Tal la brevedad de la
vida de un experimento social enfermo de antemano. Fantasma que en algún
momento perturbará la existencia de sus progenitores, más allá del amanecer del
día siguiente; si no, de toda su existencia. Expiación sin límites de una falta
que muchos, esclavos de una quimera, podrían intentar rescatarla; tal vez
otros, con la certeza de una culpa que no la admiten como propia, pero que los
une a un pasado inexorable, más allá de los recuerdos, más allá de los nombres,
y más allá de la existencia de un día luctuoso: terminarán admitiendo el
fracaso que ayudaron a construir.
Pero, para otros, muchos, será la nueva
búsqueda, la hora esperada, intentando dejar en el pasado los recuerdos que hoy
ahogan nuestra existencia; recuerdos del oprobio que amenazó toda forma de
concordia y cercanía, al crear distancias insalvables entre la verdad y la
justicia. Realidad que no podemos negar, pues somos parte de ella, la Venezuela
de hoy; realidad que en alguna forma contribuimos a ocultar, y que a diario
como dura afrenta nos golpea, reclamando respuestas necesarias, honestas y
oportunas.
Algunos ubican el
comienzo de la tragedia anunciada, cincuenta años atrás; otros, en un poco más
de tres décadas, o mejor en los últimos tres lustros. ¿Es acaso útil recrear la
historia?. ¿Son acaso importantes fechas, días o años?. ¿Son acaso útiles sus
protagonistas?. Útil será construir estructuras sociales sólidas, formidables,
con nuevas ideas, necesarias para armar un escenario claramente iluminado, con
actores probos y libreto acorde con los nuevos tiempos; ideas que permitan
identificar el morbo del pasado, sin ocultar las causas del mismo, para no
repetirnos en el tiempo y caer en el olvido infinito.
No es otra cosa que
reconstruir todo al amparo de un renovado contrato social, evitando como otrora,
que en plazos muchas veces de antemano señalados, nuestro destino sea de nuevo
presa fácil de aventureros advenedizos.
Cómo lograrlo?.
Sembrando en tierra fértil; afortunadamente ese es nuestro país. La semilla
está allí a la espera de lluvia fresca, de voluntades firmes, mentes claras y
manos laboriosas.
No es otra cosa que reunidos todos bajo techo generoso,
seamos tan eficientes como las consignas promisorias repetidas en discursos que
con vehemencia fueron gritos de esperanza cuando estuvimos en la acera opuesta;
respetando una premisa fundamental necesaria para el nuevo florecer de una
portentosa sociedad: reconocer y respetar al otro, para que el fruto germine en
incontables generaciones de mujeres y hombres honestos.
De no ser así, la inefable
historia se repetirá, y volveremos a vivir la nostalgia de otra oportunidad
perdida.
Jesús Alfonso Osuna
Ceballos
jesusosuna.oc@gmail.com
@oc_osuna
Merida - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario