Vivimos tiempos sin
tiempo. Momentos de angustia y ansiedad, de miedos y cuidados que parece que
nunca van a terminar…
En esa realidad, una
serie de episodios tanto públicos, como privados, han poblado el difícil año
que se está yendo. Algunos imponderables, otros, producto de nuestra total y
absoluta responsabilidad individual y/o colectiva.
Cada uno de esos sucesos
ha dejado en nosotros una marca, una huella imborrable. ¿Cuál fue nuestra
participación, contribución o falta de compromiso en cada uno de ellos?
Si tenemos en cuenta
que el arte del bien común está conformado por tres elementos fundamentales:
memoria del pasado, inteligencia del presente y providencia del futuro, no
podemos permitir que todas nuestras vivencias de ayer, puedan caer en saco roto
hoy. Son experiencias que debemos capitalizar para enfrentar al futuro en una
sociedad como la nuestra, en la que la razón supo estar hasta hace poco nublada
por el compadrazgo, el capricho, las pasiones, los resentimientos y
concupiscencias desordenadas... que han permitido que muchos funcionarios
públicos y/o amigos de ellos, hayan podido escalar a los primeros puestos
administrativos con el premeditado fin de lograr los beneficios del presupuesto
público y las mil y una regalías que sin el mayor trabajo, ni esfuerzo
personal, consiguieron…
¿Y que quedó?, una
sociedad amorfa y engañada. Allí radica nuestra ansiedad, nuestros miedos y
nuestra anomia familiar, social y política...
Gracias a Dios y a la
voluntad soberana de nuestra ciudadanía, el firmamento pintó en el mes de
noviembre próximo pasado en la Argentina su propio arcoíris.
Las heridas ahora
podrán ser sanadas con justicia, y aunque el camino sea extenso y escabroso, ya
comenzamos a ejecutar los primeros pasos esperanzados para alcanzar la anhelada
paz social.
Hermano en Cristo
nuestro Señor, cuando en el momento mágico de la medianoche de este 24 de
diciembre levantes tu cáliz de vidrio para brindar, brindarte, y festejar con
tuyos el milagro que se produjo en aquella humilde cuna de Belén, que atrae
tanto la atención de todos los creyentes, como no creyentes, recuerda que hay
muchos que no lo tienen, y otros, que teniéndolo, no encuentran a nadie con
quién compartir ese momento. Te pido que en ese instante recuerdes que el alba Navideña se extiende
también sobre los cementerios, donde están los restos de nuestros seres
queridos; sobre los hospitales y sobre los distintos lugares de detención donde
tantos testigos de nuestra guerra reciente, se encuentran privados injustamente
no solo de su libertad, sino de hasta su dignidad y la de su familia. Para
todos ellos te pido que por lo menos, en ese segundo, le hagas un lugar en tu
corazón que le permita a todos ellos amortiguar las inclemencias del diario
vivir, de lo vivido, y del olvido de muchos.
Navidad, mis amigos,
nos da a todos la oportunidad de renacer sin titubeos, con certezas, porque es
tiempo de reconciliación, de ilusiones y esperanzas, puntos de partida todos
ellos que permiten imaginar un futuro de paz, concordia y desarrollo.
Hagamos votos para que uniéndonos todos en el
trabajo redentor y en el amor solidario, seamos capaces de hacer de nuestras
vidas una permanente Navidad, porque no hallaremos otra armonía social entre
los hombres que no sea la que predicaron los primeros discípulos de Aquel que
para darla a todos, comenzó por humillarse y menospreciarse a sí mismo.
Un año nuevo, es una
nueva etapa en nuestras vidas que supone una renovada existencia de nuestras
propias posibilidades de superación. ¿Haz trazado ya tus metas para el 2016? Si
es así, deseo de corazón que se te cumplan, pero si aún no lo has hecho, pon
manos a la obra porque solo la esperanza y los proyectos construyen...
Aprovechando este
momento epistolar, te invito a hacer juntos una fervorosa invocación a nuestro
Señor Jesucristo para que saque de nuestros cuerpos el suspiro triste de la
angustia y la desesperanza y proteja y bendiga a todos los argentinos, porque
su divina protección es y será siempre garantía segura de éxito.
Feliz Navidad y
próspero año 2016 para todos, con mucha paz espiritual y salud.
Nuestro arraigado
concepto de autoestima hace que a todos nos agrade que nos recuerden.
Tus saludos,
inquietudes, comentarios o sugerencias, nos ayudan a seguir creciendo. No nos
prives de esa satisfacción.
Recuerda que un mail,
un cálido apretón de manos, una oportuna llamada telefónica, un chiste, pueden
hasta mover montañas...
Sigamos estando
unidos, felices con lo que hacemos, como lo hacemos y con quienes lo hacemos.
Hugo Cesar Renes
hcr1942@yahoo.com.ar
@hcr1942
Argentina
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