No hay duda que cuando llega diciembre, hay algo
muy especial y significativo en el espíritu de las multitudes, que nos invita a
pensar que es un tiempo diferente, generalmente cargado con expresiones de
alegría, luces, colores, música y muchas veces excesos de publicidad y derroche
de consumismo, porque para muchos, diciembre es también sinónimo de comercio y
diversión.
Y por eso para la gran mayoría puede pasar
desapercibido que el espíritu de la Navidad va precedido de un tiempo muy
especial que en la liturgia de la Iglesia se llama el Adviento, y que
justamente se inauguró el pasado domingo, como tiempo privilegiado para
prepararnos a vivir la gran fiesta de la Navidad. Son cuatro semanas, antes de
la noche del 24 de diciembre, en la que vamos a recibir mensajes muy especiales
desde la palabra de Dios, que nos invitan a vivir con verdadero sentido
cristiano, la Navidad que llega.
El gran trasfondo del adviento, es la invitación a
celebrar desde la esperanza cristiana. Y quiero recordar aquí unas muy
significativas palabras del papa Benedicto XVI en una de sus homilías, cuando
refiriéndose a este tiempo decía: “El Adviento es, por excelencia, el tiempo de
la esperanza. Cada año, esta actitud fundamental del espíritu se renueva en el
corazón de los cristianos que, mientras se preparan para celebrar la gran
fiesta del nacimiento de Cristo Salvador, reavivan la esperanza de su vuelta
gloriosa al final de los tiempos. La esperanza verdadera y segura está
fundamentada en la fe en Dios Amor, Padre misericordioso, que «tanto amó al
mundo que le dio a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16), para que los hombres, y con
ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).”
(Cf Benedicto XVI, Homilía Adviento 2007).
Y es que el hombre de hoy, sumergido en el ritmo
frenético que le impone la sociedad, con sus ires y venires, sus afanes y
desvaríos, y también su carga de frustración y desesperanza por los problemas y
las crisis existenciales que lo agobian, tiene que estar atento a dejarse
enrutar por el camino siempre nuevo de la esperanza cristiana y por un sano
espíritu navideño a la manera de Jesús. Y por eso es necesario descubrir el
espíritu del adviento: tiempo d conversión desde la esperanza, a fin de que a
pesar de las dificultades y pruebas de la vida, comprendamos que vale la pena
creer y esperar.
Por tanto, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI,
“... El Adviento es tiempo favorable para redescubrir una esperanza no vaga e
ilusoria, sino cierta y fiable, por estar «anclada» en Cristo, Dios hecho
hombre, roca de nuestra salvación.
San Pablo, en su carta a los Efesios, les recuerda
que, antes de abrazar la fe en Cristo, estaban «sin esperanza y sin Dios en
este mundo» (Ef. 2, 12). Esta expresión resulta sumamente actual para el
paganismo de nuestros días: podemos referirla en particular al nihilismo
contemporáneo, que corroe la esperanza en el corazón del hombre, induciéndolo a
pensar que dentro de él y en torno a él reina la nada: nada antes del
nacimiento y nada después de la muerte.”(Cf Benedicto XVI, Homilía Adviento
2007).
Todos los7 de diciembre, encenderemos las velitas
para recordar, junto con María Santísima, que a Jesús se lo espera en oración y
en esperanza, estando siempre en guardia y vigilantes. Que con las luces de
Navidad, se haga más fuerte nuestra fe y esperanza.
Zenair Brito
Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
Aragua – Venezuela
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