, y
durante el cual la oposición está obligada a trazar una política consustanciada
con el interés e inquietudes de una inmensa masa de chavistas que no se sintió representada por Nicolás Maduro. El
mensaje y los candidatos serán determinantes para atraer un alto porcentaje de
los chavistas que en las elecciones presidenciales anteriores sufragaban por
Hugo Chávez, pero que el 6 de diciembre,
más de 2 millones votaron por un cambio,
y muchos se quedaron en sus casas. No
hay duda de que el oficialismo tratará
de reconquistarlos, pero su mensaje está equivocado porque no es cónsono con
una política económica que estimule la
producción, el empleo y la convivencia pacífica entre los venezolanos.
La locura que ha desatado en el
oficialismo la derrota del 6 de diciembre, soberbia, desafiante, tiene que ser
enfrentada, tal como lo viene haciendo la MUD,
con un mensaje unitario, de inclusión y respeto a todas las ideas, de
confianza en un futuro sin exclusiones, sin persecuciones, sin presos políticos
ni exiliados, es decir, conviviendo en un Estado de Derecho.
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
Miranda - Venezuela
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